No siempre un vino está en perfectas condiciones al abrirlo. Con estos consejos, sabrás qué le pasa y el si el defecto es reparable
¿Alguna vez te has preguntado por qué se huelen los tapones de corcho al abrir una botella de vino? ¿Por qué es mejor acabar una botella que guardarla abierta? ¿Sabes cuál es el motivo por el que un vino puede convertirse en vinagre?
Por desgracia, no todas las botellas que descorchamos contienen en su interior un vino en perfectas condiciones. Son diversos los defectos y las causas por las que estos pueden aparecer. Pero para que te puedan resultar fáciles de identificar y, sobre todo, para que sepas si el defecto es o no reparable, te vamos a hablar de los más comunes a los que te puedes enfrentar:
Aproximadamente el 2% de las botellas que se cierran con tapón de corcho presentan este defecto. El TCA (tricloroanisol) es una alteración química ocurrida en el vino debido a la presencia de determinados hongos en el propio tapón (aunque, a veces, pueden aparecer también en elementos de madera existentes en las bodegas). Las sensaciones que nosotros percibimos en el vino son olores a humedad, cartón mojado o corcho. Gustativamente, no existe ningún problema. Sin embargo, los aromas desprendidos no son nada agradables. Puesto que, como hemos dicho, el origen puede estar en el corcho, oler el tapón al abrir una botella nos permitirá detectar estos aromas con intensidad y nos adelantaremos a predecir el estado del vino. Por suerte, este defecto afecta únicamente a esa botella, así que siempre podrás descorchar una nueva de la misma referencia y comprobar que el vino está a la altura de tus expectativas.
Cuando un vino está expuesto a grandes cantidades de oxígeno, rápidamente tiende a oxidarse. Detectaremos que el vino se ha oxidado porque se verá afectado su color, olor y sabor. Los vinos tintos pasarán a tener tonalidades anaranjadas y marrones y desaparecerán los violetas; y los vinos blancos se oscurecerán o pardearán. Es posible que aparezcan aromas a avellanas, nueces, miel, pera oxidada o manzana, y en boca podrán desarrollarse notas de mermeladas que antes no existían o, incluso, llegará a ser más amargo. Este defecto puede evitarse si, una vez abierta la botella, la conservas con un tapón que te permita hacer vacío. Sin embargo, la mejor recomendación que podemos darte en este caso es que no dejes para mañana lo que puedas disfrutar hoy…
Gracias al buen trabajo de numerosos microorganismos podemos disfrutar del placer de tomar vino. Ellos transforman el mosto en vino. Y esto es algo que nunca podremos agradecérselo justamente. Sin embargo, estos (y otros) microorganismos pueden llegar a acabar con tan rico manjar. El crecimiento de bacterias acéticas en nuestro vino hará que este se avinagre; la aparición de brettanomyces eclipsará la fruta del vino con aromas a cuero y establo; la actividad de las levaduras tras el embotellado hará que este se enturbie y se impregne de gas carbónico; y, en definitiva, cualquier desarrollo descontrolado de microorganismos hará que el resultado en el vino sea desconocido y arriesgado. No está en nuestras manos que haya o no microorganismos en el vino, pero sí podremos evitar que se desarrollen manteniéndolo en las condiciones adecuadas. Si conservamos el vino a una temperatura baja y constante (14-17ºC), con el tapón húmedo y sin exposición a la luz, alargaremos la vida de nuestras botellas.
Precisamente para proteger al vino de la oxidación y del ataque de diferentes microorganismos, se le añaden pequeñas cantidades de sulfuroso. Esta práctica, casi habitual, puede derivar en que estos compuestos transmitan al vino aromas a pólvora y a huevo podrido. Y ninguno de ellos es agradable. Pero para este defecto estamos de enhorabuena: prueba a airear bien la copa y verás como poco a poco esos olores desaparecen al combinarse con el oxígeno del aire. Y, ahora sí, podrás disfrutar plenamente de tu vino.
Como no queremos que te quedes con «mal sabor de boca» después de tantos defectos, te queremos contar que encontrar precipitados en el fondo de una botella de vino no tiene porqué considerarse un defecto. Las partículas que caen en el fondo no son nocivas. Son compuestos del propio vino que han ido sedimentándose. Este hecho es consecuencia del paso del tiempo y de que, probablemente, ese vino no ha sido tratado duramente por medios físicos o químicos y ha llegado a tus manos de una manera más «artesanal».
Y, ahora sí, ya puedes empezar a ponerte a prueba y descubrir con tus propios sentidos las bondades y defectos que pueden aparecer en una botella de vino. Esperamos que, pese a tener conocimiento de ellos, los defectos aparezcan de una manera mucho más ocasional que las bondades.
Silvia Burruezo Escobar
*Silvia Burruezo: Ingeniera Agrónoma y Máster de Viticultura y Enología por la Universidad Politécnica de Madrid. Ha desarrollado su carrera como enóloga en distintas bodegas de Chile, California y España. Actualmente es asesora enóloga en BurruezoEscobarWINE.
