¿Saben cuál es el país que es reconocido a nivel mundial como el maestro de los helados? Italia.
Este país no sólo ostenta el título del país de las pastas y de las pizzas, también de los helados o, como ellos los llaman, los gelati (gelato). Pero, al igual que la pasta y las pizza, sus orígenes no estuvieron en Italia, ellos simplemente supieron ver el potencial de un producto para crear una cultura gastronómica que llevara su sello. El origen del helado está en la China.
Cremosos, exquisitos, insuperables, unas obras de arte culinaria son algunos de los calificativos que se suelen escuchar sobre el gelato. No hay ciudad ni provincia en Italia que no tenga una Heladería y que mantengan la tradición italiana de una producción de helados libre de conservantes químicos, colorantes o saborizantes. Los gelati son naturales y artesanales, aún cuando existan empresas que preparan helados en cantidades industriales. Un helado italiano ofrece una cremosidad reconocida a nivel mundial.
Pero el origen de los helados no estuvo en manos de los italianos, fueron los chinos quienes preparaban un alimento refrescante con nieve, frutas, leche y/o miel; de hecho, quienes consumían esta preparación eran las familias más pudientes y respetadas de la sociedad. Aunque es importante aclarar que hay un grupo de historiadores que atribuyen la creación del helado a los Romanos, quienes preparan helados con la técnica similar a la de los chinos, la historia dice que fue el rey Tang de Shang quien inventó el helado cuando ordenaba mezclar la nieve con leche. De allí pasó a la India y a los países árabes, popularizándose al poco tiempo entre turcos, árabes, persas, hindús y chinos.
¿Cuándo entra Italia en todo esto? Cuando Marco Polo -a quien Italia le debe sus más importantes patrimonios gastronómicos- regresa a su país con algunas recetas de este alimento refrescante que descubrió en Oriente. Poco tiempo pasó para que los italianos tomaran en sus manos estas recetas y la perfeccionaran. Para ese entonces, el helado era un manjar exquisito y exclusivo de la nobleza, la plebe no comía este manjar, ya que, en primer lugar, los cocineros reales se dedicaban con gran empeño en lograr la cremosidad adecuada (la entrada de poco aire), y en segundo lugar porque mantener la consistencia del helado no era un proceso accesible para el pueblo.
El helado italiano llegó a tener tanto auge en la alta sociedad de este país, que Catalina de Médicis, luego de ser esposada con Enrique II, mandó a traer a sus cocineros italianos para que le preparan los helados de los cuales ella presumía. Resulta un poco irónico que Francia, cuna de la gastronomía mundial, conociera el helado de la mano de una noble italiana y que la primera heladería la abriera un italiano, Francisco Procope, en Francia. En pocos años, europa disfrutaba de este postre que sólo sabían preparar los italianos. Supieron guardar muy bien su secreto culinario hasta mediados del siglo XVIII en que la técnica y las recetas fueron de uso popular. ¡Al fin el helado pasaba a ser un alimento que todos podían consumir!
En otros países se preparan helados deliciosos que no tendrían nada que envidiarle a un helado italiano; pero les puedo asegurar que luego de probar un gelato de una típica heladería italiana, algo se fija en la memoria gustativa de uno que hace casi imposible encontrar ese sabor y cremosidad en otra heladería... a menos que compren otro helado justo al lado de la primera heladería italiana.
Hasta la próxima
Walezca Barrios
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