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En Ecuador, la política se mete incluso en la cocina y en la mesa, afectando nuestra gastronomía y por ende nuestra calidad de vida.
En Ecuador, la política se mete incluso en la cocina y en la mesa, afectando nuestra gastronomía y por ende nuestra calidad de vida. Por eso, de repente es bueno mirar hacia afuera cuando el aire está tan enrarecido adentro.
El índice Big Mac es publicado por la revista The Economist, que compara el precio de la hamburguesa Big Mac, en dólares, en la mayoría de los países del mundo, basándose conceptualmente en la paridad del poder adquisitivo (PPA), el cual confronta el poder absoluto de compra de las monedas en diferentes países.
En su fondo subyace la ley del precio único, la cual nos dice que si no hay distorsiones, barreras comerciales o legales que eleven los costos de transacción, el precio de un bien es igual en cualquier lugar o, en su defecto, muy parecido, si es que hay costos de transporte o similares. No quiero comparar en este momento los precios de la Big Mac, mas sí de las hamburguesas. Este sencillo producto corrobora que el país no funciona, que su competitividad es una de las más bajas de toda Latinoamérica, solo por encima de Venezuela, Nicaragua, Guatemala, Bolivia, El Salvador y Honduras.
Tengo el frente mío la factura de una double smoke shak y una cerveza artesanal negra, de Shake Shak, una de las cadenas de hamburguesas más caras de los Estados Unidos. Ascendió a $ 11,19. En cuanto a la calidad, la carne fue de primera, de ganado angus, jugosa, con mucho sabor. El sitio es rústico, muy bien decorado y agradable. Sillas y mesas de hierro y madera, con buenos acabados en su estilo. Para comparar, deberé referirme a dos hamburguesas buenas para nuestro medio, con locales en Urdesa y Samborondón. La primera se la debe comer uno prácticamente en la calle. La segunda está en un sitio igualmente agradable y cuidado, como Shake Shak. Por una orden similar, las facturas de las ecuatorianas fueron 23 % y 17 % superiores. Cabe resaltar que las ecuatorianas no igualan, menos superan, a la norteamericana. Esta comparación adquiere más relevancia al ser la moneda la misma en los dos países.
Nos sorprenderá también descubrir que el dueño del restaurante norteamericano paga de arriendo por su local, en una ciudad del centro de Estados Unidos que bordea los 2 millones de personas y cuyo producto interno bruto es similar al 50 % de todo el Ecuador, es muy similar a lo que cuesta el espacio para un restaurante en muchos sitios de Samborondón.
¿A qué se deben entonces estas diferencias nada insignificantes? ¿Nuestros empresarios se han vuelto locos? No, se deben a la altísima intervención del Estado en todos los aspectos de la vida empresarial, en la industria gastronómica. Es una lástima que este gobierno no haya cumplido con la promesa de modernizar el Estado y hacer del Ecuador un país más competitivo. Buena suerte al próximo, se lo debe a nuestros comensales
Fuente: El Universo
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