Una pareja examina la carta en un restaurante con dos copas de vinos sobre la mesa
Por desgracia, no todas las botellas que descorchamos contienen en su interior un vino en perfectas condiciones. Son diversos los defectos y las causas por las que estos pueden aparecer. Pero para que te puedan resultar fáciles de identificar y, sobre todo, para que sepas si el defecto es o no reparable, te vamos a hablar de los más comunes a los que te puedes enfrentar:
Enfermedad del corcho o TCA
Aproximadamente el 2% de las botellas que se cierran con tapón de corcho presentan este defecto. El TCA (tricloroanisol) es una alteración química ocurrida en el vino debido a la presencia de determinados hongos en el propio tapón (aunque, a veces, pueden aparecer también en elementos de madera existentes en las bodegas). Las sensaciones que nosotros percibimos en el vino son olores a humedad, cartón mojado o corcho. Gustativamente, no existe ningún problema. Sin embargo, los aromas desprendidos no son nada agradables. Puesto que, como hemos dicho, el origen puede estar en el corcho, oler el tapón al abrir una botella nos permitirá detectar estos aromas con intensidad y nos adelantaremos a predecir el estado del vino. Por suerte, este defecto afecta únicamente a esa botella, así que siempre podrás descorchar una nueva de la misma referencia y comprobar que el vino está a la altura de tus expectativas.
Oxidación
Cuando un vino está expuesto a grandes cantidades de oxígeno, rápidamente tiende a oxidarse. Detectaremos que el vino se ha oxidado porque se verá afectado su color, olor y sabor. Los vinos tintos pasarán a tener tonalidades anaranjadas y marrones y desaparecerán los violetas; y los vinos blancos se oscurecerán o pardearán. Es posible que aparezcan aromas a avellanas, nueces, miel, pera oxidada o manzana, y en boca podrán desarrollarse notas de mermeladas que antes no existían o, incluso, llegará a ser más amargo. Este defecto puede evitarse si, una vez abierta la botella, la conservas con un tapón que te permita hacer vacío. Sin embargo, la mejor recomendación que podemos darte en este caso es que no dejes para mañana lo que puedas disfrutar hoy…
Crecimientos microbianos
Gracias al buen trabajo de numerosos microorganismos podemos disfrutar del placer de tomar vino. Ellos transforman el mosto en vino. Y esto es algo que nunca podremos agradecérselo justamente. Sin embargo, estos (y otros) microorganismos pueden llegar a acabar con tan rico manjar. El crecimiento de bacterias acéticas en nuestro vino hará que este se avinagre; la aparición de brettanomyces eclipsará la fruta del vino con aromas a cuero y establo; la actividad de las levaduras tras el embotellado hará que este se enturbie y se impregne de gas carbónico; y, en definitiva, cualquier desarrollo descontrolado de microorganismos hará que el resultado en el vino sea desconocido y arriesgado. No está en nuestras manos que haya o no microorganismos en el vino, pero sí podremos evitar que se desarrollen manteniéndolo en las condiciones adecuadas. Si conservamos el vino a una temperatura baja y constante (14-17ºC), con el tapón húmedo y sin exposición a la luz, alargaremos la vida de nuestras botellas.
Compuestos azufrados
Precisamente para proteger al vino de la oxidación y del ataque de diferentes microorganismos, se le añaden pequeñas cantidades de sulfuroso. Esta práctica, casi habitual, puede derivar en que estos compuestos transmitan al vino aromas a pólvora y a huevo podrido. Y ninguno de ellos es agradable. Pero para este defecto estamos de enhorabuena: prueba a airear bien la copa y verás como poco a poco esos olores desaparecen al combinarse con el oxígeno del aire. Y, ahora sí, podrás disfrutar plenamente de tu vino.
Posos o precipitados
Como no queremos que te quedes con «mal sabor de boca» después de tantos defectos, te queremos contar que encontrar precipitados en el fondo de una botella de vino no tiene porqué considerarse un defecto. Las partículas que caen en el fondo no son nocivas. Son compuestos del propio vino que han ido sedimentándose. Este hecho es consecuencia del paso del tiempo y de que, probablemente, ese vino no ha sido tratado duramente por medios físicos o químicos y ha llegado a tus manos de una manera más «artesanal».
Y, ahora sí, ya puedes empezar a ponerte a prueba y descubrir con tus propios sentidos las bondades y defectos que pueden aparecer en una botella de vino. Esperamos que, pese a tener conocimiento de ellos, los defectos aparezcan de una manera mucho más ocasional que las bondades.
Silvia Burruezo Escobar
*Silvia Burruezo: Ingeniera Agrónoma y Máster de Viticultura y Enología por la Universidad Politécnica de Madrid. Ha desarrollado su carrera como enóloga en distintas bodegas de Chile, California y España. Actualmente es asesora enóloga en BurruezoEscobarWINE.
Fuente: ABC
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