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Un estudio realizado por varios centros europeos y publicado en la revista European Journal of Human Genetics en diciembre de 2015 analizó poblaciones de Italia, Países Bajos (Holanda) y Asia Central para demostrar la participación de la genética en esta elección. Se estudiaron algunas comunidades de la famosa "Ruta de la Seda" como Armenia, Azerbaiyán, Georgia, Uzbekistán, Tayikistán y Kazajistán o el camino que realizó el explorador y comerciante italiano Marco Polo, desde Venecia hacia China y Mongolia.
Este estudio comprobó la asociación que existe entre una variante del gen HLA-DOA y la preferencia por el vino blanco. El gen forma parte del complejo HLA (antígenos leucocitarios humanos, también conocido como CMH), que ayuda al sistema inmune a diferenciar las proteínas "propias" –es decir, las que pertenecen al cuerpo– de las "externas", ya que ejerce un rol de reconocimiento. Si el sistema inmune reconoce proteínas como extrañas o externas, como un virus o una bacteria, desencadena un ataque con los glóbulos blancos para destruirlas.
La teoría del funcionamiento de reconocimiento de los genes es que las personas tienen perfil genético diferente de HLA, lo que se relaciona con una composición distinta de la flora bacteriana normal. De acuerdo a la composición de nuestros genes se produce un "perfume personal" a partir de la flora bacteriana que cada uno tiene. Una situación que nos ayuda a entender este fenómeno: estamos con alguien, olemos su piel, y podríamos decir: "Cómo me gusta su olor". Esto no debería llamar tanto la atención, ya que el reconocimiento a través del olfato es una acción primitiva, que realizan naturalmente las hembras madres para reconocer a sus cachorros.
"Sin duda, el vino es una conexión directa al placer. Tomar vino es una manera de viajar por el mundo sentados alrededor de una mesa"
Teniendo en cuenta este mecanismo, se propone que el gen HLA-DOA participará del reconocimiento de compuestos químicos presentes en el vino generados por las bacterias utilizadas para su producción. Este efecto es más pronunciado en los vinos blancos, ya que las variedades de tintos tienen un sabor más fuerte en la boca por la presencia de taninos (sustancias químicas que tienen un sabor amargo y astringente). A su vez –y aquí vamos a responder a la pregunta–, la presencia de la variante de este gen es más frecuente en mujeres: ¡dos veces más que en hombres!
Por supuesto, hay muchas mujeres que prefieren el tinto, y esta característica también está determinada por la conjunción de los genes que participan en nuestros gustos y sabores, así como el rol clave que juegan los factores externos/ambientales. Sin duda, el vino es una conexión directa al placer. Tomar vino es una manera de viajar por el mundo sentados alrededor de una mesa. Nos transporta a diferentes regiones del planeta y estimula conversaciones sobre el lugar de elaboración, la comida y la cultura.
Este descubrimiento abre la puerta a un nuevo campo de investigación respecto de la influencia de los genes sobre los gustos de las personas referidos a las comidas y las bebidas como, por ejemplo, el vino blanco.
Fuente: Huffington Post
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