La reina de bastos representa en el Tarot de Rider Waite a una mujer saludable, que siempre está ocupada, fuerte, animada. Es una mujer inteligente con experiencias y conocimiento de la vida, que se puede hacer cargo de un hogar, de unos hijos, de un trabajo. Su energía es contagiosa y está llena de fuego interior. Es una dama influyente con don de palabras y don de gentes. Buena mano con los niños, los animales y las plantas. La buena mano de la reina de bastos, su autoconfianza, su capacidad de coordinar muchas cosas a la vez y su manera natural de hacer actuar nos invitan a reflexionar sobre el papel de lo femenino, de la mujer en la cocina.
La mujer cumple un papel muy importante en la alimentación humana. Desde que nacemos, nuestras primeras horas de vida se las debemos a ellas, quienes nos acercan a lo más básico de la alimentación humana: la leche materna. El primer contacto de un ser humano con la comida proviene de una mujer. Las mujeres primitivas fueron quienes domesticaron plantas y animales para alimentar a sus crías. En casi todas las culturas antiguas las mujeres eran las sanadoras, brujas, chamanas, curanderas, con mucha capacidad de contemplación y de aprender las cualidades de las plantas, de las raíces, de los alimentos. Las mujeres fueron las primeras ecónomas encargadas de guardar, prevenir, preparar y distribuir.
Las grandes cocinas siempre han estado en los hogares, se hicieron en los fogones de las amas de casa, el alimento de un hogar estuvo y sigue estando en buena medida a cargo de la mujer. Buena parte de los chef han heredado la pasión y conocimientos de sus madres, tías, nanas o abuelas. Muchos cocineros reconocen que los primeros sabores y olores, sus primeras memorias culinarias se las deben a alguna mujer.
Durante mucho tiempo el oficio de cocinero comercial fue llevado de mano de los hombres. Por un lado era considerado un trabajo que requería mucha fuerza física, largas horas de entrega y sacrificio y también capacidad gerencial. Por otro lado, a las mujeres no les interesaba repetir en el espacio público algo que ya era una obligación privada: cocinar. Por mucho tiempo el trabajo de lavar, cocinar y criar los hijos fue poco valorado (y en gran medida sigue siéndolo). La mujer no quería sentirse más esclava y entonces, cuando se abre al trabajo fuera de casa, desecha el de la cocina, cede ese espacio a los hombres porque no lo consideraba parte de su proceso de liberación.
Esto ha ido cambiando y cada vez más la mujer avanza en el ámbito de la gerencia y del trabajo gastronómico. La cocina es algo muy complejo que requiere de una sensibilidad Universal donde lo femenino debe estar presente.
En el oficio de los fogones una mujer por sus características femeninas tiende a proteger los valores de su entorno y los valores de su lugar. La naturaleza maternal propia de su genética, hace que le sea natural guiar una alimentación basada en la importancia de lo saludable, de lo nutricional, de lo armónico. A Las mujeres se les hace muy fácil moverse en una dualidad gastronómica: la de lo terrenal y cotidiano frente a lo mágico y volátil, moverse entre el cielo y la tierra. La forma de cocinar femenina es llena de gracia, belleza y armonía. Es intuitiva, perceptiva, contemplativa, natural, curva, con caderas.
Para cerrar el tema comparto con ustedes, una prosa poética que escribí un día acalorada entre fogones y feliz de ser una mujer cocinera:
“Cuando una mujer cocina, todo el tiempo se hace presente, se olvida el futuro, la cocina descansa como un grano de arena en el mismo lugar. Surge un oasis de agua profundas, cada gota de rocío es alimento, la ilusión se hace realidad y.... si por casualidad surge un beso...ese beso no es una casualidad... cuando una mujer cocina se entrega en la totalidad.
Cuando una mujer cocina, lo femenino genera seducción, el ingrediente adecuado, el momento oportuno, la sorpresa inesperada, la brisa de la noche, la luz de la mañana.
Cuando una mujer cocina, el gas se alquimiza en globos volando en un cielo azul, el jabón se transmuta en pompas de colores, la vajilla en platillos voladores viajando en el universo infinito, las piernas , en dos torres que esperan ponerse una lindas medias de malla para danzar al son de un bolero....
Cuando una mujer cocina, es la madre, la eterna, la inmortal. Es la sacerdotisa, la amante, la bruja, la que sabe ver " las pequeñas cosas". La que no controla, la que no domina. La mujer cuando cocina sabe ver en cada grieta, en cada instante, la huella de….. un Dios”.
Valentina Inglessis
No hay comentarios. :
Publicar un comentario