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Está en ascenso la cultura de disfrutar de un buen vino en restaurantes y reuniones
Conceptos como vino joven, de crianza, y de reserva, poco a poco se agregan a nuestro lenguaje a la hora de escoger qué degustar; y nombres de etiquetas, casas, vinícolas y variedades de uvas van formando parte de los temas de conversación. El vino es cultura, precisamente, por eso: porque da un tema de conversación refinada que aumenta nuestro conocimiento y, además, el disfrute gastronómico.
El mundo del vino es un mundo. Nunca como hoy los supermercados cuentan con la etiqueta de casi todos los países productores: Chile, Italia, Francia, Alemania, Georgia, Argentina, Australia, Sudáfrica, EU, que son los más importantes y podemos mencionarlos sin abrumarnos, sin embargo, las que sí son imposibles de contar son las varietales de uvas porque son demasiadas. Hay países como Grecia que cuentan con más de 300 tipos de parras autóctonas, que les nacieron sin pedírselas a su gran dios Apolo, así que conformémonos con saber que los griegos se nombran los inventores del vino y según cuenta la leyenda fue al calor del vino que surgió la ciencia de la filosofía, pues dicen que a la segunda copa Tales de Mileto, el más antiguo de los filósofos, comenzaba a cuestionarse qué es la vida y para qué existimos.
Distinguir si el vino es joven, crianza o reserva depende de su maduración en barrica y luego el tiempo que pasa en botella, porque debemos saber que el vino es un ser vivo que está en constante evolución, por esa razón cambia de un año a otro. Es muy fácil aprender el tipo de maduración en barrica y botella que tiene un vino, que de paso va ligado al precio, al aroma y al sabor.:
- Los vinos jóvenes van del tanque a la botella, no pasan por barrica, y son para consumirse en el primer año.
- Los vinos crianza pasan por barrica menos de un año y reposan en botella dos años.
- Los reserva pasan por barrica un año, pero reposan en botella tres.
- Los gran reserva: por barrica dos y en botella, también, tres.
Lo que a mí me gusta del vino es el momento especial, el ritual que se hace para degustarlo, un momento presente de relajación con los amigos o la familia que no volverá a repetirse; a la primera copa los sentidos comienzan a expandirse y el cuerpo se relaja, la visión del mundo mejora y vibramos alto.
Mi recomendación: si quiere seguir vibrando alto nunca tome más de dos copas, finalmente tiene alcohol y el exceso puede dañar la mente.
Namasté.
SILVIA GONZÁLEZ DELGADO
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