Gïk reclama una denominación propia para su bebida, que no está reconocida por el sector vitivinícola
El País Vasco presume de ser unas de las tierras más prolíficas de España en cuanto a vinos se refiere. Sus cosechas riegan la región con los caldos de la mayor parte del espectro vitivinícola. Los hay tintos, blancos y rosados. Algunas personas los prefieren dulces, o afrutados, o ligeros. Los más arraigados a las costumbres populares pueden decantarse por el chacolí, que posee su propia denominación. Sin embargo, no hay lugar en el sector para el color azul, una arriesgada e innovadora apuesta con la que Gïk, una empresa emergente de Vizcaya regida por jóvenes de entre 20 y 30 años, pretende «revolucionar» el mercado.
Aritz López, Sheyla Aguilar y Taig Mac Carthy, integrantes de la empresa vizcaína Gïk - ABCADRIÁN MATEOS - admateos
Tal y como suele ocurrir cuando un producto rompe el molde de lo que se considera habitual, la bebida, que lleva en las tiendas apenas un año y medio, ha sido recibida con recelo por las firmas de larga tradición: «Hemos oído que era una blasfemia, una terrible invención –admite Aritz López, uno de los cinco creadores de Gïk–. Incluso un tipo nos mandó un correo diciendo que nos dedicáramos a hacer aplicaciones para el móvil y que dejáramos este mundo».
Fruto de la crispación generada a raíz del surgimiento del vino azul, la empresa se vio obligada a modificar su fórmula: «Hace unos meses vinieron un par de personas a causa de una denuncia anónima proveniente del sector y nos paralizaron las ventas. Estuvimos unas semanas sin poder vender», denuncia López. Desde ese día, la palabra «vino» quedó vetada, y tuvieron que registrar la marca en la «categoría bastarda» de «Otras bebidas alcohólicas». A la postre, se vieron obligados a incluir un 1% de mosto para poder adecuarse a la legislación vigente.
Una normativa que, de hecho, está del lado de los demandantes. El reglamento del Parlamento y el Consejo europeos que se cita en la sanción administrativa recoge que el término «vino azul» no aparece entre las 17 categorías de productos vitícolas. A su vez, especifica que solo pueden comercializarse productos incluidos en alguno de dichos apartados, que constatan la existencia de caldos «blancos o tintos», pero no añiles. «Sabemos que no hay antecedentes en la historia para algo como Gïk», reconoce la «startup», que ha decidido someter el futuro del producto al juicio de los consumidores.
Fuera de la ley
A lo largo de la semana, cerca de un millar de personas ha suscrito la petición que ha publicado Gïk Live! en el portal change.org para solicitar a la ministra de Agricultura y Pesca, Isabel García Tejerina, que se «adapte a los nuevos tiempos» y establezca una nueva categoría que reconozca que el vino también puede ser de color azul. Es, a su vez, una forma de «canalizar todo el apoyo» recibido en los últimos meses, sostiene Aritz López: «Se ha convertido en una ventana en la que se ve todo el mundo que ha creído en el proyecto. Estamos muy contentos y agradecidos por el resultado».
A la espera de una salida que contente a ambas partes, Gïk, una compañía creada en 2014 por Íñigo Alday, Imanol López, Jen Besga, Gorka Maiztegi y el propio López, ha redoblado sus esfuerzos para que el sabor del caldo se mantenga intacto a pesar del cambio de fórmula: «Nuestra intención no es la de competir con otras marcas», alega el joven, que asegura que desde el primer momento sabían que el producto «polarizaría mucho las opiniones. Hay quien lo ama y quien lo odia».
A pesar de todo, y a falta de datos oficiales, la sanción no ha condicionado de forma sustancial la facturación de la empresa, que asegura que nunca ha dejado de utilizar compuestos que no estén evaluados y probados por las instituciones europeas. En el año y medio que lleva en el mercado, Gïk ha vendido cerca de 90.000 botellas, y ya han podido rescatar a los dos trabajadores que tuvieron que despedir tras la multa. En la actualidad, la compañía consta de diez empleados, y espera que el futuro depare nuevo éxitos: «Nos llamaron idiotas por intentarlo –destacan–. Nos llamaron blasfemos por jugar con la sangre de Cristo. Pero nada de eso nos detuvo».
Fuente: ABC
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