José "Pepe" Zuccardi es considerado uno de los grandes innovadores del negocio en la Argentina. En diálogo con este medio, brindó su visión sobre el mercado, las perspectivas que se abren para el vino con sello nacional y también, sus variedades preferidas a la hora del disfrute
Hace casi 50 años, cuando el paisaje mendocino distaba mucho del boom de fincas que se puede observar hoy en día, Alberto Zuccardi inició el camino de una bodega que, décadas más tarde, pasó a ser sinónimo de innovación en materia vitivinícola.
Allí, por ejemplo, comenzaron desarrollando nuevos sistemas de irrigación, generando una pequeña revolución tecnológica en esta industria mendocina, teniendo en cuenta que el agua históricamente fue un recurso estratégico en esa provincia.
Ya en los ´70, su hijo José se sumó al proyecto familiar y su participación fue clave para sortear la crisis de los ´80 y sumarse al proceso de reconversión que vivió toda la industria una década después.
Hoy por hoy, el 65% de la facturación de Zuccardi proviene de las ventas al mundo, que en 2009 superaron los u$s36 millones, lo que la convirtió en la bodega de mayor crecimiento y la posicionó entre los tres principales establecimientos exportadores del país.
Con una fuerte apuesta por la calidad, la bodega conjuga un fuerte dominio en los mercados internacionales con una firme tendencia a continuar explorando cepas realmente exóticas, dado que actualmente está experimentando con más de 30 variedades poco conocidas.
En este contexto, Vinos & Bodegas dialogó con José “Pepe” Zuccardi. Su visión del negocio, el futuro del Malbec y el perfil de los nuevos vinos argentinos, algunos de los ejes de la charla.
-En lo que va del año, la línea Fuzion se convirtió en la segunda más exportada por la Argentina. ¿Qué podés comentar de estos vinos?
-Realmente las exportaciones de Fuzion han crecido con fuerza en los últimos años, en parte porque es un rango de vinos que está conformado por distintos niveles: tenemos Fuzion Alta, Varietal, Bivarietal y Orgánica. Es un estilo de vinos que refleja, en toda su magnitud, lo que es capaz de producir la Argentina, es decir, productos elaborados con uvas sanas y con su punto justo de madurez. Con complejidad, elegancia… Es una muestra de lo que esta región puede proveer al mundo, dado que está vendiéndose en 45 países.
-Ustedes son famosos por experimentar, ¿qué variedad hoy casi desconocida creés que puede ser la gran sorpresa en los próximos años?
-Realmente estamos desarrollando muchos varietales nuevos, como el Caladoc, que es una variedad originaria de Francia, resultado del cruzamiento genético entre el Malbec y laGrenache negra, o el Ancellotta. Pero lo cierto es que tenemos más de 30 cepas distintas de todo el mundo en fase de experimentación, dentro del proyecto que llamamos “Santa Julia Innovación”, al que destinamos 30 hectáreas de viñas.
-Muchos gurúes y bodegueros dicen que la Bonarda tiene un potencial similar al Malbec...
-Creo que la Bonarda tiene un gran potencial y hay que saber desarrollarlo. Lo bueno es que tenemos viñedos muy antiguos en el país, lo que habría que hacer es ir reduciendo los rendimientos. En nuestro caso confiamos mucho en la Bonarda, estamos muy entusiasmados con los vinos que elaboramos con la uva.
-Siendo un bodeguero que apuesta a la innovación, ¿cómo hizo la industria para dejar el viejo estilo de hacer vinos y desarrollar uno nuevo?
-La clave es que la calidad del vino creció enormemente en las últimas décadas. Sin embargo, paralelamente, fuimos teniendo un consumidor mucho más exigente, que requirió día a día vinos de más calidad. Esto fue bueno, porque incentivó a la vitivinicultura a dar respuestas. La Argentina en los años ´40 no estaba inserta en el mundo, era un país aislado. De allí hasta ahora, el negocio cambió demasiado. Pasamos por la etapa de masificación de vinos y ahora estamos en el período de internacionalización, con un gran foco en la calidad.
-¿Hay riesgos de perder el sello nacional por globalizarnos?
-Antes que nada quiero destacar que en la Argentina, por su clima, podemos producir vinos con fruta intensa, dada la madurez que logran las uvas. Igualmente, sin perder la elegancia. Por eso,creo que la Argentina es la mezcla del Viejo y el Nuevo Mundo. Esta mezcla cultural se ve en los vinos. Tenemos, en términos de la enología, la libertad de los jóvenes, pero también la tradición de lo clásico. Y el Malbec y el Torrontés que estamos produciendo son un reflejo de identidad, de marca país.
-¿Cómo te imaginás que va a ser un Malbec de Zuccardi en diez años? ¿Igual que ahora o distinto?
