Porque no todo el pan es pan, reivindicamos un modo de entender uno de los oficios más antiguos del mundo. Todo el mundo sabe –ahora en Madrid también– que un mal pan puede arruinar una comida excelente.
De pequeña pensaba que en Madrid eran muy raros. No tenían pan. Mis tíos madrileños siempre que regresaban a 'la gran ciudad que lo tenía todo' se marchaban de León con el maletero cargado de hogazas de kilo y medio cuya circunferencia superaba a la de las ruedas de mi bicicleta Torrota roja. Hogazas que luego congelarían en trozos para ir racionándolas cual si fuera caviar del Mar Caspio.
El milagro de los panes... habrá que esperar por el de los peces Le Pain Quotidien
Algo impensable para una niña de pueblo en cuya familia existía un contable reconvertido en panadero y que iba todos los domingos a donde Las Panaderas (este siempre fue su nombre propio, eran como la Trinidad, tres personas en una) a buscar los encargos que había hecho su abuela (eso sí, siempre que coincidiera en una época en la que se hubiera reconciliado con ellas).
Una idea que constaté cuando me trasladé a la capital hace más de diez años y fui consciente de la ausencia de este alimento básico en el menú madrileño. Porque esa cosa que vendían en los supermercados de textura chiclosa e insípida, pan pan, lo que se dice pan, no era. Hubo de pasar una década –y una crisis económica– para que en Madrid los visionarios se dieran cuenta de que eso de mezclar harina, agua y sal con un poco de tiempo no tenía por qué ser tan difícil.
Receta de pan en Le Pain Quotidien.
Esto mismo le había sucedido hace ya 25 años a Alain Coumont en Bélgica. Chef de profesión, no era capaz de encontrar en Bruselas un pan con auténtico sabor casero que ofrecer en su restaurante, así que se compró un horno y decidió hacerlo él mismo como le había enseñado su tía de pequeño. De este modo nació Le Pain Quotidien en la rue Antoine Dansaert de la capital belga.
Hoy su concepto de panadería, con mesas comunales y productos orgánicos, está presente en 19 países, entre ellos España, donde acaba de inaugurar –y con este ya son siete, cinco en Madrid y dos en Barcelona– un nuevo local en la avenida Diagonal de la Ciudad Condal.
Le Pain Quotidien, en la avenida Diagonal de Barcelona, antes fue la librería Ancora y Delfín. D.R.
Donde antes los ejemplares de la librería Ancora y Delfín esperaban a ser adquiridos por los amantes de la lectura, hoy el olor a pan artesanal 100% ecológico recién hecho invade el espacio. Los antiquísimos libros de sus estanterías comparten ambiente con quienes se acercan a Le Pain Quotidien a tartiner (como se refieren en francés al hecho de ir a comer las típicas tostas de pan llamadas tartine).
Fuente: traveler.es
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