El Gourmet Urbano: Anabella Barrios (@psicocina): Lo humano detrás de la experiencia del cocinar. ¿Cómo se come eso de psi-cocina? Parte II

lunes, 21 de febrero de 2011

Anabella Barrios (@psicocina): Lo humano detrás de la experiencia del cocinar. ¿Cómo se come eso de psi-cocina? Parte II

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¡Mis queridos Amigos! ¿Cómo están?
 
La semana pasada comenzamos a develar la mezcla de psicología con cocina. Veíamos que no es sólo la psicología, lo humano detrás de la experiencia del comer. ¡Más aún! Es la psicología, lo humano, detrás de la experiencia del cocinar.
 
En nuestros artículos, para develar lo humano en la experiencia del cocinar, nos paseamos entre palabras románticas, que nos hagan sentir, vivir de qué se trata, y palabras más rigurosas, pragmáticas, que juguetean con la ciencia, respondiendo a la inquietud que muchos nos hemos planteado y que intento contestar como humana, científico (psicóloga clínico) y, más recientemente, como estudiante de cocina: ¿Por qué nos gusta tanto cocinar o por qué no soportamos estar en una cocina? ¿Cómo es que la experiencia del cocinar nos puede ayudar a fortalecer las herramientas que nos permitan tener una mejor calidad de vida?
 
Así, entrando suavecito en materia, en nuestro artículo de hoy redescubrimos, sentimos y luego pensamos que la cocina nos conecta con lo humano, eso que nos hace distintos al resto de las especies de seres vivos, ese ser capaz de pensar, y darnos cuenta de que pensamos y darnos cuenta de que sentimos.
 
I: Sentimos

Como cuando tomamos un bocado, lo disfrutamos o lo detestamos, o nos da igual o nos hace desear, regresar, buscar más, quizá repetir, o mejorar. Y si no sólo es aquello que llega a nuestra boca en donde se devela nuestra posibilidad de darnos cuenta, de apreciar, de disfrutar, de detenernos en los espacios de la vida, en la cocina, como si fuese la piel de la persona amada.
 
La cocina es un espacio que nos da la posibilidad de despertarnos los sentidos con caricias, abriendo nuestros ojos al percibir el aroma que desprende con el rocío de la concha de una naranja cuando la presionamos, dándonos cuenta que de sus poros brota líquido un poco más viscosos que el agua.
 
La cocina, un espacio para la vida aún cuando sin tanto detenimiento y más apuro pasamos por un local de comida rápida y tan rápido como su servicio es la frecuencia del burbujear del aceite de las papas fritas, un burbujear del aceite nunca igual al de la tajada hecha en casa.
 
Cuando, de repente, no son situaciones aisladas en nuestra vida sino que de golpe, como el encendido de la luz en la oscuridad, somos expuestos a un espacio lleno de situaciones que, más que cotidiana, estimulan nuestros sentidos, y con dirección se empiezan a orquestar para producir un no sé qué, aquello que ha estado en alguna receta, o en la imaginación o tradición de alguien.
 
Si realmente nos paseamos por una experiencia como la descrita arriba, o comenzamos a explorar las posibilidades que nos ofrece la cocina de no solo nutrir nuestro cuerpo sino de acariciar nuestra alma y en este sentido hacerla crecer y fortalecernos como personas, nos hallaremos como protagonistas en la dirección de una orquesta, en la composición multidimensional, que es un plato o quizá nuestra vida.
 
II: Pensamos
 
La cocina, la experiencia del cocinar, como comenzamos a vislumbrar la semana pasada, se enraiza en lo que en la psicología llamamos el YO, ese Gerente Interno que, sin darnos cuenta negocia entre nuestras necesidades, deseos, deberes y la realidad externa, esperando hacernos ganar. Este YO es el que encuentra la posibilidad de desplegarse y fortalecerse en la experiencia del cocinar. En primer lugar, porque cual músculo es utilizado, ejercitado, como se ejercitan nuestras pantorrillas al caminar. Como de alguna forma lograron sentir arriba, en la cocina se despiertan y ejercitan nuestros sentidos. No se imaginan la relevancia, la trascendencia que tienen en nuestra vida.
 
Como seres humanos tenemos 5 sentidos, ¿cierto? Nuestra naturaleza nos lleva a percibir un 80% de las cosas a través del sentido de la vista, y eso nos hace propensos a estar tan pendientes de cómo se ven las cosas, de cómo se ve fulano, o mengano, de lo que tiene. Este percibir y hacer un uso casi exclusivo del sentido de la vista en nuestra vida coloca nuestra seguridad sobre la base de las apariencias y no sobre la base del quien somos como personas.
 
Al comenzar a ejercitar nuestros sentidos, como lo hacemos en la cocina, el olfato con el aroma de la naranja, el oído con la diferencia entre el burbujear del aceite cuando freímos papas fritas a cuando freímos tajadas de plátano maduro; el tacto al tocar los ingredientes y percibir sus texturas en el bocado, comenzamos a apreciar las cosas más por lo que son y no por cómo se ven. Así comenzamos a apreciarnos más a nosotros mismos, a ganar seguridad, a valorarnos más.
 
A muchos nos gusta la cocina, nos relaja, nos cautiva porque sin darnos cuenta vamos desarrollando los sentidos, fortalecemos nuestro Gerente Interno, fortalecemos nuestra seguridad, nuestra autoestima. Hoy sólo hablé del desarrollo de los sentidos, pero recuerden que hay mucho más en la cocina que nos fortalece y que poco a poco iremos descubriendo en la cocina.
 
¡Hasta la próxima amigos!
 
Anabella Barrios
Anabella Barrios
Psicóloga y pastelera



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