Si el comer y el leer se han mantenido juntos desde antiguo es porque hacen una pareja sólida. ¿Te animas a vivir una sesión del maridaje entre los versos y los tragos?
El escenario es muy galdosiano: el patio de una corrala de una posada del s.XIX. Podría aparecer Fortunata por la balconada. Bajo el suelo acristalado de este patio se ve la antigua muralla cristiana de Madrid y las paredes están forradas de botellas de vino.
Buena lectura, un buen vino. La felicidad
Buen sitio para una sesión de maridaje entre el vino y la literatura. Es una idea de la muy castiza La Posada del León de Oro, enotaberna y hotel del Madrid viejo de calles estrechas y atmósfera literaria. Los versos y los tragos se reúnen en este patio una vez al mes en un intercambio gozoso, el de las letras y el vino.
Posada del León de Oro
La primera borrachera escrita, la de Noé
“Un olor de vino y ámbar viene por los corredores”, escribió Federico García Lorca en 'Muerto de amor', de su 'Romancero gitano'. Acompañamos sus versos con un Ribera del Duero blanco: Ars Romántica se llama. Hace honor a su apellido pues se vendimia por la noche, a la luz de la luna, “cuando la uva tempranillo tiene más concentración de azúcar˝, explica Shiva Alizadeh, 'maître' de la posada. El escritor Miguel Urceloy recuerda a Miguel Hernández, excelente bebedor de vino. En su honor damos un trago a Enrique Mendoza, un moscatel dulce de Orihuela.
Pablo Neruda, autor de Oda al vino
Otro poeta, Pablo Neruda, dedicó al zumo de la uva una pieza entera. Su 'Oda al vino' invita a: “Que lo beban, que recuerden en cada gota de oro o copa de topacio o cuchara de púrpura que trabajó el otoño hasta llenar de vino las vasijas”. Más punzantes son las palabras del genial Luis de Góngora, probable autor de unas divertidas rimas en las que se despacha sobre otros autores: “Hoy hacen amistad nueva, más por Baco que por Febo, don Francisco de Quebebo y Félix Lope de Beba”. Qué manera tan hábil de meter el dedo en el ojo de sus rivales. Ah, qué genio era Góngora. En su poema 'Una moza de Alcobendas' habla de la riqueza de un médico enjoyado. A él no le da envidia, porque cuando quiere combatir su melancolía: "Yo, por alegrar la mía, Un rubí desaté en oro; El rubí me lo dio Toro, El oro Ciudad Real. (Se refiere a los vinos blancos de allí) ¿Hice mal?"
Se bebe vino en 'El barril de Amontillado', de Edgar Allan Poe; en 'El conde de Montecristo', de Alejandro Dumas; en 'El cantar de los cantares' (“háganse tus pechos como racimos de la vid”, se dice); en 'La Celestina', de Fernando de Rojas; en 'Carmen', de Prosper Mérimée; en 'El libro del buen amor', del Arcipreste de Hita (allí se proclama que duplica las virtudes); en 'Los pazos de Ulloa', de Emilia Pardo Bazán.... Y, por supuesto, en Don Quijote de la Mancha, de Miguel de Cervantes, y en las obras de su coetáneo William Shakespeare, ambos de cumpleaños ahora:
En El Quijote se menciona 43 veces el vino
“Sherry, sherry, sherry, by my troth he makes me merry” (Jerez, jerez, jerez, por fe mía que me hace feliz), vitorea Shakespeare. En El Quijote se menciona el vino en 43 ocasiones y el hidalgo batalla contra los cueros que lo contienen.
No extraña su presencia en las obras maestras de la literatura. Pablo Neruda explicó muy bien por qué: “El vino mueve la primavera, crece como una planta la alegría. Caen muros, peñascos, se cierran los abismos, nace el canto”.
GLORIA BILBAO
Fuente: Vanitatis - El Confidencial
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