-Nosotros, sin dudas, vamos profundizando la calidad de nuestros vinos. Vamos experimentando cualitativamente en las mejores regiones y esto lo podemos hacer porque tenemos un equipo de enólogos y agrónomos, que yo llamo los sub 30, que tienen una experiencia y una visión que en nuestra época pocos tenían a esa edad. Este grupo de gente es la que va a generar vinos con más carácter y más calidad.
-Y el Malbec hoy, ¿dónde está? ¿Cuánto techo tiene?
-El alcance del Malbec está íntimamente ligado a la calidad que seamos capaces de transmitir al mundo. Todavía es una categoría pequeñita en el mercado y depende de nosotros que crezca mucho más. Sí podemos asegurar que no es una moda. Llegó al mundo para quedarse.
-¿Qué puntos débiles en cuanto a lo que es la producción ves en la Argentina?
-Más que puntos débiles o errores yo me enfocaría en lo que nos queda por descubrir. Hay mucho camino por delante, tenemos que investigar nuevas regiones, nuevos terroirs, específicos para ciertas variedades. Para ello es clave el crecimiento profesional de los enólogos y agrónomos.
-En el plano de lo coyuntural, ¿cómo les está impactando el tema de los costos?
-Estamos teniendo un año donde los valores de las uvas y los vinos crecieron sustancialmente y ha habido aumentos de valores en muchos de los insumos. En este contexto, el tipo de cambio se ha mantenido estable. Esto nos ha obligado a elevar los niveles de precios y habrá que evaluar los resultados de estas subas. Ver si perdemos o no mercado. Pero lo cierto es que no tenemos otra alternativa a la hora de vender al exterior
-El inconveniente es que la tasa de mortalidad de bodegas es mayor que el de natalidad, ¿cómo ve este fenómeno?
-Siempre el mercado de vinos se ha caracterizado por ser muy diverso. A diferencia del negocio de las bebidas industriales, el consumidor en el vino busca diversidad, busca variedades, regiones, productores. Siempre saldrán del negocio marcas y nacerán nuevas. Esta es una característica del vino y da al consumidor una oferta muy grande que se renueva, porque estamos en las antípodas de las bebidas industriales. Abrir un vino es una experiencia única, mientras que la mayor virtud de los productos que se hacen en serie es que son siempre iguales.
-¿Qué tipo de vino disfrutás beber en la intimidad, con amigos?
-Una variedad que quiero mucho es el Tempranillo. Era considerada de baja calidad y, de alguna manera, le devolvimos lustre. Otro vino que me gusta es el Viognier, que trajimos al país a principios de los ´90. Con esta cepa elaboramos varietales, blends, espumantes y fortificados. Para terminar, no podría ser de otra manera, disfruto de los buenos Malbec.
Ya en los ´70, su hijo José se sumó al proyecto familiar y su participación fue clave para sortear la crisis de los ´80 y sumarse al proceso de reconversión que vivió toda la industria una década después.
Hoy por hoy, el 65% de la facturación de Zuccardi proviene de las ventas al mundo, que en 2009 superaron los u$s36 millones, lo que la convirtió en la bodega de mayor crecimiento y la posicionó entre los tres principales establecimientos exportadores del país.
Con una fuerte apuesta por la calidad, la bodega conjuga un fuerte dominio en los mercados internacionales con una firme tendencia a continuar explorando cepas realmente exóticas, dado que actualmente está experimentando con más de 30 variedades poco conocidas.
En este contexto, Vinos & Bodegas dialogó con José “Pepe” Zuccardi. Su visión del negocio, el futuro del Malbec y el perfil de los nuevos vinos argentinos, algunos de los ejes de la charla.
-En lo que va del año, la línea Fuzion se convirtió en la segunda más exportada por la Argentina. ¿Qué podés comentar de estos vinos?
-Realmente las exportaciones de Fuzion han crecido con fuerza en los últimos años, en parte porque es un rango de vinos que está conformado por distintos niveles: tenemos Fuzion Alta, Varietal, Bivarietal y Orgánica. Es un estilo de vinos que refleja, en toda su magnitud, lo que es capaz de producir la Argentina, es decir, productos elaborados con uvas sanas y con su punto justo de madurez. Con complejidad, elegancia… Es una muestra de lo que esta región puede proveer al mundo, dado que está vendiéndose en 45 países.
-Ustedes son famosos por experimentar, ¿qué variedad hoy casi desconocida creés que puede ser la gran sorpresa en los próximos años?
-Realmente estamos desarrollando muchos varietales nuevos, como el Caladoc, que es una variedad originaria de Francia, resultado del cruzamiento genético entre el Malbec y laGrenache negra, o el Ancellotta. Pero lo cierto es que tenemos más de 30 cepas distintas de todo el mundo en fase de experimentación, dentro del proyecto que llamamos “Santa Julia Innovación”, al que destinamos 30 hectáreas de viñas.
