Lo admito, me encanta mantener la cocina como una tacita de plata, pero esto puede ser una tarea agotadora, especialmente cuando de desinfección se trata. En el supermercado encontramos una amplia gama de productos para que la tarea resulte más sencilla, pero hay un detalle que puede entorpecer cualquier intento de desinfección: el paño de cocina.
De nuestras madres y abuelas aprendimos a tener uno o varios “paños” en la cocina y éstos sirve para varios propósitos: adornar nuestros gabinetes, secar las manos y los trastos que lavamos, y limpiar los derrames. Seguramente ustedes tienen otras funciones así que siéntase libre de enumerarlas.
El problema con estos paños es que suelen permanecer mucho tiempo en las condiciones más inadecuadas y esto da pie al desarrollo y crecimiento -muy apresurado- de los enemigos de la limpieza y de nuestra salud: bacterias
Pongamos un ejemplo. Estamos preparando una merengada y se nos derrama un poco de leche sobre el mesón. El paño rápidamente repara la falla. Luego de disfrutar la merengada, lavamos el vaso de la licuadora y lo secamos para guardarlo, probablemente utilizando el mismo paño. Si se derramó agua durante el acto de fregar, el paño seca los alrededores y, finalmente, al terminar nuestro trabajo en la cocina, el paño sirve para secarnos las manos y colgarlo sobre el gabinete como acto simbólico de que terminamos la jornada de ese día. ¿Les resulta familiar?
Ahora les cuento lo que un ojo experto deduce del procedimiento: Al limpiar la leche, restos de azúcar, grasa y proteínas se adhieren al paño –haciendo el entorno perfecto para alimentar a un batallón de bacterias-. Como todo en la cocina suele estar cerca de las hornillas, se suele tener una temperatura tibia -digamos unos 36° C temperatura ideal para desarrollar bacterias-, y como el paño no es estéril y la cocina tampoco, los microorganismos encuentran el lugar perfecto para crecer rápidamente.
Si este escenario no es lo suficientemente aterrador, les comento que al secar los utensilios y las manos con este paño diseminamos cientos de colonias de estas bacterias, que estarán listas para crecer en el momento en que les den oportunidad.
Es posible que sufran un ligero ataque de pánico al leer esto, a mí me pasó. Pero algunos prácticos consejos les ayudarán a minimizar los riesgos:
- Los paños de tela quedan hermosos en los gabinetes, déjenlos allí y utilícenlos sólo para secar las manos.
- Permitan que sus platos y utensilios sean inteligentes: Déjenlos secar al aire libre: créanme, eso es menos riesgoso.
- Utilicen paños desechables para limpiar los “accidentes” que inevitablemente ocurren en la cocina.
- Cambien con una frecuencia, no mayor a 15 días, la esponja para fregar. Hay algunas en el mercado que poseen aditivos “antibacteriales” que retrasan el crecimiento de microorganismos, se las recomiendo.
- Bajo ninguna circunstancia dejen “remojando” la esponja de fregar en un recipiente con agua y jabón; éste es el perfecto caldo de cultivo para que las bacterias se desarrollen.
- Utilicen su nariz como detector. Si percibe algún olor desagradable, descártelo de inmediato.
- La vista también los puede orientar, utilicen paños de colores claros. Manchas pardas o negras son un mal indicio, lave con agua caliente para minimizar los riesgos.
Para concluir amigos, traten de mantener el área de trabajo bien limpia, y si se derrama algún líquido límpielo de inmediato. Utilicen el limpiador de su preferencia y después pasen un paño limpio para eliminar los residuos y prevenir que entren en contacto con los alimentos.
Este es el primer paso para una alimentación sana y una cocina hermosamente decorada.
Hasta la próxima.
Mariángel Paolini
Bitacoras. com: venezuela, gastronomia, tecnologia de alimentos
1 comentario :
Amiga, excelente post.
Muy similar a lo que sucede en una estación de café espresso con el residuo de leche que queda en el vaporizador.
El conocimiento de la "contaminación" es más importante que el mismo dominio del fogón.
Gracias por compartir esta información.
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