De los vinos que traje en la maleta quiero contar la degustación de dos de ellos, ambos de la Denominación de Origen Vinos de Madrid, que traje a propósito para probar con la sommeliere Tamara Belgiovanne y con Franco Masi, de la casa importadora Di-Masi Vinos, donde estuvimos conversando antes del viaje acerca de las nuevas (o poco conocidas) denominaciones de origen españolas, y a quienes había prometido un par de botellas interesantes para degustarlas a nuestro regreso.
Uno de los últimos viernes de diciembre, algo tarde ya, fue cuando pudimos cuadrar para vernos en la sede de Di-Masi, donde llegué con mi esposa y dos botellas que no conocía y que resultaron muy interesantes, ambas de la D.O. Vinos de Madrid. Esta es una denominación joven, aprobada en 1990 para proteger los vinos que desde hace mucho se producen en la región que abarca a la capital española. De hecho, presumen de ser la única D.O. de una capital de país en todo el mundo vinícola, algo que en verdad es bastante raro. Confieso que tenía mis reservas con respecto a los caldos de esta región, principalmente por la gran fama que tienen los terruños de las zonas vitivinícolas más famosas de esa península y que están bastante alejadas de ese populoso centro, como Rioja, Priorat, Ribera del Duero y Rías Baixas, por nombrar algunas de las más conocidas por acá. Aún así quise conocerlos porque desde hace varios meses venía leyendo noticias y artículos interesantes acerca de ellos; además de mi no oculta pasión personal por esa hermosa capital.
En las dos décadas pasadas, las bodegas de esta región se han caracterizado por sacar al mercado vinos clásicos de alta calidad, empeñadas en mantenerse fieles a las cepas autóctonas del país, algunas incluso muy madrileñas como la uva blanca albillo. Han logrado recuperar cepas de hasta 80 años de edad lo que les ha permitido producir vinos muy interesantes y de gran potencial de guarda. Hasta la fecha, y según su website oficial, están registradas 46 bodegas en esta denominación, repartidas en tres subregiones ubicadas todas al sur de la Comunidad Autónoma de Madrid.
Volviendo a la degustación, primero abrimos un Navaherreros 2008, de la joven bodega Bernaveleba, quienes preparan estas botellas de 100% garnachas cultivadas en viñedos de la subzona San Martín de Valdeiglesias, con edades entre 40 a 80 años. En copa mostró un color rojo rubí intenso, muy limpio y brillante; en primera nariz se notaron aromas balsámicos que, luego de agitar, se abrieron, además con notas de frutas rojas y hierbas. En boca fue de ataque suave, de acidez media y buenos taninos, cuerpo medio y excelente estructura, con retrogusto a frutas maduras y hierbas y ciertas notas ahumadas y de madera, provenientes de su crianza de 13 meses en barricas de roble francés de segundo uso. Me pareció un vino que recuerda a los caldos clásicos franceses, que logró un excelente equilibrio entre la madera y la fruta. El final es de persistencia media a larga con ciertas notas de acidez, muy interesante. Un buen representante de la delicada Garnacha y del cómo esta noble cepa puede llegar a representar también el prestigio de esta región.
La segunda botella provenía de la subzona Navalcarnero, de nombre ASIDO 2006, en una etiqueta sencilla de letras rojas sobre fondo blanco donde también se destacan las dos cepas principales con que lo producen: tinto fino - merlot; creado por Bodegas Ricardo Benito ubicada en la ciudad de Navalcarnero, a unos 27 kilómetros al sur de Madrid. Este vino nos sorprendió a todos pues, aunque no lo detalla en su etiqueta, resultó potente y de alta complejidad, un tinto de larga crianza en roble con aromas a frutas rojas muy maduras y especias con algunas notas anisadas y mentoladas; además con aromas terciarios (tostados, chocolate oscuro) muy bien integrados con la fruta, lo que habla de un trabajo enológico de mucho cuidado y pasión. En boca se siente también muy buena estructura y equilibrio de acidez, taninos y demás sabores básicos, cuerpo medio y un final de persistencia media a larga con un ligero amargor que deja un grato recuerdo y que le hace pensar a uno en platos de carnes rojas, preferiblemente a la parrilla.
Estos dos tintos resultaron en una excelente selección, de entre las varias botellas que compramos en la tienda Lavinia, en Madrid, un sitio que se ha convertido en visita obligada, tanto para locales como para los turistas que apreciamos los buenos vinos españoles. La experiencia de degustarlos en un sitio tan cálido como la sede de Di-Masi Vinos, junto con la sommeliere y amiga Tamara Belgiovane, Franco Masi, su esposa, sus hermanos y algunos familiares, quienes nos atendieron al mejor estilo "V.I.P", incrementó el placer de conocer unas etiquetas y una denominación de origen que no sólo son extrañas en nuestro país, sino que también en España se están dando a conocer y, opinión muy personal, creo que jugarán un rol muy importante en el futuro cercano en cuanto a acrecentar a más altos niveles el ya bien conocido prestigio de los vinos de España.
Alejandro Jiménez Castillo
Entusiasta del vino y sus placeres
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