El hákarl es uno de los mayores atractivos gastronómicos para los turistas que visitan el país nórdico
Si nos ofrecieran carne de tiburón fermentada, probablemente la mayoría de respuestas serían rotundamente negativas. Si además, nos la pusieran en el plato y apreciásemos su intenso olor, muy pocos se atreverían a probarla. Pues éste es el secreto del hákarl, uno de los platos que despiertan más curiosidad entre los turistas que visitan Islandia. Esta carne, obtenida de un tiburón que habita en las aguas de Groenlandia, puede llegar a ser tóxica si se consume en fresco, por lo que es muy poco aconsejable su consumo en ese estado.
El hákarl es una reliquia gastronómica para los islandeses por su origen vikingo.
Pero no es por ello por lo que, en algunos lugares de la isla, se la conoce como 'tiburón podrido'. Este sobrenombre se le confiere porque, antiguamente, los vikingos dejaban que la carne se pudriese durante un tiempo, de forma que las toxinas acumuladas en ella desaparecían. No obstante, a día de hoy, se aplica un método más seguro para convertir esta carne en comestible.
Mediante la fermentación, en lugar de esperar a que la carne se 'pudra', lo que se hace es secarla en espacios dedicados exclusivamente al hákarl. Se trocea la carne, logrando que la toxina se evapore lo antes posible. El resultado de este proceso de fermentación es, por un lado, una corteza marrón que se retira y, por otro, una carne de color blanco que se conserva, en frío, hasta su utilización en la cocina.
Pero, ¿qué hay de su sabor? Lógicamente, a través de la fermentación, el resultado es mucho mejor que le técnica de 'pudrir' de los vikingos. Sin embargo, sigue teniendo un fuerte olor, muy parecido al amoniaco, y un sabor excesivamente intenso. Son pocos los que se atreven a probar un bocado de este exótico plato.
Gran parte de la producción de esta carne se destina a los turistas. No es un alimento que esté presente en todas las despensas de los hogares islandeses. Por su origen y tradición, es considerada una reliquia gastronómica, muy arraigada a la cultura vikinga. Incluso entre los turistas, con voluntad de probar esta carne, es difícil imaginar que su sabor pueda resultar exquisito. Es uno de esos alimentos que, o genera un rechazo absoluto, o provoca una sensación deliciosa en los paladares.
Al igual que la ostra, es un alimento que requiere práctica. Posiblemente, el primer bocado no resulte agradable, pero con el tiempo se convertirá en un lujo gastronómico para muchos comensales.
La fermentación del hákarl
Mediante la fermentación, en lugar de esperar a que la carne se 'pudra', lo que se hace es secarla en espacios dedicados exclusivamente al hákarl. Se trocea la carne, logrando que la toxina se evapore lo antes posible. El resultado de este proceso de fermentación es, por un lado, una corteza marrón que se retira y, por otro, una carne de color blanco que se conserva, en frío, hasta su utilización en la cocina.
A día de hoy, mediante la fermentación, se ha obtenido un método más sano de consumir hákarl
Pero, ¿qué hay de su sabor? Lógicamente, a través de la fermentación, el resultado es mucho mejor que le técnica de 'pudrir' de los vikingos. Sin embargo, sigue teniendo un fuerte olor, muy parecido al amoniaco, y un sabor excesivamente intenso. Son pocos los que se atreven a probar un bocado de este exótico plato.
Un atractivo para los turistas
Gran parte de la producción de esta carne se destina a los turistas. No es un alimento que esté presente en todas las despensas de los hogares islandeses. Por su origen y tradición, es considerada una reliquia gastronómica, muy arraigada a la cultura vikinga. Incluso entre los turistas, con voluntad de probar esta carne, es difícil imaginar que su sabor pueda resultar exquisito. Es uno de esos alimentos que, o genera un rechazo absoluto, o provoca una sensación deliciosa en los paladares.
Al igual que la ostra, es un alimento que requiere práctica. Posiblemente, el primer bocado no resulte agradable, pero con el tiempo se convertirá en un lujo gastronómico para muchos comensales.
Fuente: Diario Vasco
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