Las
Panaderas del Taj Mahal
Que
importa que no mires la sal, si la comida esta sabrosa,
Aunque
sepas que la sal es importante.
Extracto
de la película Touch of spice
Todos
en aquellas vasta región de Agra, al norte de la India, quedaron
asombrados por tal manifestación de amor, jamás hubieran pensado
que podría edificarse a las orillas del río Yamuna con la precisión
de la arquitectura mongola, islámica, persa e india, un conjunto de
edificios en honor a la esposa favorita del emperador, quien moriría
dando a luz a su 14ª hija y decretando luto nacional en su honor por
dos largos años. El Emperador mogol Shah Jahan habría de ordenar
la construcción de tan compleja edificación a sus súbditos entre
los años 1631 y 1654, donde más de 20.000 obreros indios y persas
trabajarían arduamente por veinte años sin cesar, como ofrenda
póstuma a quien fuera su gran amor, la princesa persa, Arjumand Banu
Begum, conocida como Mumtaz Mahal, y le dedicaría uno de los
mausoleos más hermosos de los que la humanidad hubiera podido
apreciar. Sería su deseo.
La
naturaleza romántica del edificio, con sus estilizadas Chattri o
columnas, la cúpula acebollada o llamada también “Amrud” de
fino mármol blanco con incrustaciones de joyas preciosas, al igual
que el minarete donde el “Almuecín” llamaría a los fieles
islámicos a la oración, serían algunos de los requerimientos del
emperador para la construcción del Taj Mahal, cuya simetría
asombraría por la utilización de los amplios jardines divididos en
cuadros y formando una cruz por los canales de un espejo de agua,
para producir un efecto adicional de perfecta simetría. Según las
órdenes del emperador, los jardínes deberían estar divididos por
senderos de 16 canteros repletos de hermosas flores y rodeando un
estanque central de mármol, el cual reflejaría de manera majestuosa
todo el esplendor de lo que sería su mayor manifestación de amor.
Uno de los mayores retos era alimentar a los 20.000 obreros durante las duras jornadas de trabajo, las especias jugaban un papel importante. Canela, curry, pimientas, ají, comino, cúrcuma, jengibre, cilantro, al igual que el arroz, las verduras y la harina de trigo harían el complemento para la elaboración de los cientos o miles de panes planos típicos de la gastronomía hindú, que tendrían que elaborar diariamente. Chapai, phulka, puri, roti, paratha, naan, kulcha, bhatoora, serían algunos de los panes que acompañarían las comidas que vendrían a representar la vasta región de la India, debido a la mano de obra proveniente de todos los confines de un territorio con tantos sabores y aromas, como castas y tradiciones. La elaboración de los panes como el roti, chapati, paratha, etc., demandaba una gran cantidad de harina molida y agua, de la cual resultaba una masa que se dividía en porciones y se aplanaban con un rodillo, para luego ser cocidas sobre el “tava” o una plancha de hierro fundido; otros panes como el puri y el bhatura requerían que fueran fritos.
Los
panes generalmente se usan como instrumento para comer; según la
cultura india sólo debe usarse la mano derecha, ya que la izquierda
es considerada la mano sucia, algo muy arraigado y practicado en este
tipo de sociedades. El pan debe cortarse con la ayuda de los cuatros
dedos de la mano derecha, exceptuando el índice, ya que éste
también es considerado como sucio. Luego de cortado el pan, el
mismo sirve para recoger la comida del plato; y sentados sobre el
suelo o en elaboradas esterillas comenzaba el festín. Chutneys,
currys, arroces e infinidad de creaciones indias, hacían que los
obreros tuvieran la energía para continuar los deseos del emperador.
Los olores eran tan embriagadores que traspasaban más allá de los
límites del Taj Majal, olores que podían perdurar en el ambiente e
incluso hasta más allá de la puesta del sol.
Los
panes eran horneados en hornos denominados “tandoor”
y alimentados con leña o carbón, por lo que la experiencia del
panadero debía controlar la temperatura por medio de canales de aire
para que le dieran el punto exacto a los productos. Estos hornos
requerían mucha atención, ya que estaban prácticamente todo el día
siendo utilizados en las labores panaderas, y una forma de saber si
el horno estaba a punto era rociándolo con agua, la cual desaparecía
inmediatamente. Incluso su vapor era útil, ya que no sólo se usaban
para hornear, sino también para asar. Si se les tapaba se obtenía
un calor seco que, unido a la humedad de los alimentos, ofrecía como
resultado carnes y vegetales jugosos. Los tandoor eran enterrados
en el suelo y su utilización formaba una rutina diaria, mientras se
construían los cimientos de la colosal obra hasta su culminación.
¿Podríamos imaginárnoslos?, ¿cuántos panes pudieron elaborarse?,
¡incalculable, pienso yo! Luego que la masa estaba lista eran las
mujeres las encargadas del horneo, sentadas y conversando de los
quehaceres diarios les transcurría el tiempo; apilando los panes
entre 30 y 40 y cubriéndolos con un lienzo se disponían para ser
consumidos, tibios y pincelados con ghi o mantequilla semilíquida.
Definitivamente
el emperador Shah Jahan logró demostrar a su gran amor que, luego de
la muerte aún le podría seguir rindiéndole pleitesías, idolatrías
y agradecimientos, pero también que, al transcurrir de los siglos,
esa gran e
irrepetible
edificación ha perdurado a los ojos de la humanidad, como un
recordatorio de que el amor es eterno aunque físicamente los amantes
no se encuentren
presentes. Los
olores y sabores nos harían recordar
la magia
embriagadora
de
la gastronomía como un arma de seducción,
capaz de alentar a miles de almas a edificar con el corazón.
Fuente de la imagen: Wikipedia
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