El viaje que cambió el rumbo
Cuando uno entra a la Casa Cervecera Colón, el lugar donde Emilio fabrica las cervezas, es recibido por Selina, una chica alemana que te trata con amabilidad mientras habla un (casi) perfecto español que incluye expresiones muy mexicanas como “No manches, qué calor”. Tiene seis meses en La Laguna y ocho años en el país y dice que Emilio —su novio— es quien más le ha ayudado a perfeccionar el idioma.
La historia de la cervecería de Emilio arranca precisamente en un viaje que realizó a Alemania en un intento por traer a Selina de vuelta a México. Aunque en aquel momento no lo logró, sí regresó con el aprendizaje de cómo hacer una buena cerveza.
“Al tercer día de haber llegado al pueblo de Alemania donde era Selina, me dijo que no quería regresar conmigo. Mi vuelo de regreso salía hasta en tres meses y lo que decidí fue irme a Berlín a ver qué podía hacer. Ahí tuve un poco de suerte”.
Para olvidar la desilusión amorosa, Emilio duró varias semanas de fiesta en la capital alemana y fue en un festival de cerveza en Berlín cuando conoció por casualidad a la persona que se convertiría en su mentor en el arte de hacer cervezas.
“Él tenía un puesto en el festival y ese día no fueron los que lo ayudaban. Le ofrecí ayuda y le dije que me enseñara cómo decir algunas frases en alemán. Me puse a servir cerveza y al terminar me invitó a trabajar con él. Así fue como entré a trabajar en una cervecería en Berlín”.
Emilio estuvo en Alemania en dos temporadas. Durante la primera duró tres meses hasta que se le terminó el plazo que ofrece la visa de turista. Luego regresó a trabajar en una cervecería más chica. “Ahí me di cuenta de que a menos que me fuera ilegal o me casara con una alemana no iba a ser posible estar allá. Si no lo podía hacer allá, iba a intentar hacerlo aquí. Eso fue hace tres años”.
Casa Cervecera Colón
Emilio es alguien que le gusta aprender un oficio e invertir su tiempo en dominarlo. Llega a pasar hasta 15 horas fabricando cerveza pero es la parte que más disfruta. El lugar tiene una vibra suave y relajada y al terminar las las labores, suele invitar a sus amigos a pasar el rato.
“Mi primer trabajo fue en un banco y lo odié con toda mi alma. Luego trabajé en una empresa más divertida, me gustó mucho pero estar sentado en un escritorio nunca me llenó. Cuando hacía cerveza, al final del día salía todo cansado pero con una sonrisa de lado a lado”.
Al inicio del proyecto, Emilio arrancó con una olla de 20 litros que tenía en su cocina. Luego de fabricar las primeras cervezas se acercó con algunos bares de la región y le dieron la oportunidad de venderla. “Así fui empezando. Comencé con un equipo de 20 litros, luego uno de 100 y ahorita tenemos uno de 850. Podemos producir 3 mil litros al mes, lo que equivale a 9 mil botellas de cervezas. Hicimos un gran brinco”.
A pesar de que es difícil entrar a un mercado tan competitivo como el de las cervezas, Emilio considera que durante los últimos años la fabricación se ha hecho más sencilla.
“En cualquier bar que iba estaba una Corona o una Bohemia. Claro que te da miedo. En esa época empezó la compra venta de cervecerías mexicanas. El Gobierno empezó a aprobar leyes para poder hacer competitiva a la industria nacional de cervecería. Eso nos llamó mucho la atención.
“Antes era imposible conseguir la malta, tenías que conseguirla en pocas cantidades. De hace cinco años para acá es más fácil. Se ha abierto mucho el mercado, ya hay más apertura. El consumidor le interesa ya”.
Aquí el centro de Torreón es lo que es ahora porque la gente ya no quiere ir a los lugares franquicias, quieren vivir experiencias más locales y nos ha ayudado para que la gente le pierda el miedo a este producto”.
¿Qué es lo que más disfrutas de lo que haces?
“Al final del día echarte una chela. Que esto que está en tus manos y estás compartiendo es algo que tú hiciste, que lo cuidaste, que estuviste al pendiente de que todo estuviera bien. Hacer cerveza es cuidar tu producto. Ya cuando pasa el tiempo y tienes esa chela en la mano puedes decir que vale la pena”.
Emilio considera que la cerveza que fabrica tiene una mezcla de su carácter y el de su maestro, quien le inculcó ser honorable con los productos, además de proteger los estilos y ser honesto a la hora de hacer una cerveza.
“Claro que nos gusta experimentar, pero no a costa de interferir con la tradición de hacer cerveza, buscamos mantener la línea más pura en la producción. No agregamos chocolate, nada extra. Sólo usamos cuatro ingredientes. Hacemos cervezas honestas, sin pretensiones. No queremos hacer la cerveza más locas; queremos que hablen por sí solas”.
Bitches brew
Las charlas con cerveza suelen disfrutarse más. Emilio sabe ser buen anfitrión y al ritmo de Miles Davis relata la anécdota de una de sus cervecas estrellas: la Perra Espumosa. “Estábamos escuchando el disco Bitches brew de Miles Davis y queríamos hacer una traducción literal para nombrar a la cerveza. A la hora de servirla salió mucha espuma y así quedó el nombre. Es un contraste de poner una palabra fuerte y otra más ligera”.
Él, por otra parte, dice identificarse más con la Pilz. “Es super pisteable, rica, fría. Aún cuando soy cervecero artesanal mi favorita siempre ha sido la Lager”.
La Laguna
Emilio nació en la Ciudad de México y desde que tenía 10 años llegó a La Laguna. Dice que Torreón es la mejor ciudad para vivir.
“Lo que más me gusta es vivir en Torreón. Es una ciudad chiquita, pero grande. La gente es super social, el clima es perfecto. Puedes estar en la calle todo el año. Lo que está hoy en el centro es justo lo que antes salías a buscar en otros lugares”.
“Creo que Torreón está creciendo mucho. A mucha gente joven no le tocó el Torreón antiguo. No se da cuenta de lo que había antes, del vacío que hubo y de lo que hay ahora. Es impresionante. Llegar y ver toda esta nueva vida es lo que más me gusta”.
Emilio es una persona centrada y disfruta lo que hace. Su visión sobre el éxito no está enfocada en el dinero sino en la libertad de hacer lo que le gusta. Dice que la mentira más grande de su generación fue que necesitas ser abogado, contador o ingeniero para triunfar.
“Creo que la clave del éxito es hacer lo que te gusta. A veces uno por estar tan enfocado en el éxito, que para mucha gente es dinero, carros y casas, deja la pasión a su lado. La gente se pierde un poco. Ahí hay que conocerse a sí mismo”.
Ahora, Emilio disfruta de su vida y disfruta a Selina, sus amigos, su familia, la música y una buena cerveza. No se preocupa mucho por el futuro y la búsqueda del éxito no es algo que lo obsesione. Recomienda a los emprendedores invertir tiempo y talento antes que dinero.
“Soy el mismo güey de siempre. Me gusta correr en las mañanas acompañado de mi perro. Me gusta mi grupo de amigos de los jueves, me gusta viajar. Lo que sea que vayas a hacer no lo intentes si no has tomado por lo menos un curso. Vuélvete un profesional, dedícale horas, esfuerzo, trabaja en eso. No le pongas lana, mejor ponle tiempo”.
La pasión de Emilio es hacer cervezas. (FOTOGRAFÍAS: MICHEL MORÁN)
Fuente: El Siglo de Torreón
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