El edulcorante aspartamo, en dietas altas en grasa, contribuye a una mayor ganancia de peso, según un estudio
Es un clásico. Sales a comer fuera con la familia o los amigos, te pones morado, y, cuando llega la hora de los cafés, pides con orgullo tu sobrecito de sacarina para edulzarlo, en una especie de ritual de expiación por lo que te acabas de zampar. Bromas aparte, este gesto no contribuye a bajar de peso. Más bien puede fomentar la ganancia de kilos. Es la conclusión de un estudio del Hospital General de Massachusetts, publicado en la revista «Applied Physiology, Nutrition and Metabolism».
Utilizar sacarina, en una dieta rica en grasa, no ayuda a perder peso - ABC
CRISTINA GARRIDO - CrisGarridoP
Los investigadores han hallado el posible mecanismo que explicaría por qué usar aspartamo, un edulcorante artificial con un poder endulzante 200 veces mayor que el azúcar, no ayuda a adelgazar. En concreto, describen cómo una de sus moléculas, la fenilalanina, inhibe la acción de una enzima que previene el síndrome metabólico (un grupo de síntomas asociados con la diabetes tipo 2 y la enfermedad cardiovascular). «Hemos encontrado que el aspartamo bloquea una enzima intestinal llamada fosfatasa alcalina intestinal (FAI), que ya ha demostrado su capacidad de prevenir la obesidad, diabetes y síndrome metabólico, así que creemos que el aspartamo no funciona porque bloquea los aspectos beneficiosos de la FAI», explica Richard Hodin, autor del estudio.
El equipo demostró su teoría con varios experimentos. Primero comprobaron que la actividad de la FIA se reducía cuando la mezclaban con una bebida con aspartamo, pero permanecía intacta si se añadía a un refresco azucarado. También confirmaron, en ratones, que cuando inyectaban aspartamo en las zonas del intestino donde se produce la enzima, ésta veía mermada su actividad. Sin embargo, mantenía sus propiedades cuando se aplicaba una solución salina.
Para ilustrar mejor los efectos del consumo de bebidas u otros productos con este edulcorante, realizaron un seguimiento a cuatro grupos de ratones durante 18 semanas. Dos de los grupos fueron alimentados con una dieta normal, pero en uno de ellos bebían agua con aspartamo y en otro, agua corriente. Los otros dos grupos se dividieron de la misma manera, pero siguieron una alimentación rica en grasas. Al finalizar el estudio, había poca diferencia de peso entre los ratones que siguieron la dieta normal. Sin embargo, entre los roedores que tomaron una alimentación alta en grasas, engordaron más los que recibieron aspartamo que los que tomaron agua corriente.
Además, en los dos tipos de dieta, aquellos a los que les tocó beber agua con aspartamo tenían niveles de azúcar en sangre más altos que los que no tomaron el edulcorante, lo que indica una intolerancia a la glucosa. Del mismo modo, presentaron niveles más altos de una proteína inflamatoria en sangre, que indica algún tipo de inflamación sistémica relacionada con el síndrome metabólico.
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«La gente no entiende por qué estos edulcorantes artificiales no funcionan. Hay algunas evidencias de que aumentan el apetito y se relacionan con un mayor consumo de calorías. Nuestros hallazgos pueden ayudar a explicar por qué su uso es contraproducente», señala el docto Hodin.
No es la primera vez que una investigación pone contra las cuerdas a los edulcorantes artificiales. En 2014, la prestigiosa revista Nature publicó un estudio realizado en ratones y humanos que concluía que estos endulzantes favorecen la obesidad y la diabetes al cambiar la composición y función de la microbiota intestinal, la importante población de bacterias que residen en nuestros intestinos.
En el caso del aspartamo, en concreto, ha sido objeto de numerosas críticas, hasta el punto de que, en 2013, la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA) tuvo que emitir un dictamen que confirmaba que «no posee toxicidad alguna que deba preocupar a los consumidores a los niveles actuales de exposición».
Fuente: ABC
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