La leche frita nace de una mezcla sencilla de ingredientes y, aunque de preparación algo trabajosa, merece mucho la pena probarla. / DANIEL DEL CASTILLO
No goza de la popularidad de la torrija, pero la leche frita es uno de los grandes postres de nuestra cocina que se consume principalmente en Semana Santa, Cuaresma y Carnavales
Muchos han podido oír hablar de la leche frita, pero pocos la han probado. Este dulce es una de las elaboraciones reposteras más típicas del recetario nacional, pero su relevancia no ha trascendido tanto como la de, por ejemplo, las torrijas.
Aún así, la leche frita merece su oportunidad y su espacio como la auténtica delicia que es. Porque esta dulce receta, a medio camino entre la torrija y la croqueta, nace de una mezcla sencilla de ingredientes y, aunque de preparación algo trabajosa, merece mucho la pena probarla.
De su origen existen muchas teorías, ninguna unánime, pero ello no es obstáculo para que la leche frita haya llegado a prepararse en los distintos puntos del Estado. Cada provincia y territorio tiene sus particularidades y variaciones, pero los ingredientes base son inamovibles: leche, harina, huevo, azúcar, limón y canela.
Secretos de la preparación
Paciencia y tiempo resultan claves en la preparación de la leche frita porque bien es sabido que las prisas y malas mediciones no hacen buenas migas en la repostería.
La elaboración de la leche frita parte de poner a infusionar la leche con ralladura de limón y canela en rama, e importante, dejar reposar dicha infusión durante al menos media hora para que se impregnen bien los aromas en la leche. Hay quien a estos ingredientes opta por añadir endulzantes como azúcar, mantequilla o leche condensada u otros aromatizantes como vainilla o ralladura de naranja, pero la elección la dejamos a gusto del cocinero.
Blanca en su interior y dorada por fuera, la leche frita ha de tener una textura cremosa pero firme, blanda y suave, y un sabor no demasiado dulzón que potencie los aromas cítricos y de canela
Después, mezclaremos la leche infusionada con la harina de maiz o de trigo, con varillas o batidora, pero siempre que quede homogénea y sin grumos para volver a calentarla (al baño maría o en un cazo), sin dejar de remover para evitar que se 'agarre'.
Cuando haya espesado, ha llegado el momento de verterla sobre una fuente que permita que la masa tenga unos dos dedos de grosor, cubrirla con papel film y dejarlo enfriar en la nevera. No hay un tiempo estipulado de reposo en frío, pero cuanto más tiempo pase mejor, y si podemos esperar 24 horas para que la masa se asiente y enfríe será lo ideal.
Una vez esté fría la masa, cortarla en porciones rectangulares de uno o dos bocados, para pasarlas por harina y huevo y freírlas en abundante aceite caliente. Hay quien agrega mantequilla para al aceite para una mayor untuosidad. Una vez estén doradas las piezas por ambos lados, retirar y dejar escurrir sobre papel absorbente, para terminar espolvoreando por encima una mezcla de azúcar y canela en polvo.
El resultado son unas piezas de uno o dos bocados que harán las delicias de los más golosos. Blanca en su interior y dorada por fuera, la leche frita ha de tener una textura cremosa pero firme, blanda y suave, y un sabor no demasiado dulzón que potencie los aromas cítricos y de canela.
Fuente: Diario Vasco
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