El Gourmet Urbano: ¿Cómo comerse un helado?

miércoles, 16 de enero de 2013

¿Cómo comerse un helado?

Pretender enseñarle a comer helado a la gente es una tarea definitivamente osada que incluso raya en la ridiculez. Y es que el helado es uno de los postres más populares que yo he conocido. Es fácil encontrar a quien no le guste la torta, el chocolate, los panquecitos, los postres ácidos, las frutas, en fin para cada postre casi siempre he encontrado al menos dos personas a las que no les gusta, pero para el helado? ¡Nada! Todavía yo no me he topado con la primera persona a la que no le guste el helado.

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Tal vez este espacio sirva para conocer a alguien así, aunque realmente no sea el propósito. Igual podría invitarla a comer un helado para que me explique qué por qué no le gusta el helado. El caso es que ante tanta gente que le gusta el helado, es complicado que con toda la humildad que me caracteriza yo pudiera dar unas instrucciones precisas de cómo disfrutar un helado que fueran compartidas por mis lectores. Sobre todo porque hay muchas clases de helados y gustos para cada uno de ellos:
 
La paleta de las cordales; el helado de palito de los partidos de fútbol; el helado de vasito; el cono que es vendido por un carrito con una música insoportable que se hace agua la boca de cualquier niño; el helado que se bate en la casa; el cholao (muy conocido en mi tierra natal, Cali); el elegante combinado de sabores, frutas, mieles, arequipe, chantilly o cualquier otro ingrediente que te vacía el bolsillo mientras te saca sonrisas en un restaurante; el que disfrutas con tu novia mientras caminas por un parque; el que haces fila en una fría ciudad; el de frutas; el de chocolate; el que trae frutas de verdad mezcladas; el de yogurt; la galleta rellena de helado; el que haces en las cubetas del hielo; el de marca; el de café y la porción personal de un litro para la noche de películas en casa. Sólo por nombrar algunos.
 
Lo que quiero decirles es que hay una variedad enorme y una demanda igual o mayor que expone sus gustos en un abanico que sería difícil de procedimentar. De hecho no es importante hacerlo, cada quien que disfrute el helado a su manera. Es importante aprovechar al máximo la buena compañía que sugiere un helado:
  1. Elija el lugar donde se lo va a comer. Esto está directamente relacionado con el helado que se quiere comer y si va a satisfacer un antojo previo. Aunque también es bueno encontrarse un helado en el momento inesperado e impulsivamente comprarlo. Un aeropuerto es un buen lugar para comer helado, por ejemplo.
  2. Ahora elija el sabor de helado que va a comer. Cuando un helado es compartido (con su pareja), es como la extensión de un beso. Es como si sus labios se fundieran con la crema y en el momento en que su pareja pasa su lengua por el aire que encierra la crema dejando finas figuras en él, es como si recorriera sus labios. Esto es importante porque como en los besos el sabor sí importa. Les debe gustar a ambos el sabor del helado y entonces el beso extendido será plenamente disfrutado.
  3. Sostenga los bocados de helado el tiempo suficiente en su boca para que el azúcar, la grasa del helado, o los químicos del chocolate (yo prefiero el arequipe o las frutas, ella prefiere la vainilla) logren liberar las endorfinas que aliviarán el dolor, el estrés y la ansiedad, que en un aeropuerto podrían ser generados por una partida o por una llegada. Permita que el helado lo haga feliz. Esto para mí es medio mítico (lo de las endorfinas y la felicidad), pues hasta ahora no he leído el primer estudio serio que demuestre la veracidad de la afirmación, pero en todo caso, cada quien tiene derecho a creer en sus mitos y muchos de ustedes incluso corroborarán la tesis.
  4. Con lentitud presione la crema en el fondo de la galleta y cuando quede suficiente para el regreso a casa termine el ritual del helado (o mejor dicho interrúmpalo por un instante). Un helado compartido cuando queda iniciado deja un vínculo.
  5. Cuando el helado deje de ser el distractor que tenía su cabeza y su gusto alejados de la situación real, cuando las endorfinas hayan adormecido un poco su juicio y pueda con valentía y algo de felicidad mezcladas mitigar un poco el dolor, despídase (como pueda hacerlo, pero sin sobrepasar el tiempo que el helado es capaz de estar en su mano sin derretirse).
  6. Camino a casa el sabor del helado mezclado con la sal de una lágrima suya o de ella (no es del todo claro) ya no lo satisfará, pero dormirá un poco su lengua y el resto de su cuerpo como en especie de anestesia.
  7. Cuando termine el último bocado exhale con confianza y suspire a gusto. En poco tiempo volverá a compartir otro helado, tal vez de nuevo en un aeropuerto.

Fuente: instruccionesypasos.com




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