El Gourmet Urbano: ¿Cómo se toma el vino?

jueves, 10 de abril de 2014

¿Cómo se toma el vino?

Me hicieron reír, enojar, discutir, pero lo mejor que hicieron fue invitarme a volver a las fuentes, ahí a la pregunta más simple que a la vez es la más lejana: ¿Cómo toma el vino la gente de a pie?

 

Quisieron venderme que el vino se toma en copas de cristal, que se bebe en finos encuentros de gente no muy fina. Intentaron adoctrinarme con cientos de frutas desconocidas en la nariz y con una gran deconstrucción de la lengua. Quisieron convencerme de que el vino se debe descorchar en ciertos momentos, con ciertas personas y que el color dependía de la gama cromática de la comida.

 

Al vino se lo toma como viene, como a un beso, a un abrazo, a una noticia buena o mala, así, con el cansancio de un viaje o la energía de una mañana esperanzada (José Bahamonde).

 

Y luego, me propusieron escribir páginas llenas de egocentrismo para falsos conocedores que destruyen la alegría. Quisieron comprar mi pluma para que disfrazara de héroes a vinos cobardes. Pretendieron confundirme el disfrutar con una moda, el placer con los mandatos, las estrategias comerciales con tendencias de consumo.

Se atrevieron a construir un paredón para fusilar sin juicio previo a mis palabras.Se aventuraron a crear grupos de iluminados sectarios que comparten secretos incontables, y se enloquecen en la soledad fría de sus casas cuando el enólogo de moda les favea un twit. Anhelaron que las cuatro páginas que leyeron sobre los vinos de Austria, les sirva de trampolín y no miraron que debajo, sólo existía un abismo.

Me hicieron reír, enojar, indignar, gritar, discutir, pero lo mejor que hicieron fue invitarme (sin querer) a volver a las fuentes, ahí a la pregunta más simple que a la vez es la más lejana: ¿Cómo toma el vino la gente de a pie?La que se levanta cuando todos se acuestan, la que reparte el diario, la que se desvela chateando con un ex, la gente tramposa y la virtuosa, el policía en su casa, el médico fuera de su guardia. La puta con sus hijos, la señorona aburrida con su estúpido marido.

 

Los que pintan las paredes, las que tejen mantas salvadoras, los músicos de barrio, las pensadoras, los que ponen las membranas, las que sueñan que soñaron. Cómo se toma el vino en la casa del maquinista de los trenes, de la maestra que ya no le tira la oreja a sus alumnos.

 

Es necesario esbozar una respuesta a todas mis preguntas. Al vino se lo toma como viene, como a un beso, a un abrazo, a una noticia buena o mala, así, con el cansancio de un viaje o la energía de una mañana esperanzada.

Al vino se lo toma entre amigos, con una amor desperdiciado, con lágrimas y risas, solo, sola, con el, ella, ellos y ellas. Al vino se lo toma de a poco o de un trago, despacito para sentirlo o apurado para seguir. Al vino se lo toma en vasos, en copas grandes, en copas simples, en copitas, en vasitos de plástico, en caja, en botella o en las sobrevivientes damajuanas.

 

Al vino se lo toma más allá de los fríos números de las estadísticas. Al vino se lo toma, al vino se lo disfruta, al vino se lo cuenta o se lo calla. Al vino se lo mira a los ojos o no, al vino se lo piensa o se lo siente, se lo proyecta o se lo hunde en el pasado. Al vino, la gente que me hace feliz todos los días, lo ama por vino.

 

Aunque intenten matarlo con excesos de modernismo ridículo, la gente de todos los días, al vino lo vive.

 

Jose Bahamonde

 

Fuente: mdzol.com

 

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