“¡Tierra a la vista! Gritaría Rodrigo de Triana con todas sus fuerzas, aquella tarde del 12 de octubre de 1492, cuando apostado en la cofa del mástil mayor, divisó a lo lejos la silueta de una inmensa masa de tierra...”
Así comienza su escrito mi amigo Humberto en su artículo que habla sobre El bizcocho: Aliado del descubrimiento de América.
Pero que el bizcocho fuera el acompañante en los viajes de Colón apenas es la punta del iceberg ante todo lo que se suscitó como bola de nieve cuando América y Europa se encontraron; incluso este breve escrito y los sucesivos, sólo darán un destello de la grandeza de este momento en la vida del hombre.
La comida ha sido la razón principal (o al menos una de ellas) de muchos cambios en la historia. El evento que todos conocemos como “El Descubrimiento de América” no fue la excepción. Analicemos brevemente el entorno de Colón para esa época
En el siglo XV, las especias eran productos muy preciados en la Gastronomía Medieval. Una de sus principales funciones era, a parte de darle sabor a la comida, “disfrazar” las carnes no tan frescas y diferenciar los alimentos de los burgueses de los alimentos del campesino. Tanto era la fascinación ante los olores y la presentación exótica de muchas de ellas que había las especies para la burquesía y las especies de los campesinos. Un historiador gastrónomo llamado Xavier Domingo escribió que una rueda de pescado que consumía un burgués podía tener nuez moscada, clavo, agraz, pimienta, canela, jengibre y azafrán. Bastantes sabores encontrados, pero la regla era que, mientras más hierbas o especies exóticas tuviera el plato, más peso en la sociedad burguesa se tenía.
Esto indica que las especias eran uno de los principales comercios de la época. Cabe destacar también que los “negociantes” ya existían desde entonces. La ruta que llevaba a la India, de donde procedían la mayoría de estas especias, era una famosa ruta que, en el año 1877, se le denominó la ruta de la seda. Pero en esa ruta, los españoles debían enfrentarse a los asiáticos, que sacaban provecho de esta pasión por las especias conviertiéndose en voraces vendedores de las mismas, y de los portugueses que tenían controlado el comercio.
Colón vio la oportunidad de buscar una ruta alterna por el Occidente para evitar este acoso, y con esta idea pidió audiencia a los Reyes de España. Las especias eran un producto lucrativo y descubrir otra ruta que abaratara los costos traería dinero y poder a La Corona. Esta idea fue lo que convenció a La reina Isabel a dar su consentimiento, pero lo que nunca supo Colón es que descubriría algo más que especias con olores exóticos.
Al imaginarme a Rodrigo gritando Tierra, me imagino a Colón sintiendo que el alma le volvía al cuerpo después de un largo tiempo de travesía incierta. Supongo que pensaría que al fin había llegado a las Indias Orientales, que tendría como retribuirle a los mercaderes que financiaron el viaje, que menos mal que insistió en las capitulaciones de Santa Fe para que no le quitarán los créditos, y que haría buenos negocios y viviría cómodamente entre los burgueses. Digan lo que digan, Colón no viajó para descubrir América (de hecho murió sin saberlo), viajó por negocios, reconocimiento y fortuna.
Y con ese respiro pisó Colón América junto a su tripulación y comenzó ese intercambio cultural de una envergadura que hoy en día se pierde en la historia. La sorpresa de Colón y del resto de los tripulantes en los viajes sucesivos fue, no sólo haber descubierto nuevas y más ricas especies, sino una especia mucha más valiosas que todas las demás juntas y que se convirtió en el siguiente Leit motiv de los viajes: El Oro. Pero eso queda para otra historia. Volvamos a nuestras especias.
Lo que llamó la atención a los españoles fueron las especias que nada se parecían a las asiáticas, pero que Colón vio como buenas opciones para abrir nuevos mercados. Una de ellas fue el ají, también llamada guindilla, y que se puede considerar como la primera de las especies en embarcarse hacia Europa. De hecho, Colón la comparó con la pimienta pero mil veces mejor y, por lo que interpretó de los indios, era un alimento sano; otra de las primeras especias que también viajó a Europa fue el pimiento (descubierto en Haití) y que los españoles compararon, por su sabor, con el jengibre de aquella época.
En los viajes sucesivos, llegaron al Viejo Mundo otros productos como el maíz, la papa, el tomate y el cacao. Pero no crean que llegaron como artistas de Hollywood saludando y caminando por la alfombra roja. Despreciados fueron en sus comienzos y pasaron muchos años antes de que la papa se conviertiera en el ingrediente principal de la mundialmente conocida tortilla española y el tomate se convirtiera en la base principal de muchos platos italianos renombrados y famosos a nivel mundial.
Pero ¿cómo fue esta evolución de los alimentos del Nuevo Mundo en el Viejo Mundo? y ¿de la mano de quién fueron introducidos? Interesantes preguntas que tendrán respuesta en las próximas entregas.
¡Hasta el próximo domingo!
Walezca Barrios
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