Preparar una deliciosa sangría no es difícil pero tiene sus trucos. Evita errores para no arruinarla
Un litro de vino tinto, el zumo de dos naranjas, o de dos limones, 4 melocotones troceados, tres cucharadas de azúcar, opcionalmente un poco de gaseosa, reposo y hielo, mucho hielo. Así de simple es la receta para una deliciosa sangría. La bebida 100% ibérica por la que se pirran los guiris, pero que a nosotros también nos encanta. Sobre todo, cuando el calor aprieta.
Es refrescante, ligeramente dulzona, con todo el sabor de la fruta y del vino. La sangría no tiene grandes misterios, y aunque cada maestrillo tiene su librillo y puede que en cada casa se prepare de una forma, sí que hay una serie de trucos para que salga bien y, sobre todo, unas líneas rojas que no debemos cruzar. Porque igual que cuando está bien hecha resulta deliciosa, una mala sangría no hay quien se la tome. Estos son los siete principales errores que se pueden competer a la hora de hacer sangría:
1) Usar un mal vino
Pase para que para hacer una sangría no vayamos a usar un vino tinto gran reserva, ni esa botella que reservábamos en tu bodega a la espera de una gran ocasión. Pero el otro extremo tampoco vale. Usar un vino peleón que no podrías tomar solo, solo puede dar lugar a una mala sangría, no creas que el vino va a mejorar con la fruta y el azúcar. En España, tenemos muy buenos vinos a precios económicos tanto en bodegas como en supermercados. Elige, preferentemente, un vino joven y afrutado.
2) Usar esa fruta… que ya no te comerías de otra forma
Lo mismo pasa con la fruta. Esos plátanos negros que han conocidos tiempos mejores en tu despensa, quizá puedan servir para hacer un bizcocho… pero desde luego, no para una sangría. Y lo mismo podemos decir de naranjas y limones. No intentes aprovechar ese limón ‘securrio’ que anda partido por la mitad en tu nevera desde tiempos inmemoriales, ni intentes rescatar esas naranjas que ya presentan algo de moho.
Definitivamente, la fruta medio pocha no sirve. La norma es sencilla, si una pieza de fruta ya no te la comerías a la hora del postre, después de comer, tampoco la uses para hacer sangría. Usa las frutas que más te gusten, pero elígelas frescas, maduras y con buen aspecto.
3) Una mala elección de fruta
Naranja, limón y melocotón son las frutas más adecuadas para hacer sangría, pero puedes variar en función de tus gustos o de la temporada. La manzana y el plátano son buenas opciones. Incluso algúna fruta roja. Sin embargo, es mejor evitar las frutas que tengan mucha agua, como la sandía, el melón o la pera.
De la misma forma la fruta debe ser fresca, de modo que ni se te ocurra añadir frutas enlatada o en almíbar. Si quieres dar salida a esa lata de lichis en almíbar que tienes desde hace demasiado tiempo, esta no debe ser la ocasión.
4) No dejar macerar y reposar
Mezcla el vino junto con el azúcar y la fruta, lavada y partida. Y se deja reposar. Ese tiempo de reposo es imprescindible y no debe ser inferior a un par de horas. Entre dos y cuatro horas es el tiempo idóneo, dentro de la nevera. Durante ese reposo, se mezclarán los sabores, el vino adoptará los aromas de las frutas.
5) Pero tampoco te pases
En relación al tiempo de reposo de la sangría… tan malo es el defecto como el exceso. No tengas el vino con las frutas durante un día y medio en la nevera, o te arriesgas a que la fruta comience a fermentar.
6) Añadir hielo a una sangría… que no está fría
El hielo, abundante, debe añadirse en el momento de servir la sangría. Ahora bien, es muy importante que la sangría esté previamente bien fría. De lo contrario, el hielo se derretirá en un abrir y cerrar de ojos y tendrás sangría aguada. Elige, si te es posible, piedras de hielo grandes y compactas.
7) ¿Especias? Ojo con la elección
Hay a quien le gusta añadir un palo de canela a la sangría. Desde luego, le aporta un sabor delicioso. Incluso se podría añadir una pizquita de nuez moscada. Pero, ¡mucho cuidado con el tema de las especias!, que estamos preparando una sangría, no un curry. De modo que, olvídate por completo del cardamomo, del clavo, de la pimienta y del anís estrellado. Que al gin tonic se le empezó a añadir unas bayas de enebro… y mira cómo acabó la cosa.
Beatriz Torija
Fuente: 65 y más
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