El Gourmet Urbano: Nevera solidaria: objetivo, no tirar comida #España

lunes, 9 de enero de 2017

Nevera solidaria: objetivo, no tirar comida #España

Una iniciativa surgida en Galdakao que se extiende por todo el mundo

El inicio del año acostumbra a ser un momento ideal para los buenos propósitos. Algunos encuentran concreción y no caen en el saco de los retos incumplidos. En Galdakao, en el País Vasco, son pioneros en una iniciativa social para combatir el despilfarro de comida, que se ha ido extendiendo por España y el extranjero: la nevera solidaria. Un mecanismo tan sencillo y eficaz como insólito hasta hace dos años para evitar que los alimentos en buen estado acaben en el cubo de la basura. Si, por ejemplo, usted hoy ha preparado unas lentejas pero al final han sido menos comensales de los previstos, podría llevarlas allí para que alguien anónimo abra la puerta libremente, las coja –gratis– y se las coma. Sea quien sea.

Una iniciativa en la que cualquiera puede poner alimentos que le sobren y cualquiera los puede coger gratis (OSKAR GONZALEZ / LV)

“Aquí se trata de no tirar nada. Quien después se aproveche de ello ya no es nuestra finalidad”, subraya Álvaro Saiz, impulsor de la primera nevera del Estado. El objetivo, por lo tanto, no es asistir a personas que lo necesitan, sino reducir la cantidad de productos que no se consumen, un fenómeno incomprensible en un mundo donde casi mil millones de personas pasan hambre, según la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura. La FAO calcula que un tercio de los alimentos se estropea o se abandona antes de poder ser ingerido. Ante esta dura paradoja, en abril de 2015 la Asociación Humanitaria de Voluntarios de Galdakao decidió poner en marcha la nevera solidaria, primero en el interior del local y después en la calle, para que los vecinos pudieran dejar en ella lo que habían cocinado y les había sobrado. Hoy la red tiene 12 frigoríficos repartidos por todo el territorio español, uno de ellos en el Ateneu L’Harmonia de Sant Andreu, en Barcelona. En Valencia está instalado en una residencia de estudiantes universitarios y los principales beneficiarios son los que estudian en el campus de la Universidad Politécnica.

¿Cómo nació la idea? La asociación de voluntarios de este municipio vizcaíno, de unos 29.000 habitantes, atiende mensualmente a 380 personas sin ingresos a quienes reparte productos de primera necesidad. En su almacén se pueden ver, perfectamente ordenados, los espacios para los lotes destinados a cada una de estas familias –unas 125–, que vienen derivadas de los servicios sociales del Ayuntamiento, ciudadanos sin trabajo que no cobran ni paro ni la renta de garantía de ingresos (RGI). Como el reparto se hace una vez al mes, sucedía que había productos a los que no podían dar salida porque tenían la fecha de caducidad o de consumo preferente muy próxima.

Lo mismo pasaba con latas fabricadas por empresas de la zona que tenían algún golpe y se apartaban de la cadena de producción sin ni siquiera ser etiquetadas, de manera que luego no se podían distribuir siguiendo los canales habituales, por ejemplo, a través del banco de alimentos. Tampoco se podían aprovechar, explica Saiz, la cantidad de bocadillos que sobran cuando se celebran carreras deportivas o el excedente de comedores escolares y residencias.

En paralelo a esta realidad, los promotores de la iniciativa veían cómo, con la crisis haciendo estragos, había personas que tenían que recurrir a los contenedores de basura para llenar el estómago. Había que hacer alguna cosa y de ahí surgió la idea: en vez de dejar esta comida en la puerta, ¿por qué no instalar una simple nevera, bien cuidada y protegida por una valla de jardín?

Para evitar posibles riesgos, hay unas normas que seguir. Los alimentos tienen que estar enteros, no pueden haber caducado, deben haber sido cocinados el mismo día y no haberse roto la cadena del frío. No se aceptan platos de carne picada ni elaborados con huevo crudo. Pensando en las personas alérgicas, se recomienda que todo vaya bien etiquetado, con los productos que se han utilizado en la preparación. La asociación cuida de la limpieza de la nevera y cede fiambreras a quien quiera, por ejemplo, para facilitar el trabajo en los bares que ceden los tradicionales pintxos después de haber bajado la persiana por la noche. También ofrecen a los vecinos la posibilidad de participar en cursos gratuitos de manipuladores de alimentos, una manera de aumentar las garantías de seguridad y ofrecer un plus a los que colaboran desinteresadamente. En todo este proceso nadie cobra.

Como toda novedad, uno de los retos que surfear es la legalidad. Más si se tiene en cuenta que se trata de un intercambio de comida en la vía pública a través de un mecanismo abierto las 24 horas y sin un registro de depositarios y receptores. Sin querer entrar en mucho detalles, Saiz explica que han encontrado la forma para poder sacar adelante la iniciativa sin chocar con ninguna normativa. La administración autonómica vasca, después de estudiar la situación, no ha puesto obstáculos, ha optado por inhibirse. Otras, como la Generalitat catalana, colaboran de manera activa. La Agència de Salut Pública de Catalunya ha dado, incluso, un asesoramiento técnico a los voluntarios que se hacen cargo de la nevera de L’Harmonia. En cualquier caso, el reglamento de uso deja claro que ni la asociación ni las personas que han preparado los alimentos asumen ningún tipo de responsabilidad. En Galdakao hasta ahora no han tenido ningún incidente desagradable. Además, los responsables de la red admiten que, en caso de una intoxicación, sería muy difícil demostrar que proviene del estado de uno de los productos y no del uso que se ha hecho después. “Lo tenemos todo ligado y bien ligado”, afirman en el blog de la red. Para abrir una de estas franquicias solidarias, además de los temas higiénicos, hay que obtener los permisos para ocupar un espacio en la vía pública y garantizar una instalación eléctrica homologada.

Superar los miedos y asumir que “el despilfarro de comida es una obscenidad de las grandes” es lo que han conseguido los voluntarios de Galdakao con un gesto tan simple como revolucionario: llevar la nevera de la cocina a la acera.

JOAN RUSIÑOL

Fuente: La Vanguardia

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