En el mundo del vino las posibilidades parecen ser inagotables e infinitas. Respecto a la elaboración, permanentemente surgen nuevas prácticas que desafían aún más la precisión y el trabajo de agrónomos y enólogos. Mientras que un tiempo atrás se comenzó a trabajar con uvas de fincas puntuales para entender la expresión de un viñedo determinado, hoy existe una nueva tendencia que predomina a nivel internacional: trabajar zonas específicas dentro de una finca, sus parcelas o lotes.
En todos los grandes terruños del mundo, son cada vez más buscadas esas unidades o microzonas que otorgan características especiales por distintos factores; como la composición del suelo, la exposición solar, la geografía o la altura, entre otros.
Son muchos los motivos por los que hay parcelas que dentro de una misma finca dan expresiones distintas al resto, por lo tanto, el objetivo de los agrónomos es encontrarlas y lograr potenciar esa identidad natural del vino que se elabora a partir de sus uvas.
Durante la vinificación, con los llamados “vinos de parcela” es posible optar por dos caminos diferentes. Por un lado, embotellar el resultado de un lote puntual para conservar su esencia más pura; por el otro, combinar distintas microzonas –por fuera o dentro de una misma finca– para lograr un equilibrio general entre sus componentes. A través de la combinación entre lotes que otorgan distintas expresiones en cuanto al ancho de boca, la acidez, los taninos y la estructura, entre otros aspectos, es posible lograr un resultado superador. Pero más aún: un vino verdaderamente irrepetible.
Al momento de elaborar un corte de parcelas, los enólogos buscan lograr el estilo de vinos que tienen en mente partiendo de componentes más precisos y singulares. Cuando se trabaja con microunidades de terroir, que tienen atributos específicos, el objetivo es alcanzar el equilibrio perfecto entre todos los elementos característicos de cada lote seleccionado.
De Sangre: Los blends de parcelas de Luigi Bosca
La colección De Sangre de Luigi Bosca es elaborada bajo el concepto de selección de parcelas especialmente elegidas en las fincas que la familia Arizu posee en Maipú, Luján de Cuyo y Valle de Uco. Estas zonas distintas en cuanto la composición del suelo, el clima y la altura otorgan características puntuales que permiten a la bodega lograr resultados diferentes.
Cada uno de los vinos de la colección es el resultado de una minuciosa búsqueda de microzonas y suelos con componentes particulares que derivan en una expresión pura y transparente del terruño. Para lograr este carácter preciso, los agrónomos de la bodega comenzaron con un trabajo de mapeo de suelos dentro de los viñedos, para luego realizar microvinificaciones y descubrir así el potencial de cada lote. Esto, sumado a la experiencia de años de vinificación, les permitió encontrar aquellas parcelas que -por sus condiciones de equilibrio y conjunción de material genético, suelo, clima y geografía- otorgan una expresión especial y destacada.
En términos generales, las parcelas de Luján de Cuyo aportan los componentes típicos de su suelo franco arenoso, como ancho de boca, madurez y dulzor, lo que les da cierta longevidad a los vinos. Los lotes de Maipú otorgan buena estructura tánica, cuerpo y rasgos que suman volumen en el paladar. Finalmente, la uva que viene de los lotes de Valle de Uco aporta taninos más finos, acidez punzante, textura y cierta mineralidad producto de sus suelos más pedregosos.
Fuente: La Nación
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