-Muchos gurúes y bodegueros dicen que la Bonarda tiene un potencial similar al Malbec...
-Creo que la Bonarda tiene un gran potencial y hay que saber desarrollarlo. Lo bueno es que tenemos viñedos muy antiguos en el país, lo que habría que hacer es ir reduciendo los rendimientos. En nuestro caso confiamos mucho en la Bonarda, estamos muy entusiasmados con los vinos que elaboramos con la uva.
-Siendo un bodeguero que apuesta a la innovación, ¿cómo hizo la industria para dejar el viejo estilo de hacer vinos y desarrollar uno nuevo?
-La clave es que la calidad del vino creció enormemente en las últimas décadas. Sin embargo, paralelamente, fuimos teniendo un consumidor mucho más exigente, que requirió día a día vinos de más calidad. Esto fue bueno, porque incentivó a la vitivinicultura a dar respuestas. La Argentina en los años ´40 no estaba inserta en el mundo, era un país aislado. De allí hasta ahora, el negocio cambió demasiado. Pasamos por la etapa de masificación de vinos y ahora estamos en el período de internacionalización, con un gran foco en la calidad.
-¿Hay riesgos de perder el sello nacional por globalizarnos?
-Antes que nada quiero destacar que en la Argentina, por su clima, podemos producir vinos con fruta intensa, dada la madurez que logran las uvas. Igualmente, sin perder la elegancia. Por eso,creo que la Argentina es la mezcla del Viejo y el Nuevo Mundo. Esta mezcla cultural se ve en los vinos. Tenemos, en términos de la enología, la libertad de los jóvenes, pero también la tradición de lo clásico. Y el Malbec y el Torrontés que estamos produciendo son un reflejo de identidad, de marca país.
-¿Cómo te imaginás que va a ser un Malbec de Zuccardi en diez años? ¿Igual que ahora o distinto?
-Nosotros, sin dudas, vamos profundizando la calidad de nuestros vinos. Vamos experimentando cualitativamente en las mejores regiones y esto lo podemos hacer porque tenemos un equipo de enólogos y agrónomos, que yo llamo los sub 30, que tienen una experiencia y una visión que en nuestra época pocos tenían a esa edad. Este grupo de gente es la que va a generar vinos con más carácter y más calidad.
-Y el Malbec hoy, ¿dónde está? ¿Cuánto techo tiene?
-El alcance del Malbec está íntimamente ligado a la calidad que seamos capaces de transmitir al mundo. Todavía es una categoría pequeñita en el mercado y depende de nosotros que crezca mucho más. Sí podemos asegurar que no es una moda. Llegó al mundo para quedarse.
-¿Qué puntos débiles en cuanto a lo que es la producción ves en la Argentina?
-Más que puntos débiles o errores yo me enfocaría en lo que nos queda por descubrir. Hay mucho camino por delante, tenemos que investigar nuevas regiones, nuevos terroirs, específicos para ciertas variedades. Para ello es clave el crecimiento profesional de los enólogos y agrónomos.
-En el plano de lo coyuntural, ¿cómo les está impactando el tema de los costos?
-Estamos teniendo un año donde los valores de las uvas y los vinos crecieron sustancialmente y ha habido aumentos de valores en muchos de los insumos. En este contexto, el tipo de cambio se ha mantenido estable. Esto nos ha obligado a elevar los niveles de precios y habrá que evaluar los resultados de estas subas. Ver si perdemos o no mercado. Pero lo cierto es que no tenemos otra alternativa a la hora de vender al exterior
-El inconveniente es que la tasa de mortalidad de bodegas es mayor que el de natalidad, ¿cómo ve este fenómeno?
-Siempre el mercado de vinos se ha caracterizado por ser muy diverso. A diferencia del negocio de las bebidas industriales, el consumidor en el vino busca diversidad, busca variedades, regiones, productores. Siempre saldrán del negocio marcas y nacerán nuevas. Esta es una característica del vino y da al consumidor una oferta muy grande que se renueva, porque estamos en las antípodas de las bebidas industriales. Abrir un vino es una experiencia única, mientras que la mayor virtud de los productos que se hacen en serie es que son siempre iguales.
-¿Qué tipo de vino disfrutás beber en la intimidad, con amigos?
-Una variedad que quiero mucho es el Tempranillo. Era considerada de baja calidad y, de alguna manera, le devolvimos lustre. Otro vino que me gusta es el Viognier, que trajimos al país a principios de los ´90. Con esta cepa elaboramos varietales, blends, espumantes y fortificados. Para terminar, no podría ser de otra manera, disfruto de los buenos Malbec.
Juan Diego Wasilevsky
fuente: iprofesional.com
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