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Los gustos por ciertos alimentos están escritos en el ADN, y así lo demuestra una investigación japonesa que, además, ha encontrado unas alteraciones relacionadas con las preferencias y con enfermedades como cáncer o diabetes
La educación está en la base de nuestros comportamientos sociales: desde el habla hasta cómo nos movemos y, por supuesto, cómo nos relacionamos. También cómo y qué comemos depende de la educación, aunque en este caso intervienen más factores.
¿Por qué con entornos educativos iguales, por ejemplo entre hermanos, unos aguantan el alcohol como campeones mientras que otros sucumben casi al primer trago? ¿Por qué a unas personas les encanta el queso mientras que otros lo aborrecen? ¿Por qué hay quien toma café en grandes cantidades sin alterarle lo más mínimo y a muchos les altera o les sienta mal directamente? Para estos casos, la genética tiene la respuesta.
Un equipo de investigadores del Centro Riken de Ciencias Médicas Integrativas y de la Universidad de Osaka ha identificado ciertas variaciones genéticas relacionadas con determinados hábitos alimenticios. Además, algunas de esas alteraciones genéticas también están implicadas en cáncer y diabetes, dos enfermedades muy frecuentes y que están ligadas con la dieta.
Para su trabajo, los científicos, dirigidos por Yoichiro Kamatani, del Centro Riken, y Yukinori Okada, de la Universidad de Osaka, analizaron los hábitos alimenticios de más de 160.000 japoneses con el fin de comprobar si lo que comían estaba relacionado con sus genes. El procedimiento seguido fue inverso al habitual -a partir de una enfermedad intentar buscar regiones genéticas alteradas que justifiquen su existencia-, y a partir de los gustos de los sujetos incluidos indagaron en sus genes. "Lo que comemos define lo que somos, pero descubrimos que lo que somos también define lo que comemos", apunta Okada.
Utilizando datos genéticos de los participantes (reclutados por BioBank Japan, la cohorte nacional de genomas hospitalarios), los investigadores estudiaron asociaciones genéticas para 13 hábitos de alimentación, incluido el consumo de alcohol (no bebedores habituales), café, té verde, leche, yogur, queso, natto (un fermentado de soja típico de la cocina japonesa), tofu, pescado, verduras y carne. Encontraron asociaciones significativas en nueve localizaciones genéticas (posiciones de los genes en los cromosomas), y en estas detectaron otras diez asociaciones nuevas entre cinco lugares genéticos y ocho rasgos. El análisis de todo el conjunto reveló, además, que cinco de los lugares genéticos asociados con los rasgos de la dieta están implicados en múltiples enfermedades complejas humanas, como cáncer o diabetes. "Nuestros hallazgos proporcionan una nueva visión de la genética del consumo habitual", defienden los autores en el artículo que explica todo el trabajo y que ha publicado la revista 'Nature Human Behaviour' recientemente.
Los nueve lugares genéticos se asociaban al consumo de café, té, alcohol, yogur, queso, natto, tofu, pescado, verduras o carne. También encontraron correlaciones genéticas positivas entre comer queso y comer yogur. De las 10 nuevas asociaciones entre la dieta y el genoma, cuatro se relacionan con el consumo de café y tres con el alcohol. Se descubrió que el cambio en un solo componente de un gen (polimorfismo de un nucleótido, SNP) que se sabe que está asociado con el café y el alcohol, "está relacionado con un menor consumo de alcohol, natto, tofu y pescado, pero con el consumo más alto de café, té verde, leche y yogur", dice Okada.
Un equipo de investigadores del Centro Riken de Ciencias Médicas Integrativas y de la Universidad de Osaka ha identificado ciertas variaciones genéticas relacionadas con determinados hábitos alimenticios. Además, algunas de esas alteraciones genéticas también están implicadas en cáncer y diabetes, dos enfermedades muy frecuentes y que están ligadas con la dieta.
"Lo que comemos define lo que somos, pero descubrimos que lo que somos también define lo que comemos"
Para su trabajo, los científicos, dirigidos por Yoichiro Kamatani, del Centro Riken, y Yukinori Okada, de la Universidad de Osaka, analizaron los hábitos alimenticios de más de 160.000 japoneses con el fin de comprobar si lo que comían estaba relacionado con sus genes. El procedimiento seguido fue inverso al habitual -a partir de una enfermedad intentar buscar regiones genéticas alteradas que justifiquen su existencia-, y a partir de los gustos de los sujetos incluidos indagaron en sus genes. "Lo que comemos define lo que somos, pero descubrimos que lo que somos también define lo que comemos", apunta Okada.
Foto: Unsplash/@reneporter.
Menos pescado, más yogur
Utilizando datos genéticos de los participantes (reclutados por BioBank Japan, la cohorte nacional de genomas hospitalarios), los investigadores estudiaron asociaciones genéticas para 13 hábitos de alimentación, incluido el consumo de alcohol (no bebedores habituales), café, té verde, leche, yogur, queso, natto (un fermentado de soja típico de la cocina japonesa), tofu, pescado, verduras y carne. Encontraron asociaciones significativas en nueve localizaciones genéticas (posiciones de los genes en los cromosomas), y en estas detectaron otras diez asociaciones nuevas entre cinco lugares genéticos y ocho rasgos. El análisis de todo el conjunto reveló, además, que cinco de los lugares genéticos asociados con los rasgos de la dieta están implicados en múltiples enfermedades complejas humanas, como cáncer o diabetes. "Nuestros hallazgos proporcionan una nueva visión de la genética del consumo habitual", defienden los autores en el artículo que explica todo el trabajo y que ha publicado la revista 'Nature Human Behaviour' recientemente.
Los nueve lugares genéticos se asociaban al consumo de café, té, alcohol, yogur, queso, natto, tofu, pescado, verduras o carne. También encontraron correlaciones genéticas positivas entre comer queso y comer yogur. De las 10 nuevas asociaciones entre la dieta y el genoma, cuatro se relacionan con el consumo de café y tres con el alcohol. Se descubrió que el cambio en un solo componente de un gen (polimorfismo de un nucleótido, SNP) que se sabe que está asociado con el café y el alcohol, "está relacionado con un menor consumo de alcohol, natto, tofu y pescado, pero con el consumo más alto de café, té verde, leche y yogur", dice Okada.
¿Hacia una sociedad más saludable?
De la misma forma que el genoma recoge todo el material genético de un organismo, el fenoma comprende todos los rasgos observables (fenotipos). Con el fin de determinar si alguno de los SNP asociados con la dieta también estaba relacionado con enfermedades, los investigadores buscaron asociaciones y descubrieron que seis de los SNP estaban vinculados con al menos un fenotipo de enfermedad, incluidos varios tipos de cáncer y diabetes tipo 2.
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Okada está convencido de que estos resultados pueden ser beneficiosos para la sociedad a largo plazo, debido a que a partir de las preferencias genéticas por determinados alimentos "será posible identificar a personas con tendencias a consumos de riesgo, especialmente de alcohol, con lo que podemos ayudar a crear una sociedad más saludable".
Ahora que parece que la ciencia ya ha encontrado nuestro talón de Aquiles en su versión alimenticia, la pregunta es: ¿es éticamente aceptable utilizar esa información apelando al bien común? El debate, como la comida, está servido.
Ángeles Gómez
Fuente: Alimente - El Confidencial
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