Seguro que has oído hablar de los 'superalimentos', unos productos 'casi mágicos' que se promocionan por su grandísima eficacia para reducir el riesgo futuro de padecer una u otra enfermedad.
"Ojo con esto porque cuando destacan tanto un producto y lo definen como 'superalimento' suele haber gato encerrado, y probablemente, te están embaucando. Ese esquema suele tener detrás mucho más de marketing e interés general que de verdadera ciencia.
Una mujer comprando en un supermercado. / Europa Press
(...) No se puede concluir que un alimento individual sea capaz de reducir mucho el resto de enfermedad en el futuro. Lo importante es el conjunto de lo que comemos", advierte en una entrevista con Infosalus el doctor Miguel Ángel Martínez-González, especialista en Medicina Preventiva y Salud Pública, y catedrático de la Universidad de Navarra.
En '¿Qué comes? Ciencia y conciencia para resistir' (Planeta), su nuevo manual, este experto sobre dieta mediterránea y catedrático visitante de Harvard ve fácil saber cómo nos engañan desde la industria y sostiene que, a veces, bastaría con mirar los conflictos de intereses de quienes han hecho "las publicaciones rebosantes de optimismo desaforado sobre ese alimento singular", siendo en muchas ocasiones las empresas las que subvencionan esos estudios: "Poderoso caballero don dinero, y quien paga manda. Ésta es la fuente del conflicto de interés".
Según apunta, se ha difundido también la teoría, aunque reconoce que "poco compartida", de que también existirían otros conflictos de intereses más sutiles, no monetarios, que también podrían poner en riesgo la independencia del investigador, como quien es vegetariano y tiende a decir que las dietas veganas 'son más sanas', o quien ha atacado mucho el azúcar en publicaciones previas puede ser resistente a rectificar después si el experimento no le sale como esperaba, por ejemplo.
Otra vía por la que nos engaña la industria alimentaria, según subraya, es usando los alimentos procesados como vehículos de liberación de azúcar, sal, grasas, y sobre todo los residuos que le hubieran costado caro eliminar: "Los aprovecha, aquellas partes que no las puede presentar como alimentos reconocibles, y después presenta los famosos Nuggets, o los palitos de mar, que se obtienen a partir de procesos químicos, donde se la da salida a todo eso que hubieran sido desechos".
En '¿Qué comes? Ciencia y conciencia para resistir' (Planeta), su nuevo manual, este experto sobre dieta mediterránea y catedrático visitante de Harvard ve fácil saber cómo nos engañan desde la industria y sostiene que, a veces, bastaría con mirar los conflictos de intereses de quienes han hecho "las publicaciones rebosantes de optimismo desaforado sobre ese alimento singular", siendo en muchas ocasiones las empresas las que subvencionan esos estudios: "Poderoso caballero don dinero, y quien paga manda. Ésta es la fuente del conflicto de interés".
Según apunta, se ha difundido también la teoría, aunque reconoce que "poco compartida", de que también existirían otros conflictos de intereses más sutiles, no monetarios, que también podrían poner en riesgo la independencia del investigador, como quien es vegetariano y tiende a decir que las dietas veganas 'son más sanas', o quien ha atacado mucho el azúcar en publicaciones previas puede ser resistente a rectificar después si el experimento no le sale como esperaba, por ejemplo.
Otra vía por la que nos engaña la industria alimentaria, según subraya, es usando los alimentos procesados como vehículos de liberación de azúcar, sal, grasas, y sobre todo los residuos que le hubieran costado caro eliminar: "Los aprovecha, aquellas partes que no las puede presentar como alimentos reconocibles, y después presenta los famosos Nuggets, o los palitos de mar, que se obtienen a partir de procesos químicos, donde se la da salida a todo eso que hubieran sido desechos".
