La uva es generosa. Muy generosa. Y el vino es su estandarte.
De la fermentación del mosto de la uva derivó esta bebida que ha acompañado a la cultura occidental desde sus inicios en Asia Menor hace más de 7,000 años. Básicamente, desde el neolítico.
De la fermentación del mosto de la uva derivó esta bebida que ha acompañado a la cultura occidental desde sus inicios en Asia Menor hace más de 7,000 años. Básicamente, desde el neolítico.
Dado todo el tiempo que ha habido para experimentar, no sorprende que las variedades de vino sean muy bastas, que vayan del jerez, al vermú, al oporto, sin olvidar la champaña o el Rioja. Eso, claro, sin hablar del aguardiente que se obtiene de la destilación del vino, como el brandy.
De hecho, hablar de las variedades de vinos y sus posible maridajes es una empresa de la que han salido libros completos. Aquí van un par de sugerencias para sacarle provecho a esta amplia gama, arrancar una buena comida con vino y rematarla con más vino.
El aperitivo
Una de las características de los diferentes tipos de vino (diferencias que se logran por diversos procesos de añejamiento y maceración) es que pueden servir para abrir boca o para rematar una comida. Muchos beben jerez, por ejemplo, como aperitivo, una manzanilla, quizá, o bien como digestivo para acompañar un postre.
A mí me gusta arrancar un almuerzo veraniego con vermú rojo en las rocas. El vermú es un vino macerado en hierbas finas y combinado con ajenjo.
Es una bebida con tonos dulces y amargos que, servida con hielos y una rodaja de naranja, es perfecta para abrir boca. Usualmente, el vermú se utiliza para combinar con otras bebidas en la preparación de cocteles (el martini, por ejemplo, se hace con vermú blanco seco) y cada vez es menos socorrido como aperitivo. Sin embargo, es perfecto para maridar con unas aceitunas o, quizá con unos ultramarinos, como los mejillones. Sobre todo en un día soleado.
Ya en el plato fuerte, las opciones son variadas. El vino de mesa a elegir dependerá del menú. La regla general indica que el vino blanco será para los pescados y el vino rojo para las carnes. Por supuesto, las posibilidades de maridaje varían dependiendo de muchas cosas, desde la manera de preparación del platillo, hasta el tipo de uva o de vino que se escoja. Las reglas, al final, se pueden romper, siempre privilegiando el sabor y el gusto personal.
El digestivo
Para cerrar la comida y, claro, seguir bebiendo vino, las opciones vuelven a abrirse. Hay gente que prefiere el jerez, un oloroso, podría ser.
Sin embargo, yo prefiero el oporto. Hay quienes toman oporto como aperitivo; sin embargo, para mi gusto es demasiado dulce y de sabor complejo como para abrir boca con él.
Al igual que el vermú, el oporto es un vino fortificado (o generoso), es decir, que durante su fermentación se le añade un aguardiente (en el caso del oporto, es aguardiente también de uva) para hacerlo más estable y elevar su graduación etílica. (Esto, antiguamente, lo hacían para poder trasladarlos a lugares más lejanos sin que se echara a perder).
Entre los oportos, los hay blancos, rosados y rojos, y hay varios tipos (el Ruby y el Tawny, son los más comunes), además de que, dependiendo del fabricante, se pueden encontrar diferentes niveles de dulzura (muy dulce, dulce, semi seco, o extra seco).
Yo sugiero el rojo, Tawny, que además es el más común y más fácil de encontrar.
Actualmente es común que el oporto se sirva un poco frío. Sin embargo, se recomendaba su consumo a temperatura ambiente, fresca. Yo lo prefiero sin enfriar, aunque cada vez es más común que se sirva frío.
Sofía Sarabia
Fuente: Univisión
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