Foto suministrada por foter.com, autor avlxyz / Flick |
Cinecitta o la ciudad del cine, lugar donde las grandes producciones de Roberto Rossellini, Federico Fellini, y otros, encontraban a lo Hollywood los espacios y escenarios para recrear lo grandioso del cine italiano, ese que siempre cautivó a los cinéfilos. Como pueden ver mi primera vez en Roma fue a 9 km del centro histórico y turístico de la ciudad, la razón, en la periferia vivía mi familia en aquellos años. Alejado de lo que atrapa y cautiva a los turistas, mis paseos eran por la vía Tuscolana, nombre desconocido para muchos que van a maravillarse con monumentos del Imperio Romano, en cambio por la Tuscolana eran los paseos habituales cuando nos tocaba visitar a la familia, parques, plazas y mucho sabor romano. El calor rondando los 40 grados centígrados hacían de esas vacaciones un verdadero suplicio, pero empezaba a dejar en mi la curiosidad por el buen comer y por adéntrame a la Roma que los turistas no conocen.
Con los años mi familia se mudo a otra provincia, pero siempre a Roma volvería una y otra vez, nunca me cansaría de visitarla, es como ese primer amor que sabemos donde esta, y hacemos todo lo posible para verle, para estar cerca y constatar que con los años se hace mas atractiva, mas apetecible, mas deseada. Pasear por Villa Borghese era común antes de entrar a recorrer sus famosas calles. Via Condotti, con sus centenares de exclusivas tiendas de afamados diseñadores, hacen suspirar a más de un transeúnte. Que decir de La Via Veneto, aquella que hizo famosa a la película de Federico Fellini La Dolce Vita, convirtiendo la zona en cafés y tiendas de lujos. Que sabroso es descansar en las escalinatas de Trinita dei Monti, y sentarse a observar sus alrededores, la masa de turista que abarrota a la ciudad y como la Piazza Spagna se ve magnifica, imponente, y sobria. No se si el embrujo de la Fontana de Trevi, lo hace a uno regresar o es que en efecto lanzar una moneda en ella, cumple el deseo de volver a verla. Cualquiera que se la respuesta, nos hace volver.
Roma es fascinante, llena de cultura por doquier, con tanta historia arraigada en sus raíces que sientes el paso de un imperio tan grande que en oltre mare dejaba su paso y su sello, demostrando la grandeza y poderío de los romanos Al pasar los años siempre que tengo la oportunidad de visitarla es encontrarme con una vieja amiga, y vaya que es vieja, pero a sabido como con los años mantenerse como uno de los destinos turísticos mas visitados de Europa. Como toda gran ciudad su silueta es atravesada por un río que es el alma de la ciudad, El Tiber o el Tevere para los italianos, majestuoso, imponente y domado por el mármol de sus puentes y confidente silente de cuantos enamorados encuentran en sus espacios, el lugar idóneo para conquistar a lo italiano.
Pasear Roma de noche es una de las cosas mas increíble que he podido disfrutar, por supuesto con la libertad de sentirse acompañado por un cicerón, de esos que conocen la historia de cada esquina, de cada monumento, de cada iglesia, sin duda una fortuna conocer la ciudad como un romano. No hay como empezar la noche en un café frente al Coliseo Romano, iluminando cada uno de sus arcos y sentir la historia de tantas almas gritando a su emperador, muerte, muerte, como divertimento propio del las fiestas circenses, del pan y circo.
Pareciera que en ese momento por efecto de la magia de tan colosal obra uno sintiera escuchar el sufrimiento de aquellos que cayeron abatidos por gladiadores, animales salvajes y por cuantas formas inimaginables de tortura y lucha. Solo tener enfrente al Coliseo Romano nos da la sensación que la noche será interesante, que si ese es el aperitivo como será el digestivo, tan intenso como la propia noche, tan llena de cultura como la ciudad misma, tan inolvidable como la propia historia.
Continuar la noche haría obligatorio ir a Piazza Navona, pocos turistas y mucha juventud romana abarrotando los establecimientos que bordean la famosa obra de Gian Lorenzo Bernini, la “Fontana dei Quattro Fiumi”, y haciendo de sus fuentes un ambiente fresco y amable en las noches de verano. La cena no se haría esperar, pastas de ciento de formas y sabores, ofrecerían las cartas en los restaurantes, al igual que pizzas y risottos como marca indeleble de que son platos nacionales, vinos de la tierra adornarían la mesa, buena conversación y la certeza que la noche será única y espectacular. Luego de recorrerla por todos sus rincones y disfrutarla hasta el agotamiento, el final de una noche romana no llega a su fin sin antes comer un Cornetto Ripieno, esa suerte de croissant italiano relleno de chocolate, confitura de frutas o simplemente con crema pastelera, hace que las noches romana tengan su dosis de dulzura.
Lo mas extraordinario de los cornettos que pude haber probados en esas noches de farra romana, eran que se compraban directamente al panadero que a las cuatro de la mañana y por medio de una pequeña ventana dispuesta en el área de producción vendía los primeros producto que elaboraba, calientes, suaves, con el relleno escapando por los costados de la comisura de la boca, como síntoma inequívoco de su contenido, a esa hora el placer de la dulzura se apodera de los sentidos, como una antesala al descanso, al sosiego, al placer de estar en Roma y la certeza que un nuevo día nos espera.
¡Buen Provecho!
Humberto Silva
Maestro Panadero
No hay comentarios. :
Publicar un comentario