Con sus tomas instantáneas recorren restaurantes y bodegones en busca de nuevos sabores, texturas y aromas. La ola de las nuevas tecnologías, las múltiples redes sociales y el boom por “lo gourmet” convierten a la ciudad en el escenario justo para explotar esta nueva tendencia de disfrutar de la gastronomía como una nueva forma de expresión y mostrársela a los demás.
El ecosistema natural de un foodie es la red Instagram, donde se pueden hacer miles de retoques de luz, color, tonos y fondos para crear verdaderas obras de arte listas para ser criticadas por otros foodies. También Pinterest y Youtube aportan sus beneficios como herramientas y hasta existe, incluso, una red social dedicada exclusivamente a ellos: Foodie.com
Para estos “intelectuales gastronómicos”, comer no significa solamente alimentarse sino que constituye toda una experiencia en si misma. Concurren a ferias, descubren lugares escondidos para salir a comer, suben las fotos de sus platos preferidos y sugieren establecimientos.
Esta pasión se extiende a los cócteles, vinos, destilados y además tienen la capacidad de saber maridar con platos que acompañen. Son auténticos conocedores de las tendencias mundiales, entienden sobre productos de calidad, sobre historia, innovaciones, nuevos ingredientes, datos nutricionales y chefs del momento.
Este estilo de vida alienta a conocer todo el proceso que conlleva el recorrido de los sabores: desde la materia prima de los productores hasta la degustación. El proceso de cocción, las recetas de la abuela, la combinación de los acompañamientos, lo tradicional y lo moderno se combinan para lograr que cuando el humo del plato llegue a la mesa, comience el verdadero disfrute.
Al final de la jornada, la cultura culinaria en general y las críticas ya no son sólo para los profesionales. Estamos inmersos en una era donde compartir el conocimiento tiene sabor.
Fuente: Hotelga
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