El Gourmet Urbano: 🍷 #VINOS | El vino no es seco y otros conceptos que deberías conocer (o no) para quedar como un tipo que sabe de vinos

jueves, 12 de noviembre de 2020

🍷 #VINOS | El vino no es seco y otros conceptos que deberías conocer (o no) para quedar como un tipo que sabe de vinos

Aprender a disfrutar y a hablar del vino. Es fácil si sabes cómo.

Olvídate de complicados conceptos y de una terminología abstrusa e imposible de abarcar. Sólo necesitas entender, literalmente, cuatro cosas.

Por cierto, sólo hay una manera de empezar: beber.

© Cortesía de Fox

De entre las múltiples materias que puedes elegir para formarte durante este tiempo de reclusión, una de las que deberías considerar con más atención es el mundo del vino. Piénsalo: puedes encontrar abundante información online (sí, este artículo lo prueba), es relativamente sencillo organizar toda la parte práctica en el salón de tu apartamento y… en fin… es una actividad que consiste básicamente en beber vino. 

Beber. Vino. ¿Hola? Lo que se dice solucionar dos problemas de una sola tacada.

¿No sabes por dónde empezar? Te lo repetimos: Bebe vino. Con que subas un poco el nivel de las botellas que entran en casa es suficiente como punto de partida. El principal error a la hora de acercarse al universo enológico es adoptar un enfoque demasiado academicista. De hecho, es posible que la expresión universo enológico ya sea un tecnicismo pedante e innecesariamente esnob.

Nadie en su sano juicio se apuntaría a una academia de fútbol o se haría con una biblioteca especializada para disfrutar de su afición al balompié. Seguro que siempre te ha bastado con una televisión de 60 pulgadas, una suscripción de Liga y Champions y una caja de botellines (nota para futuros iniciados: quizás deberías empezar a considerar sustituir esas cervezas por ya sabes qué).

Eso sí, para disfrutar de un partido de fútbol hace falta, al menos, conocer qué es el fuera de juego. No es necesario que sepas definirlo, nadie sabe, sólo hace falta que sepas lo que es. Y si quieres hablar de la última eliminatoria de la Copa del Rey con tus amigos vas a necesitar también dominar una terminología mínima. Del mismo modo, también precisarás saber lo que son unas cuantas cosas en el mundo del vino. Sólo aprenderlas, porque tampoco es imprescindible que las sepas definir (muy poca gente sabe).

El diccionario Salvat del vino, de Mauricio Wiesenthal, contiene 2.500 voces de léxico vinícola. Normal que hasta hoy te hayas sentido intimidado por un cuerpo de conocimiento tan vasto que parece inabarcable. De hecho, hay fundadas sospechas de que tanto los sumilleres como otros expertos se han fabricado toda esta armazón teórica para alejar a posibles competidores de un trabajo que consiste, básicamente… ejem… en beber vino.

Así pues, ¿qué necesitas para empezar a convertirte en todo un experto en la materia y hablar de vinos como hablas de las virtudes de un buen 4-4-2? Tres cosas, por este orden:

  1. No pretender convertirte en un experto en la materia. 
  2. No seas intenso, por favor. Simplemente disfruta.
  3. ¿Hace falta recordártelo otra vez? Beber vino.

Seguir leyendo, porque a continuación van los cinco conceptos básicos para empezar a descubrir un mundo tan rico como fascinante.

Las uvas


Los anglosajones se flipan mucho con las uvas. Seguro que estás harto de ver series de televisión en las que el protagonista, nada más sentarse a la mesa en un restaurante, le pide al sumiller un Chardonnay. No negaremos que queda mucho más elegante que gritarle al camarero ‘ponme un Ribera de la botella que tengas abierta en la barra’, pero lo cierto es que la variedad de uva, per se, no garantiza la calidad del vino ni es ningún estándar de sabor.

Al final, factores como el terroir ('terroir', el tipo de suelo y clima en que crece la uva, apúntalo porque éste es un término ganador) o la vinificación que se haya hecho en la bodega son también determinantes en el aroma del caldo que termina en tu copa (nota mental: nunca digas ‘caldo’, es un vocablo viejuno que te pone 20 años de golpe). Y, sin embargo, resulta mucho más sencillo aprenderse cinco uvas que cientos de denominaciones de origen o miles de bodegas. De ahí el éxito de esta taxonomía (recuerda: queremos hacerlo fácil).

Las variedades de uvas más populares en todo el mundo, por influencia francesa, son la Cabernet Sauvignon (Burdeos), la Pinot Noir (Borgoña), la susodicha Chardonnay (los blancos de Borgoña), la Merlot (algunos tintos de Burdeos) y la Syrah (Valle del Ródano). Por supuesto, hay otras variedades ahí fuera alucinantes (si me preguntas a mí, te diré que en cuestión de blancos una Riesling del valle del Rin es insuperable), pero con éstas ya tienes para empezar.

Apréndetelas, porque te servirán como una primera guía a la hora de clasificar los vinos en tu memoria gustativa y te ayudarán cuando quieras probar otros de regiones o bodegas que no conozcas. También te valdrán para sentarte a la mesa en un restaurante y pedirle al sumiller –con gesto esnob, la nariz siempre señalando hacia arriba– un Chardonnay.

Ahora bien, si lo que quieres es beber producto nacional, quédate con estas cuatro variedades: tempranillo y garnacha (omnipresentes en todo el país), verdejo (la reina de los blancos de Rueda) y albariño (la aristocracia de Galicia). Para nota, otras uvas cada vez más de moda, como godello, mencía y macabeo. Aunque esta última la pedirás, normalmente, como cava.

