No se requiere de copas para disfrutar del vino, al menos de la manera propuesta por Pedro Escobar en los buenos vinos en la historia, obra a la que recientemente sumó un segundo volumen
Publicado a finales del año pasado de manera independiente, su autor Pedro Escobar suma nuevas historias a otras dadas a conocer en 2019, en un primer volumen, luego de aparecer por entregas en www.buenosvinos.org, revista digital especializada de la que también se encuentra a cargo.
¿Cómo descubriste el enfoque ajeno a las guías y sugerencias de maridaje?
A todos nos gusta una buena historia para compartir en la sobremesa, y cada botella de vino está llena de ellas. Las personas que lo han leído me dicen que lo más atractivo es lo accesible y digerible de los relatos. No se necesita ser muy versado en enología para disfrutar de una buena anécdota que involucra al vino.
¿Y qué encuentran de atractivo los lectores abstemios?
Yo mismo me he sorprendido en ferias del libro y presentaciones a las que he asistido, al comprobar que incluso existen niños que compran el libro. Y es que su contenido no tiene que ver con una promoción del consumo, sino con la idea es valorizar esta maravillosa invención humana que ha acompañado a los hombres a lo largo de la civilización.
¿Cuál fue el personaje te sorprendió más en a su relación con el mundo vino?
Me interesa mucho la relación de Miguel de Cervantes con el vino —incluso, tuvo una breve etapa como viticultor con el viñedo del que fue dueño en la periferia de Madrid— y la constancia de sus conocimientos en el tema que dejó en muchos de sus libros. También me parece muy interesante los rastros de cultura vinícola que pueden encontrarse en los libros de Julio Verne, Lord Byron, Alejandro Dumas y del gran escritor mexicano Fernando del Paso.
¿Con cuál de los personajes que abordas te gustaría compartir una botella de vino, y cuál descorcharías?
¡Hay muchos! Un Chambertin en la campaña de Italia con Napoléon, un Château Pontet-Canet, el vino favorito de Julio Verne; el Château-Palmer del año 1975 con don Fernando Del Paso, que él mismo describe de forma magistral en su novela Linda 67 y, por último, el Château Chasse Spleen, que Lord Byron bebía en una copa hecha con un cráneo humano, de la que decía: Ahuyenta como ningún otro las ideas sombrías.
¿Y con cuál otro descorcharías una segunda botella?
Como postre, una botella de vino generoso de Madeira: el famoso vino portugués fortificado que bebía Maximiliano de Habsburgo cuando se sentía melancólico, pues le recordaba al gran amor de su vida, la princesa portuguesa María Amelia de Braganza. Como es natural, habría que descorcharlo a escondidas de la emperatriz Carlota.
¿Con quienes nunca beberías por “mala copas”?
Con Ernest Hemingway, quien pese a ser un gran conocedor en temas vinícolas, se transformaba en boxeador amateur cuando se embriagaba y buscaba cualquier motivo para demostrarlo. Algo similar al gran Alejandro Magno, quien se creía la encarnación de Baco en la tierra cuando se emborrachaba antes de salir al campo de batalla.
[Ambos títulos pueden conseguirse en México en la plataforma de Mercado Libre, y en todo el mundo en formato físico y digital en Amazon y Google Play Books.].
OTRAS CURIOSIDADES
(tomadas de Los buenos vinos en la historia II)
- Durante la presidencia de Thomas Jefferson (1743-1826) la cava de la Casa Blanca dispuso de los mejores vinos europeos, a los que el estadista se aficionó durante su desempeño previo como embajador en Francia.
- Una teoría conspiratoria señala queNapoleón Bonaparte (1769-1821)murió a manos de los ingleses, quienes le agregaban pequeñas dosis de arsénico al vino tomado cotidianamente durante su destierro en la isla de Santa Elena.
- Luego que recibir una canasta de uvas de los viñedos del baron de Rothschild, el compositor Gioachino Rossini (1792-1868) le enviaría una carta, diciéndole: “¡Gracias! Su uva es excelente, pero no me gusta mucho el vino en pastillas”.
- Los padres deGuiseppe Verdi(1813-1901) atendían una taberna en su pueblo natal, a las afueras de Parma, donde ofrecían vinos de la región, incluido el Gutturnio, un tinto espumoso servido en tazón de porcelana.
- Porfirio Díaz (1830-1915) sólo bebía vino tinto o champaña durante los grandes banquetes diplomáticos, posiblemente por los problemas de presión arterial y arteroesclerosis padecidos al final de su vida.
- En 1976 se realizó en la capital francesa una cata a ciegas con vino franceses y californianos, imponiéndose sorpresivamente los segundos, acontecimiento conocido desde entonces como“El Juicio de París”.
Arturo Reyes Fragoso
Fuente: Gastrolab
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