Otras regiones y países le dieron la oportunidad y no los ha defraudado. No sólo entrega excelentes varietales, sino que se integra en corte a la alta gama de muchos de los grandes vinos.
De ello, definitivamente es testigo el nuevo mundo (y los ejemplos son muchos), pero también lo son regiones tradicionales europeas como la Toscana o el Penedés, que sumaron el Cabernet a algunos de sus vinos con excelentes resultados.
Se lo vincula directamente al reconocido Sauvignon Blanc y al Cabernet Franc, variedad que sorprende en la Argentina, por lo que también algunos se atreven a unirlos siguiendo el ejemplo de los extraordinarios vinos de Bordeaux.
Su característica más destacada es la fruta negra, la especia fresca con algo de hoja y tierra, sumado a un carácter firme dado en parte por sus taninos y por entregar siempre un vino con buen volumen y materia. Logra mayor elegancia con la crianza en barrica, que resulta ser una excelente aliada para un vino tan expresivo.
Las ocasiones de consumo son variadas, ya que de acuerdo al estilo que gana en función a su cultivo, elaboración y crianza, se beberá solo o acompañado por platos de alta gastronomía.
Para los hacedores del vino representa un desafío, porque mas allá de su adaptabilidad es una cepa de madurez larga de la que siempre se esperan grandes resultados.
En la Argentina hay etiquetas de la década del 70 que llevan estampado el cabernet, lo que confirma que, si bien el reconocimiento de las variedades de uva parece más reciente, hay muchos productores que tiempo atrás identificaban y destacaban al Cabernet Sauvignon entre otras. Afortunadamente, nosotros tenemos, todos los días, la misma oportunidad..
Fuente: La Nación.com
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