La miel de abeja es el único producto que tiene una perdurabilidad envidiable si se conserva de forma adecuada.
Parece imposible, pero no lo es: la miel de abeja no se echa a perder. Se trata del único alimento que no caduca y que posee una perdurabilidad increíble. De hecho, se han llegado a encontrar tarros de miel que todavía podrían comerse en tumbas egipcias que cuentan con miles de años de antigüedad. Pero, ¿a qué se debe esta asombrosa longevidad?
La miel contiene bajos niveles de humedad y de acidez, por eso es difícil que los microorganismos puedan sobrevivir en ese ambiente.Pixabay
La clave está en su composición: este alimento es básicamente azúcar. Esta alta concentración de azúcar mata a las bacterias por lisis osmótica. Además, las levaduras aerotransportadas no pueden sobrevivir en ese ambiente debido a la baja humedad que contiene este producto, que a pesar de que es capaz de absorber humedad contiene muy poca agua. Por eso, para que este alimento sea perdurable se debe cerrar bien el frasco, ya que si el recipiente está abierto puede llegar a pudrirse al estar expuesto a un ambiente húmedo.
La acidez de la miel de abeja también influye en esta perdurabilidad, ya que este factor no ayuda al desarrollo y a la supervivencia de los microorganismos.
Este producto, asimismo, no solo no tiene caducidad, sino que además se ha usado como un remedio medicinal debido a las propiedades antibacteriales de la miel, ya que ayuda a evitar la infección de las heridas.
Pero, ¿por qué hemos podido comprar un tarro de miel con fecha de caducidad? En este caso, ese dato se refiere al tiempo que el fabricante garantiza que el producto se mantendrá y no sufrirá variaciones.
Cabe señalar que solo las mieles puras serán altamente perdurables, ya que aquellas que contienen agregados de agua, glucosa, viscosantes no se considera miel, sino un producto comercial. Este producto puro cambiará su aspecto dependiendo de la época del año: en otoño será líquida y en invierno se convertirá en sólida, un hecho que no influye en comestibilidad.
Fuente: Heraldo.es
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