Definitivamente “en el mar la vida es más sabrosa”, reza un dicho popular. Razones de sobra existen para aseverar que, incluso para mí, es más que eso, es placer, olor, colores, arena, sol, salitre, e infinidad de adjetivos que se nos presentan cuando tenemos la oportunidad de vivir una experiencia al son del vaivén del mar. Degustar la gastronomía costera tiene su recompensa, manjares autóctonos en cada lugar hace que uno dude qué pedir: ostras, frituras mixtas, calamares, camarones, hervido de pescado, ceviches, pescado fritos, etc.; incluso uno pierde la educación a la hora de comer, les pregunto, ¿existe algo más sabroso que comerse un pescado frito, tostadito, doradito, humeante, carnoso, con los dedos? La decencia al comer es ignorada, dándole paso a nuestros más profundos orígenes primarios, cuando el hombre debía comer y ya, saciarse, sin el manual de Carreño a cuesta, sin normas que nos obligue a comer semejante manjar como dictan las normas de educación. Lo disfruto de sobremanera, ¡se los juro! Esto aunado a un conjunto de extras que hacen el complemento perfecto, la brisa marina, el olor a mar, el sol con todo su esplendor, incluso el olor a coco del bronceador de la vecina, hace que todo sea un caudal de sensaciones olfativas sólo presentes en el mar.
Sé que pueden estar pensando que éste es un artículo sobre manjares culinarios, pero no es así, el preámbulo a estas líneas es parte de lo que adorna el servicio que uno encuentra en los alrededores de los hoteles, generalmente son ofertas de menús más bien parecidos a los de un chiringuito como dirían en España, o de una taguarita como diríamos en Venezuela, pero debo confesar que son lo máximo. En lo referente a mi búsqueda sobre los panes, sus formas y calidades, podría parecer extraño que la panadería de los hoteles de alto nivel se observa una dedicación que bien vale la pena mencionar. Generalmente, estos hoteles cuentan con una infraestructura capaz de albergar tanto cocina caliente, suerte de laboratorio para los chef, como la cocina fría, o aquella encargada de deleitarnos con ensaladas, carpaccios, salsas e infinidades de abrebocas, como igualmente contar con la panadería y pastelería, con la responsabilidad de abrir y cerrar aquello a lo que fuimos: a comer, a disfrutar y, por supuesto, a recordar.
En el Hotel Marriott Playa Grande saben lo que hacen en la panadería. Ubicado en el Estado Vargas, frente a la inmensidad del mar caribe, la vista se pierde en el horizonte, ese mismo que nos hace ser dueños de kilómetros de costas ricas en gastronomía y cultura, muy afortunados y poco lo sabemos. Es un oasis entre tanto caos que reina en la zona, el ruido de los aviones surcar nuestros aires y la presencia de tantos idiomas en sus espacios nos hace recordar que las tripulaciones de las líneas aéreas internacionales tienen allí su merecido descanso.
La utilización de masa madre y fermentación controlada me reafirmó el porqué los panes son tan especiales. Tuve la oportunidad de conversar con Alfredo, el joven artífice de los panes en el Hotel, y con el Sr. Campo Valencia, Chef Ejecutivo, los cuales me dispensaron la información que requería para dicho artículo. Alfredo, de formación autodidacta y con experiencia en panaderías de las que suelo llamar guerreras, le brota la pasión por la elaboración de los panes al tener su propia filosofía de crear maravillas panarias. No menos cierto, me comenta, es que el hotel tiene estándares internacionales en cuanto al departamento de Alimentos y Bebidas, y a su vez en cuanto a la formulación de panes y bollerías.
Panes siempre tibios y frescos, basta tomar el desayuno y darse cuenta que están recién hechos. Panes de zanahoria, de especias, blancos, ají dulce, pimentón roles de canelas, bollería, son algunos de los sabores que encontraremos, texturas de migas suaves, con equilibrio perfecto en la utilización de la sal y la azúcar, horneo acorde a cada tipo de pan, niños y adultos podrán disfrutar de hamburguesas y perros calientes con panes elaborados en el mismo hotel, algo que me sorprende ya que estos panes generalmente son elaborados de manera industrializada, logrando niveles de estandarización y costos realmente bajos con respecto a los elaborados de manera artesanal.
Si tienen la oportunidad de pasar unos días de descanso en el hotel de su elección, no deje que la curiosidad gastronómica solo los limite a los platos principales, quizás allí no está la esencia de la buena mesa, a pesar que es lo que esperamos. Productos tan sencillos pero bien elaboradas como los panes, serán una gran sorpresa en estos hoteles, solos o con mantequilla, con mermeladas o miel, sumergidos en café con leche o en un chocolate caliente será un gran placer que deseará repetir todos los días, y sentirá como necesidad pedirle al mesonero: “Otra cesta de pan, por favor!”
Humberto Silva
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