En todo este tiempo, mucha gente me ha preguntado por los efectos que deja el vino, lo que comúnmente denominamos resaca, esa sensación que tenemos al día siguiente, después de una noche feliz.
FOTO: La Vanguardia
En este espacio siempre se habla sobre los beneficios de tomar vino, y también se ha comentado acerca de las personas que desean saber más sobre esa molestia que se ocasiona, sobre esa cruda o ese estado de resaca o residuos alcohólicos que se alojan en el cuerpo al tomar cierto tipo de vino.
Sin embargo, tiene que ver algo, en cierta medida, a unos elementos llamados sulfitos, que contienen todos los vinos. Estos son las sales de ácido sulfuroso, una combinación de azufre y magnesio, su función en el vino, es conservar el producto, reducir su oxidación y evitar su contaminación por los microorganismos.
Si bien, el azufre es tóxico en mayores cantidades, en el vino se utilizan cuatro partes por millón, para que sea la cantidad exacta y no haya intoxicación, y causan en menor medida una reacción en el cerebro: ciertos impulsos eléctricos o dolor en la sien.
El 1% de la población es alérgica a los sulfitos que contienen algunos vinos, sobre todo los que llegan de Europa. Este químico conserva del producto para que llegue en buenas condiciones y soporte largos viajes.
Vamos a decir entonces, a modo de defensa del vino, que cualquier bebida alcohólica produce jaqueca, pero hay vinos de los que al beber tan solo una copa enseguida dan esa puntada en la sien.
Las razones son múltiples, pero podemos reducirlas a dos: primero diremos que hay consumidores de vino que no saben que pueden ser alérgicos a determinados compuestos empleados en su elaboración, lo que se traduce en un fuerte malestar. Son pocos los casos en general, y algunos son alérgicos a la caseína (se encuentran además en quesos) o la albumina de huevo empleada para clarificar vinos de tipo blanco.
Por el otro lado, y hablando de vinos blancos, y en especial los dulces, suelen tener mayores concentraciones de anhídrido sulfuroso, un conservante empleado en el vino, que le da protección de las oxidaciones, y eso podría causar en algunas personas una leve intoxicación (llámese agudo dolor de cabeza) que se va en unas horas, cuando el conservante sale del organismo.
Hablando ya de la parte saludable del vino, este ha sacado los mejores resultados en estudios, confirmando todos sus beneficios para la salud, ya que su contenido a base de un proceso de fermentación de uvas, producto de la tierra, impulsa la acción de antioxidantes, elimina radicales libres que son las causas del envejecimiento, ayuda a evitar enfermedades cancerígenas, cardiovasculares y cerebrales.
La función alimenticia asociada al vino, aporta nutrientes esenciales y calorías útiles para el organismo. Para ver resultados, se aconseja que el consumo de vino no exceda de dos copas diarias, tomar un mínimo de cuatro veces a la semana, acompañarlo con comidas y evitar que las embarazadas lo consuman.
Entonces, a la hora de beber, vea con que tipo o variedad de uva se siente más cómodo y no le da esa cruda que tanto aborrece.
Sin embargo, tiene que ver algo, en cierta medida, a unos elementos llamados sulfitos, que contienen todos los vinos. Estos son las sales de ácido sulfuroso, una combinación de azufre y magnesio, su función en el vino, es conservar el producto, reducir su oxidación y evitar su contaminación por los microorganismos.
Si bien, el azufre es tóxico en mayores cantidades, en el vino se utilizan cuatro partes por millón, para que sea la cantidad exacta y no haya intoxicación, y causan en menor medida una reacción en el cerebro: ciertos impulsos eléctricos o dolor en la sien.
El 1% de la población es alérgica a los sulfitos que contienen algunos vinos, sobre todo los que llegan de Europa. Este químico conserva del producto para que llegue en buenas condiciones y soporte largos viajes.
Vamos a decir entonces, a modo de defensa del vino, que cualquier bebida alcohólica produce jaqueca, pero hay vinos de los que al beber tan solo una copa enseguida dan esa puntada en la sien.
Las razones son múltiples, pero podemos reducirlas a dos: primero diremos que hay consumidores de vino que no saben que pueden ser alérgicos a determinados compuestos empleados en su elaboración, lo que se traduce en un fuerte malestar. Son pocos los casos en general, y algunos son alérgicos a la caseína (se encuentran además en quesos) o la albumina de huevo empleada para clarificar vinos de tipo blanco.
Por el otro lado, y hablando de vinos blancos, y en especial los dulces, suelen tener mayores concentraciones de anhídrido sulfuroso, un conservante empleado en el vino, que le da protección de las oxidaciones, y eso podría causar en algunas personas una leve intoxicación (llámese agudo dolor de cabeza) que se va en unas horas, cuando el conservante sale del organismo.
Hablando ya de la parte saludable del vino, este ha sacado los mejores resultados en estudios, confirmando todos sus beneficios para la salud, ya que su contenido a base de un proceso de fermentación de uvas, producto de la tierra, impulsa la acción de antioxidantes, elimina radicales libres que son las causas del envejecimiento, ayuda a evitar enfermedades cancerígenas, cardiovasculares y cerebrales.
La función alimenticia asociada al vino, aporta nutrientes esenciales y calorías útiles para el organismo. Para ver resultados, se aconseja que el consumo de vino no exceda de dos copas diarias, tomar un mínimo de cuatro veces a la semana, acompañarlo con comidas y evitar que las embarazadas lo consuman.
Entonces, a la hora de beber, vea con que tipo o variedad de uva se siente más cómodo y no le da esa cruda que tanto aborrece.
José Carlos Palacios Sommelier
Fuente: Diario de Yucatán
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