Las cuatro zonas gustativas


Cualquiera puede entender que es terriblemente complicado hablar de algo para lo que no existen las palabras. Es lo que nos ocurre con los olores, y por eso no tenemos otra alternativa a la hora de catar un vino que soltar referencias de otras cosas –a veces al tuntún, quién se va a poner a discutir– que contienen las mismas moléculas olfativas que el vino que tenemos en la copa. Que si frutos rojos, que si notas ahumadas, que si vainilla (el genuino aroma del roble americano de Rioja).

No te metas en esa guerra. Sólo conseguirás que te calienten la cabeza. Según Grant Reynolds, el prestigioso enólogo neoyorquino autor de How to drink wine, es mejor que te centres en cuatro zonas gustativas para empezar: dos para los vinos tintos y otras dos para los blancos. Los blancos pueden ser cremosos o crujientes. Los tintos, ligeros o pesados (con mucho cuerpo). Son el equivalente líquido a sopa, ensalada, pasta y carne, por ejemplo.

Un blanco crujiente (con mucha acidez y poco azúcar) será perfecto para esa copa que uno se toma mientras cocina. Un tinto ligero (joven, sin mucha madera), para chiquitear con la cuadrilla. Toda vez que tengas claro qué tipo de vinos te gustan para qué ocasiones, podrás ir avanzando en nociones más complejas.

Los dichosos taninos


Los taninos son una de esas cosas que debes conocer y apreciar sin tener una idea cabal de su definición exacta. Técnicamente, son flavonoides que integran los compuestos fenólicos de un vino, responsables de su color, su aroma o su estructura. Si has leído por ahí que el vino, con moderación, es bueno para la salud, es porque su acción ayuda a evitar la formación de ateroma en las arterias. Pero antes de que te flipes, un medio más sano de conseguir lo mismo –de una manera mucho menos placentera, eso sí– es comer uvas.

Porque los taninos están presentes en el hollejo y las pepitas, aparte del raspón. En la boca los sentirás por su sabor astringente, que pone la boca tirante, la lengua rasposa y corta la saliva. ¿Por qué son tan importantes los taninos y qué deberías saber de ellos? Primero, que apenas están presentes en los blancos, ya que su contacto con las pieles en la fermentación es mucho menor.

Segundo, que te ayudan a distinguir los tintos jóvenes (más tánicos) de los madurados en barrica (más equilibrados). Tercero, que un tinto sin mucho tanino no se puede guardar muchos años (por eso los blancos se toman jóvenes). Y cuarto, que cada uva tiene un tipo de tanino característico: el de la garnacha o el merlot es jugoso; el de la cabernet sauvignon, duro pero aristocrático; el de la pinot noir, elegante…

¿Has visto cómo aprenderte las uvas de memoria va pagando sus réditos? Imagina la de majaderías que puedes soltar de un tanino sin que nadie se atreva a llevarte la contraria porque oh, gracias a GQ, sabes lo que es un tanino. ¿O acaso no lo sabes? Qué más da. Recuerda elevar la punta de la nariz, siempre hay que elevar la punta de la nariz. 

¿Un vino puede ser seco?


Técnicamente, un vino seco es aquel que ha fermentado todos sus azúcares en alcohol. No obstante, el término seco es un concepto tan maltratado por el común de los mortales que casi ha acabado por no significar nada, como el vocablo fresco aplicado a un perfume. Te ponen una copa de vino y, si notas los azúcares de la fruta, saltas con que es dulce (mal, muy mal, porque ¿cómo vas a llamar entonces a los vinos que son dulces de verdad, como el Oporto?).

Si, por el contrario, lo que notas es mucha acidez, te columpias con que es seco. También mal, porque un vino con mucho tanino puede parecer seco sin serlo, igual que el etanol puede dar una sensación en boca de dulzor. O simplemente lo asocias a vinos de alta graduación alcohólica, lo que sólo es una verdad a medias.

Por otro lado, en el caso del cava, el término seco alude a la cantidad de azúcar que contiene la botella (entre 17 y 32 gramos). Así que hay bastante confusión respecto a lo que significa un vino seco. Casi mejor, por tanto, que no emplees la expresión, porque el 90% de las veces lo vas a hacer de manera errónea. Es más, si alguien la utiliza delante de ti, enarca las cejas todo lo que puedas en un gesto de desesperación y eleva la nariz hasta el techo del restaurante. Como puedes ver, lo más importante a la hora de disfrutar un buen vino es la nariz.

Cómo comprar (y descubrir) vinos


Las tiendas de vino especializadas (incluso los supermercados con una buena bodega) pueden llegar a ser lugares muy intimidantes, con sus cientos de referencias en los anaqueles de las que nunca hemos oído hablar. Parecen estar ahí para recordarnos lo poco que sabemos de vino, como una cura de humildad. Por eso, para darnos seguridad, a la hora de comprar solemos tirar hacia lo conocido. Pero así… ¿cómo vamos a aprender?

Si el dependiente de la tienda sabe de lo que habla, fíate de él. Antes de entrar en cualquier disquisición sobre denominaciones de origen, variedades de uvas o vinos de autor, exprésale con sinceridad cuánto dinero te quieres gastar. A partir de ahí, puedes construir conforme tus experiencias previas.

Menciónale algún vino o bodega que te haya gustado en el pasado y pídele que te ofrezca algo parecido, pero diferente. La frase que le tienes que decir podría sonar así: “Me gustaría gastar entre 20 y 30 euros, me encantó la última botella de Protos Reserva que me llevé, pero me gustaría probar algo distinto. ¿Qué tienes por ahí que me puedas recomendar?”.

Es posible que, en ese momento, sea el vendedor de la tienda el que levante la nariz delante de ti. Sólo te queda imitar ese gesto perfecto cuando abras la botella delante de tus amigos.

Héctor Izquierdo

Fuente: GQ

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