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Hay una tienda en A Estrada que sabe a Venezuela y huele a nostalgia: vende cachitos, arepas, tequeños o hallacas y regala emociones a diario
Traspasar el umbral de la puerta de Shaggy es como teletransportarse a Venezuela en un instante. El negocio, situado en un pequeño local de la calle Justo Martínez, está especializado en bocados latinos. Concretamente, en recetas de comida rápida venezolana.
Dentro huele a arepas, a cachitos o a empanadas que saben a nostalgia. «En Venezuela en cualquier casa hay arepas. Se comen como aquí el pan. Las hay con todo tipo de rellenos, pero algunos tienen elaboraciones complejas y no se hacen a diario. Salir a comer arepas allá es un ritual», explica Ana María Sánchez. En febrero abrió en A Estrada un obrador de comida para llevar que se ha convertido en centro de peregrinación de la nutrida comunidad venezolana local, de muchos emigrantes retornados y de paladares curiosos con ganas de probar la cocina internacional.
Las arepas —de carne mechada, de pollo con aguacate, de pierna de cerdo al horno, de asado negro o de frijoles con queso blanco llanero— son uno de los platos fuertes, pero no el único. También tienen buena salida los tequeños, una especie de entremeses que en Venezuela son el alma de las fiestas. «Allá no hay fiesta sin tequeños», asegura Ana María.
Las empanadas —parecidas en la forma a las empanadillas españolas pero con harina de maíz y rellenos a veces muy elaborados—, los pastelitos, el patacón o tostón y los golfeados —exquisitos dulces almibarados con queso blanco llanero— son otras de las especialidades junto con el cachito. «El cachito es la joya de la corona. En Venezuela, todo el país olía a cachito. Es un pan semidulce con jamón york y bacon inventado por los portugueses que emigraron a Venezuela. En cualquier parte de Venezuela es el tentempié nacional desde las seis de la mañana», explica Ana María abriéndole el apetito a cualquiera.
En Shaggy —un negocio bautizado en memoria del hijo mayor de Ana, que era chef y vivía en Chile— también hay bebidas. «En verano, el papelón con limón es la gloria bendita», dice en alusión a una sencilla bebida típica venezolana que ha calado entre la juventud estradense.
Entrar en el negocio no solo es una apuesta culinaria. Para quienes alguna vez vivieron en Venezuela también tiene mucho de experiencia emocional, algo de lo que Ana María se siente especialmente orgullosa. «Hay gente que da un mordisco y se le salen las lágrimas», asegura la cocinera.
En diciembre se ofertarán hallacas y en el futuro se intentará el reparto a domicilio
Una administrativa con la que Ana trabajó muchos años en Venezuela le dio la idea de emprender en A Estrada con un negocio de comida de su tierra. «Ella hizo lo mismo en el sur de España. Fui a conocer su obrador en Nerja y me decidí. No tenía ni cómo pagar la renta del mes siguiente, pero unos primos de Estados Unidos me prestaron lo suficiente para arrancar», explica. «Fue todo muy complejo. Las obras se retrasaron, tuvimos que ir enterándonos de todas las normativas que no conocíamos... Tuvimos que abrir sin que el local estuviese como nos gustaría, pero había que ir arrancando», cuenta.
Al final, valió la pena. Ana María vive felizmente en A Estrada con su madre y sus hijos Oriana y Gabriel, que llevan el negocio con ella. Además, casi toda su familia está ahora asentada en Galicia. «Tenerlos cerca me da una sensación de tranquilidad que no soy capaz de explicar. Aunque estén en Lugo y al final no nos veamos mucho, el tenerlos cerca me da una seguridad interna muy grande. Siempre fuimos una piñita y ahora poder reunirnos en Navidad o saber que no están expuestos a robos o atracos es muy importante», dice.
Para la comunidad venezolana en A Estrada, la apertura del negocio también ha sido una grata sorpresa. Por el momento solo se ofrece comida para llevar que puede recogerse en el local de lunes a domingo de 11.30 a 15.00 horas y de 18.00 a 22.00. Los pedidos se pueden hacer por WhatsApp en el 613 839 763 o por Instagram en shaggy_bocadoslatinos. Con el tiempo, la familia espera poder entregar pedidos a domicilio y en diciembre ampliará su oferta con las míticas hallacas, un plato típico de la Navidad venezolana.
«Antes de esto eché millones de currículos y jamás me llamaron»
Ana María, que es una buscavidas en el mejor sentido del término, se ha reinventado varias veces para sacar adelante a su familia. En Venezuela estudió Sociología y trabajó en distintos puestos de administración y gerencia. Tras divorciarse, trabajó 14 años en el sector de la estética. «No me creo una superwoman, pero le di de comer y estudios a mis hijos con eso», cuenta. A Galicia llegó en busca paz, seguridad y un futuro mejor para sus hijos. «Mi padre es de Laias y mi madre de cerca de Maceda, pero ni ellos tenían visión de regresar a Galicia ni yo consideré nunca vivir en España. De pequeña vivía inmersa en la comunidad gallega y escuchaba mucho acerca de las dificultades para acceder al trabajo en España y de la precariedad. Cuarenta años después sigue pasando. Yo al llegar eché millones de currículos y jamás me llamaron», se sincera. «Yo ahorita estaría muy divina en Venezuela. Pero la vida no era una vida Todo era muy difícil económicamente y no se vivía tranquilo», recuerda.
Ana María aterrizó en A Estrada para echarle una mano en el negocio a un familiar, se reconvirtió en cocinera y en febrero abrió Shaggy junto con sus hijos Oriana y Gabriel. «Mucha gente que viene se queda con la melancolía de pensar que en Venezuela tenía otro oficio... Lo que toca, toca. Si no lo experimentas y no te atreves, te quedas ahí. Yo nunca fui cocinera. Cocinaba en mi casa, pero me decidí a hacer de esto un negocio», explica.
ROCÍO GARCÍA
Fuente: La Voz de Galicia
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