Una cata exige que todos los sentidos estén atentos y que cada uno aporte los datos que terminarán por definir la personalidad de un vino.
Los pasos de la cata, por cada uno de los sentidos, tiene el siguiente orden:
Sin duda, la cata es un juego en el que participan todos los sentidos. (AGENCIAS)
* Ojos: Con la vista podemos percibir si es más o menos denso, su limpidez, fluidez, color y tonalidades.
El color es el mejor informante de la edad y estado del vino, y el matiz o tonalidad reflejan su grado de evolución.
Primer paso: Tome la copa que contiene el vino por el tallo y mírelo atentamente usando como fondo un contraste blanco. Póngalo a la luz y busque los destellos que otorga. * Nariz: Gracias al olfato se aprecian los aromas. Hay tres clases: los primarios (procedentes de la uva), los secundarios (provenientes de las fermentaciones) y los terciarios, que también se conocen como bouquet (aromas de crianza, por reducción o por oxidación). Segundo paso: Gire enérgicamente el vino que contiene la copa y antes de que el líquido repose, acerque su cara a la copa y meta la nariz hasta que el borde de la copa se tope con su frente.
Respire hondo y deje que cada nota invada su nariz totalmente.
* Boca: Ayuda a percibir los aromas retronasales; las sensaciones táctiles (textura, fluidez, untuosidad), la temperatura y los sabores (dulce, ácido, salado y amargo). Tercer paso: Tome un pequeño sorbo de vino, y una vez en la boca, paséelo por cada rincón de su paladar.
Un buen secreto es aprovechar el líquido que tiene en la boca y aspirar un poco de aire a través de los labios. La llegada de este oxígeno, potenciará al máximo los sabores del vino.
Y lo que termina de cerrar las definiciones de un vino es la persistencia.
La suma del olor, del gusto y del tacto conforma lo que se denomina flavor. El equilibrio y la armonía de los tres pasos es esencial para que un vino sea persistente.
Finalmente, llega el momento de retener en la memoria todo lo percibido durante el procedimiento siempre y cuando sea un vino que vale la pena-, o de decidir olvidarlo si se trata de uno mediocre o francamente malo.
Sin duda, la cata es un juego en el que participan todos los sentidos.
Una vez concluidos los tres pasos, uno tiene los elementos necesarios para poder decidir si nos gusta o no un vino.
Las catas son altamente subjetivas, por lo cual no se sienta incómodo si nota que un vino no le gusta, cuando al resto de los presentes sí.
Recuerde que es sólo el análisis sensorial del vino, y sobre nuestros sentidos, nadie tiene la última palabra.
Fuente: El Siglo de Torreón
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