Aditivos químicos
De hecho, alerta de que estos productos contienen muchos aditivos químicos, lo que hace que se disimule su contenido real. "Alimentos que se deterioran en cuanto a su sabor o no son muy vistosos, y sin sabor, con sal y aditivos, se envuelven bien y se transforman en eso, y es barato porque ahorra los costes, y se deshacen de lo que no resulta tan vistoso y goloso", agrega el doctor Martínez-González.
Otro truco que dice que utilizan algunas compañías alimentarias es el de presentar sólo aquello que les ha salido bien, destacando únicamente los efectos biológicos positivos que les interesa divulgar, mientras esconden los demás, que igual es hasta más importante.
También el especialista en Medicina Preventiva sostiene que lo que le ayuda a la industria en otras ocasiones es el tener en nómina a pocos científicos que, en lugar de crear estudios y desarrollo de investigación en nutrición, se dedican a criticar y a sembrar de dudas todo lo que se hace en investigación.
Asimismo, el lobby delante de Bruselas es otra de las artimañas de la industria alimentaria, así como las puertas giratorias, donde jefes de la industria alimentaria pasan al frente de organismos públicos regulatorios en la materia, y al revés, de forma que se impide la puesta en marcha de una regulación efectiva de estas prácticas, que pueden ser fraudulentas.
Celebridades promocionando un producto
Echar mano de celebridades en la promoción de un producto o destacar las bondades nutricionales de un alimento por su contenido en unos pocos ingredientes químicos, sin tener en cuenta los efectos a largo plazo de consumir esos alimentos como parte del conjunto completo de la dieta, ni sus posibles sesgos, serían otras vías por las que la industria nos engaña, a juicio del doctor.
¿Por qué lo hacen? Según resalta Martínez-González, no se puede generalizar, pero cree que puede haber varios intereses: el hacer más fácil lo más rentable para ellos, es decir, que el consumidor consuma lo más fácil, esos productos con mucha vida de estantería, que no son perecederos, aguantan mucho, y sí ultraprocesados, y que no previenen de enfermedades, como sí hace la fruta y con la que no pasan estas cosas.
"Muchos de los productos más recomendables son aquellos que no tienen etiqueta porque son naturales. Se reconoce el alimento, lo que estoy comprando. Veo un plátano y sé lo que es, no está procesado. Tampoco un jamón ibérico. Sin embargo, el jamón cocido, el chóped, no sé de qué lo han hecho, ni tampoco el puré de patata en polvo. Por ello, hay que minimizar los productos prefabricados, la bollería industrial, o los postres que son bombas de nata. Si uno compra una merluza sabe que es pescado, el palito de mar no hay pez que tenga esta forma", avanza el experto.
¿Por qué lo hacen? Según resalta Martínez-González, no se puede generalizar, pero cree que puede haber varios intereses: el hacer más fácil lo más rentable para ellos, es decir, que el consumidor consuma lo más fácil, esos productos con mucha vida de estantería, que no son perecederos, aguantan mucho, y sí ultraprocesados, y que no previenen de enfermedades, como sí hace la fruta y con la que no pasan estas cosas.
"Muchos de los productos más recomendables son aquellos que no tienen etiqueta porque son naturales. Se reconoce el alimento, lo que estoy comprando. Veo un plátano y sé lo que es, no está procesado. Tampoco un jamón ibérico. Sin embargo, el jamón cocido, el chóped, no sé de qué lo han hecho, ni tampoco el puré de patata en polvo. Por ello, hay que minimizar los productos prefabricados, la bollería industrial, o los postres que son bombas de nata. Si uno compra una merluza sabe que es pescado, el palito de mar no hay pez que tenga esta forma", avanza el experto.
Borrar de nuestra mente
A su vez, el doctor nos enumera cuáles son los cinco principales mitos alimentarios que debemos desterrar de nuestra mente:
1.- El mito de que nuestro cerebro necesita azúcar y hay que añadírsela a todo, una idea sobre todo fomentada por la industria de las bebidas azucaradas. "El azúcar natural de las frutas está muy bien y está acompañada de bioactivos beneficiosos. Pero los cristales del azúcar que se añaden a los productos envasados y a las bebidas azucaradas están detrás de la pandemia obesidad. Tenemos suficiente glucosa en sangre aunque no tomemos azúcar", mantiene.
