El Gourmet Urbano: ¿Hay que saber de vinos para disfrutarlos?

jueves, 19 de marzo de 2015

¿Hay que saber de vinos para disfrutarlos?

El autor asegura que para continuar vendiendo es necesario desterrar la idea de que sólo se puede disfrutar del producto si se conoce sobre el tema. Estima que los tecnicismos terminan por hacerle daño a la industria.

 

¿Es necesario saber de vinos para disfrutarlos? Esta pregunta me la he hecho muchas veces cuando alguien, en alguna charla o presentación de vinos, me dice que no sabe nada de vinos, de una manera que suena a disculpa. Mi contestación es que, a menos que esté dispuesto a producirlos, no tiene porqué “saber de vinos” para disfrutarlos. Evidentemente, un mayor conocimiento aumenta el placer.

 

imagenPor Ricardo Santos - Bodeguero y productor de vinos

 

No es necesario saber que Beethoven estaba totalmente sordo cuando escribió la Novena Sinfonía, pero saberlo se suma al placer de escucharla.

Hoy hay tanto escrito sobre el tema, tantos cursos sobre degustación, maridaje, terroir, con menciones a alturas de viñedos, antocianinas, polifenoles y referentes aromáticos, (como manzana, frutos rojos del bosque, madera, cuero, pimienta, pis de gato, tierra mojada) que la mayoría de los consumidores de vino, los amantes del vino, quedan abrumados por información que no están preparados para recibir.

Como anécdota a este comentario, mencionaré una charla con un taxista de la ciudad de Buenos Aires. Nos pusimos a hablar de vino, cosa que él disfruta desde chico porque en su casa “siempre se tomó vino”, y reconoció que tomaba un par de copas con la cena y con el obligado asado del domingo “un vino un poco más caro, pero usted se va a reír si le digo la marca, porque no es un vino muy, muy caro, pero yo lo disfruto”. Luego vino lo asombroso cuando me preguntó en qué momento se le añaden a los vinos frutos rojos del bosque, pimiento o canela. No le pude contestar porque hubiese necesitado un viaje a Ushuaia para que pudiese entender cómo era la cosa.

No quiero con esto desvirtuar los cursos que se ofrecen que se relacionan con el vino. Mucha gente aprende algo con el solo beneficio de disfrutarlo como un  conocimiento más: historia del arte, geografía política, economía. Pero creo que esos conocimientos deben de ser dejados de lado cuando se está por beber un vino. 

Jancis Robinson comentó en una revista británica que un vino blanco de la Borgoña la había complacido enormemente. Alguien le contestó recordándole que ella había evaluado ese vino en particular con una nota muy baja. Jancis le retrucó diciendo que esa nota se la había dado en una evaluación pero que el beber ese vino con amigos no le permitía juzgarlo sino disfrutarlo. 

Lo mismo pasa con la comida, si nos sentamos a comer un plato no es el momento de criticarlo diciendo que le faltan dos roscas más de pimienta verde, no negra, o que le sobran tres hojas de perejil, como esos insólitos personajes que en la televisión se ponen a juzgar platos haciendo de su show personal lo principal y reduciendo a los pobres aprendices de cocinero como nenes a los que la mamá está retando.

Leí hace poco una nota de Mike Veseth hablando de Mario Batali en lo que él pasó a llamar “Ley Batali”. Batali es un chef de Estados Unidos, con varios restaurantes allá y que ha hecho mucho para promover la comida italiana en ese país. Los yanquis hablan de “comida italiana”, esa que todos amamos, pero resulta que Batali dice que no hay tal cosa, porque solamente existen las muchas comidas regionales en la península. 

Quienes hemos viajado a Italia podemos estar de acuerdo con esa gran diversidad de platos, ingredientes y formas de cocción, pero sabemos que “comida italiana” no es sushi comido con palitos, ni paella valenciana ni épaule de mouton a la Berrichonne. Pero también debemos reconocer que en Europa hay una tradición regional tanto en comidas como en bebidas. La cocina regional es la que no admite cambios en su preparación, reconociendo la calidad de los ingredientes pero nunca modificándolos. “Mi vieja hace la salsa mejor que mi mujer” es una frase que tiene razón. 

Lo mismo pasa con los vinos, alguien en Burdeos escupiría un pinot de la Borgoña o un barbera del Piamonte y viceversa. Lo que no es regional no es vino para él. Llevé una vez a Italia unas muestras de barbera y malbec y estuve con Giacomo Bologna, en aquel entonces el rey del barbera. Probó el barbera y llamó a su mujer para que lo probara, con el comentario que era mejor que Maradona. Luego le alcancé el malbec. Olió la copa y la dejó con un gesto despectivo: “Eh, francese” y no lo probó. Regionalismo llevado a su máxima expresión.

En la Argentina se están llevando comentarios de vinos a ese punto de exageración. Cuando el consumidor de vinos ya puede definir qué es un torrontés, no le estamos hablando de las diferencias entre un torrontés salteño y uno sanjuanino, le hablamos de Ullún y Tolombón.

¿No es demasiado? No lleguemos al punto de encontrar alguien que le encanta el torrontés para luego preguntar en qué momento le añadieron el durazno blanco y el azahar.

Tenemos mucho por andar en el trabajo que implica “vender” el vino, esto es, entusiasmar al consumidor a seguir experimentando dentro de lo que le ordena su presupuesto, además de conseguir que otros se alejen de las gaseosas para pasar, lentamente, al vino. 

En un momento, el vino se tomaba por tradición, como en Europa los inmigrantes les dejaron a sus hijos la costumbre tradicional de acompañar las comidas con vino y el consumo nacional era uno de los primeros en el mundo. Hoy esos hijos han tenido los suyos que ya no toman el vino “porque mi viejo toma vino, mi abuelo tomaba vino y uno de mis bisabuelos también lo tomaba en Pozzo di Gotto y el otro bisabuelo en Mansilla de las Mulas”. 

Hoy han dejado esa tradición, el mundo ha cambiado y nosotros también. Pero el vino sigue siendo moda, moda que no ha dejado de ser en los últimos 40 siglos del mundo.

Para concluir, es necesario volver a la pregunta que encabeza este comentario: ¿hay que saber de vinos? 

Mi respuesta, que no es toda la verdad: “sólo lo que usted quiera aprender”. Pero ¡bébalo, disfrútelo! ¡Salud!

Fuente: Los Andes

 

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