Pocos placeres cotidianos como tomarse una taza de café recién hecho pero si a ese gozo le unimos una materia prima seleccionada y tostada de forma artesanal para nosotros tendremos la taza perfecta.
Al contrario que en el caso del vino o más recientemente las ginebras, el café es un producto en el que no ponemos reparos a la hora de degustarlo.
Hay poca cultura cafetera, en cuanto a conocimiento no en cuanto a consumo, pero poco a poco está llegando al público general. Ahora es posible, a través de espacios como Mokka en Madrid, seleccionar entre diferentes variedades de grano y comprarlo fresco con su punto exacto de aroma y tueste. «Nosotros tenemos una selección de diez cafés de lo mejor que hay ahora en el mercado» nos explica Pablo Caballero, barista y tostador de Mokka cafés.
El café no viene envasado de una fábrica si no que es tostado allí mismo con una tostadora que les permite dar el punto exacto que requiere cada variedad de café. Esto nos permite también disfrutar en vivo del proceso «metemos el café en verde», es decir natural, y poco a poco «el café se va secando y va perdiendo el agua que tiene».
Tras unos diez minutos de cuidadoso tostado en los que se va vigilando el aroma, los granos de café verde empiezan a tomar color hasta que se encuentra en su punto exacto. Después hay que dejar que el café recién tostado repose alrededor de un día o más porque «si se consumiese directamente, nada más tostado, encontrarías ciertos matices de gas y humo en el café» nos explica Pablo. Por eso, se «empaca en bolsas con una válvula que deja salir el aire pero no entrar y lo servimos en el mostrador de tienda» de esta manera siempre «nos aseguramos de tener un café con una frescura que no hay en el mercado».
Alfonso Fernández Moreno
Fuente: ABC
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