La energía se define como la capacidad de realizar un trabajo, es un aspecto importante del metabolismo y está representado por todos los procesos químicos implicados en la producción y utilización de energía a partir de fuentes exógenas como los alimentos y endógenas como las reservas musculares.
Es así como la combustión completa de los macronutrientes (carbohidratos, proteínas y lípidos) que integran los alimentos produce la cantidad de energía necesaria para mantener procesos tales como: reacciones de síntesis, transporte por membranas, conducción química, eléctrica y mecánica, producción de calor y trabajo mecánico; en otras palabras, las funciones para el mantenimiento de la vida.
Las necesidades de energía se expresan en kilocalorías termoquímicas, unidad usualmente llamada Kilocaloría o Caloría, la cual se define como la cantidad de calor necesaria para elevar la temperatura de 1g de agua de 14,5° a 15,5° C.
En los últimos años, el número de personas con sobrepeso y obesidad ha aumentado de forma vertiginosa, trayendo como consecuencia un incremento en la morbilidad por enfermedades crónicas como diabetes, hipertensión arterial y problemas cardiacos. Se ha comprobado que 80% de los casos de las enfermedades del corazón, 90% de la diabetes tipo 2 y 1/3 de los cánceres podrían evitarse cambiando algunos elementos del modo de vida: comiendo de manera saludable, manteniendo un peso normal y haciendo ejercicio.
Por ello, la Organización Mundial para la Salud, en su Resolución WHA55.23. Informe sobre la salud en el mundo 2004: Reducir los riesgos y promover una vida sana, crea como una de sus estrategias mundiales el proveer innovaciones, alternativas saludables y nutritivas, tales como productos bajos en calorías, azúcar, grasa, ácidos grasos trans, sal y colesterol, e incrementar ingredientes saludables. Es aquí donde la Industria de Alimentos juega un papel primordial al aumentar la oferta con opciones de productos más saludables, estimulando el consumo de alimentos y bebidas ligeras o Light, los cuales tienen la finalidad de ayudar a reducir el consumo de Calorías en la dieta diaria.
Sin embargo, para conseguir esto la industria ha fomentado la investigación de aditivos alimentarios que sean capaces de mantener el sabor y las características organolépticas de los productos originales pero con un aporte calórico muy inferior. Tal es el caso de los edulcorantes, por citar tan solo uno de los ejemplos.
Es por ello que es muy importante el saber identificar correctamente cuáles son los productos que nos pueden ayudar realmente y cuáles son los que no cuentan con información nutricional fidedigna.
Algunos consejos sugeridos son:
● Identifica qué es lo que buscas de un producto; es decir, define que es lo que deseas: controlar tu peso, disminuir tu grasa corporal, bajar el consumo de sodio, etc. De esta forma te será más fácil encontrar lo que buscas.
● Ten cuidado con frases engañosas, ya que muchos productos exageran sus propiedades nutricionales. Por ejemplo, el término “Sin colesterol” lo utilizan como especificación de muchos alimentos que no lo contienen naturalmente. Es importante conocer que sólo los alimentos de origen animal contienen colesterol como la carne, la leche, quesos, huevo, pollo, pescado, etc.
● Lee la lista de los ingredientes, ya que el primer nombre que se menciona siempre será el ingrediente principal; es decir, el que tiene mayor cantidad que cualquier otro y así conforme se vayan enlistando irán bajando su cantidad.
Como ven, hay varios tips sobre lo que se puede hacer para verificar si un producto es realmente lo que ofrece en su contenido nutricional y por ende calórico. Otra de las ventajas de la curiosidad (siempre recomendable) es aprender a reconocer y ver de dónde es el origen de esas calorías; es decir, si son provenientes de carbohidratos, lípidos o proteínas.
Georjay Romero.
MSc. Ciencias de Alimentos
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