Foto: erik forsberg / Flickr, bajo licencia Creative Commons
La cerveza caliente no nos es especialmente agradable porque culturalmente estamos acostumbrados a las bebidas muy frías o frescas, pero el aumento de la temperatura no es lo que la hace ponerse rancia. El sabor a podrido de la cerveza pasada lo causa la luz. La radiación ultravioleta (especialmente la que proviene del sol) provoca que parte del lúpulo se degrade, dando lugar a moléculas de sulfuro.
En Cooks Illustrated hicieron la prueba calentando cerveza a 85 grados y luego enfriándola otra vez varias veces pero con un matiz. El proceso siempre tuvo lugar a oscuras. El resultado es que el sabor apenas variaba. Sin embargo, basta un buen rato bajo el sol para que ya no sepa igual incluso aunque siga fría.
De hecho, esta es la razón por la que la cerveza casi siempre se vende en botellines de cristal oscuro. En los pocos casos en los que la botella es transparente, es buena idea mantenerla en penumbra. Cuando la sirvas, procura mantenerla en un lugar alejado de la luz. [vía ManMade DIY]
Carlos Zahumenszky
Fuente: Gizmodo
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