Fue inevitable, al frecuentar últimamente tantas bodegas, darme cuenta de que el mito del tapón es algo que va más allá de una cultura, una región o un país. La costumbre hace que el ser humano rechace lo desconocido en la mayoría de los casos o que lo busque con ansias en otros pocos.
Empecemos dando una breve explicación y corrigiendo un frecuente error de palabras. Un tapón, según explica en uno de sus significados la Real Academia Española, es una pieza con que se tapan las vasijas, introduciéndola en el orificio por donde sale el líquido. Los tapones pueden estar hechos de diferentes materiales, el más usado históricamente es el corcho proveniente del árbol llamado Alcornoque.
El Alcornoque desarrolla el corcho en una capa contigua a la corteza, por ende hacer tapones de este material implica la utilización de una gran cantidad de materia prima para los millones de botellas que salen de una bodega común. El corcho tiene un uso específico, aunque no todo el mundo lo reconozca y no esté totalmente claro a la hora de comercializarse los efectos exactos que el mismo dará. Se habla siempre de una micro-oxigenación proporcionada por sus minúsculos poros y una impermeabilidad a los líquidos, lo que permite la entrada de oxígeno para la evolución del vino, pero sin dejar que éste salga.
Existen distintos tipo de tapones de corcho que difieren en su calidad y uso. Los de una sola pieza y de alta calidad normalmente serán usados para los vinos de mayor categoría de la bodega, reservas y grandes reservas de alta gama. Los defectuosos de esa área, pasan a ser los de la siguiente gama si aún son usables, sino se muelen y con estos pedazos pequeños se pegan en un molde formando los llamados tapones de corcho conglomerado. Para los vinos espumosos normalmente se usa un híbrido de ambos, ya que el conglomerado tiende a ser más flexible y el de una sola pieza más impermeable, combinación perfecta para soportar la presión del gas de dichos vinos.
Uno de los problemas del corcho es que a medida que pasa el tiempo, por ser un material vegetal que no está siendo irrigado por agua, éste comienza a secarse y de aquí la razón de que los vinos deben colocarse acostados en guarda para que el caldo esté en contacto con el mismo y le proporcione ese mínimo de humedad necesaria para que no se seque. Es común descorchar una botella y ver la marca de vino en el fondo del tapón de corcho, indicativo indudable de que al menos la botella estuvo en la posición adecuada por un largo período de tiempo. Si se secase el tapón, estaríamos en problemas al tratar de extraerlo, ya que existe altas probabilidades de que se quiebre y que el vino se llene de partículas del mismo.
Como amantes del vino, seguro se habrán topado con alguna botella que tiene un tapón sintético de algún color (nótese que escribí tapón sintético y no corcho sintético, error común al hablar de vinos) o una rosca metálica. Ahora viene la pregunta inherente al mito: ¿esto demuestra que el vino es de baja calidad? Pues la respuesta es ¡NO! Como les comentaba anteriormente, muchas bodegas se dieron cuenta que el tapón de corcho era útil solo en casos específicos, mientras que en otros no sólo era inútil sino que era una desventaja. Dado que no se conoce la cantidad de oxígeno que ingresa por un tapón de corcho, así éste sea de la más alta calidad, siempre será un riesgo usar uno. Este riesgo sólo se toma en el caso que el enólogo determine que dicho vino debe evolucionar en botella, como lo hacen la mayoría de los crianzas, reservas y grandes reservas.
Al dar esto por sentado, es fácil ver que el uso más común de los tapones sintéticos es para los vinos jóvenes, pero esto no termina acá: ya que así como se inventaron estos tapones alternativos se han hecho muchos otros experimentos para eliminar del todo el yugo del corcho, que sugiere un altísimo coste en la producción de los vinos para las bodegas que ya se gastan bastante en las barricas, por ejemplo. El primero fue la rosca metálica, lo cual hace un sello perfecto para las botellas y es ideal para los vinos jóvenes. El segundo experimento son los tapones sintéticos con válvulas controladas de entrada de aire, éstos no permiten la salida de líquido, pero mediante un orificio de diámetro conocido entra la “cantidad requerida”, según el enólogo, para la correcta evolución de dicho vino de guarda en condiciones idóneas. Por último, se han desarrollado roscas metálicas con membranas lo cual vendría a ser una evolución del cierre hermético para permitir una entrada bastante controlada de mínimas cantidades de aire, evitando la oxidación pero permitiendo que se airee un poco el líquido.
En conclusión, el tapón no dicta la calidad del vino, sino más bien su categoría. Si usted es de vinos afrutados, como regularmente son los vinos jóvenes, acepte que hasta la mejor de las bodegas probablemente usará tapones sintéticos o roscas metálicas por el bien de su economía y el estado de sus vinos. Destápelo con confianza y ni se le ocurra olerlo o buscar marcas de vino porque sólo hallará plástico o metal, según sea el caso. Si usted es de paladar y olfato sensible, le gustan las experiencias y encontrar sabores, descorche un tapón de alta gama y huélalo por la parte larga del cilindro, jamás por su base envinada, en busca de olores de moho y humedad que puedan describir un defecto del vino. En caso de que no existan dispóngase a disfrutar de un caldo pasado por barricas y que seguro le tomó al enólogo más de 6 meses de trabajo arduo.
Si no me cree, entonces vaya de visita a una bodega y vea cómo las barricas de 600 euros de roble francés y/o americano son tapadas con tapones sintéticos de gran tamaño como el que me regalaron la semana pasada en mi visita a la Bodegas Añadas en Cariñena, gracias a la invitación de Bodegar, para disfrutar del tiempo de vendimia en esta antigua zona vitivinícola de España.
Me gustaría saber su opinión al respecto, sus experiencias con los tapones y sus comentarios.
Nos vemos en el próximo mito.
Daniel Delgado
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