2. No hay problema con el consumo de carne roja. Eso sí, resalta que se debe desterrar la idea de que si hoy no he comido carne roja (ternera cerdo o cordero) es que no he comido hoy. "Es un concepto en el imaginario colectivo. La carne roja debe consumirse uno o dos días a la semana, y promover el consumo de carnes blancas (pavo, pollo, conejo)", afirma.
3.- ¿No hay dieta sana sin lácteos? "Se ponen los lácteos como paradigma de salud, pero tienen grasa saturadas y muchos están intensamente azucarados. El caso de la nata, la mantequilla, y la grasa de la leche, son grasas que se han demostrado que aumentan las enfermedades cardiovasculares. No son el paradigma de salud y además se han promocionado mucho porque en Estados Unidos así se hizo", agrega.
4.- Demonizar el consumo de huevo no tiene fundamento científico, y se pueden consumir 8-9 huevos a la semana. En el caso de los diabéticos con 4 son suficientes, pero no por ello hay mayor riesgo cardiovascular. Los huevos son muy nutritivos, cuentan con proteínas de alta calidad y con micronutrientes saludables, y no se eleva el riesgo cardiovascular a largo plazo por su consumo.
5.- Se debe olvidar el mito del café, de que es malísimo."Hay que prohibírselo a la gente de tensión alta, pero lo mejores estudios dicen que es protector, tres o cuatro tazas de café al día se asocian a una mayor longevidad, a reducción de muerte cardiovascular, por cáncer, muerte prematura y de diabetes tipo II; no por la cafeína sino por la combinación de sustancias que tiene", sentencia Martínez-González.
1.- El mito de que nuestro cerebro necesita azúcar y hay que añadírsela a todo, una idea sobre todo fomentada por la industria de las bebidas azucaradas. "El azúcar natural de las frutas está muy bien y está acompañada de bioactivos beneficiosos. Pero los cristales del azúcar que se añaden a los productos envasados y a las bebidas azucaradas están detrás de la pandemia obesidad. Tenemos suficiente glucosa en sangre aunque no tomemos azúcar", mantiene.
2. No hay problema con el consumo de carne roja. Eso sí, resalta que se debe desterrar la idea de que si hoy no he comido carne roja (ternera cerdo o cordero) es que no he comido hoy. "Es un concepto en el imaginario colectivo. La carne roja debe consumirse uno o dos días a la semana, y promover el consumo de carnes blancas (pavo, pollo, conejo)", afirma.
3.- ¿No hay dieta sana sin lácteos? "Se ponen los lácteos como paradigma de salud, pero tienen grasa saturadas y muchos están intensamente azucarados. El caso de la nata, la mantequilla, y la grasa de la leche, son grasas que se han demostrado que aumentan las enfermedades cardiovasculares. No son el paradigma de salud y además se han promocionado mucho porque en Estados Unidos así se hizo", agrega.
4.- Demonizar el consumo de huevo no tiene fundamento científico, y se pueden consumir 8-9 huevos a la semana. En el caso de los diabéticos con 4 son suficientes, pero no por ello hay mayor riesgo cardiovascular. Los huevos son muy nutritivos, cuentan con proteínas de alta calidad y con micronutrientes saludables, y no se eleva el riesgo cardiovascular a largo plazo por su consumo.
5.- Se debe olvidar el mito del café, de que es malísimo."Hay que prohibírselo a la gente de tensión alta, pero lo mejores estudios dicen que es protector, tres o cuatro tazas de café al día se asocian a una mayor longevidad, a reducción de muerte cardiovascular, por cáncer, muerte prematura y de diabetes tipo II; no por la cafeína sino por la combinación de sustancias que tiene", sentencia Martínez-González.
Fuente: Huelva 24
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