El mapa vitícola de Canarias pivota sobre once denominaciones de origen. Las de Tenerife (Tacoronte-Acentejo, La Orotava, Güímar, Ycoden Daute Isora y Abona), más Lanzarote, La Gomera, El Hierro, La Palma y Gran Canaria. A éstas se ha sumado la DOP Islas Canarias recientemente.
Salta a la vista que en el sector existe gran fragmentación y diversidad entre unas islas y otras, también entre comarcas, aunque con un denominador común en los últimos tiempos: escalar en calidades y reforzar vinificaciones con unas “credenciales” que únicamente puede aportar el suelo volcánico y las características climatológicas (microclimas) de cada zona.
En el panorama actual y por razones de peso histórico, incorporación de tecnología punta y mayor volumen de producciones cabe afirmar que las cinco denominaciones de origen tinerfeñas, al igual que la lanzaroteña, “empujan en el avance de la viticultura canaria”, opina Alberto González, enólogo de bodegas Rubicón (Lanzarote). Considera este experto, por otra parte, que mientras que el vino en La Gomera -con la uva forastera como icono- está viviendo una etapa de cierto declive, La Palma y Gran Canaria están abriendo caminos para ofrecer a los consumidores vinos mucho más atractivos.
La producción en El Hierro, aunque siempre interesante, es poco significativa (aunque de allí saliera aquella referencia legendaria del Tanajara Baboso Negro), y en Fuerteventura apenas se puede hablar de actividad y producciones vitícolas propiamente dichas.
La Isla Bonita
Demos un salto a La Palma, tierra de licorosos y vinos de tea. Precisamente una de las bodegas palmeras más reconocidas y punteras, Llanovid-Teneguía (municipio de Fuencaliente), aprovecha el tirón que están teniendo los vinos de parcela para rescatar el estilo de aquellas referencias canarias de hace medio siglo.
La referencia Llanos Negros, en particular, es un ejemplo de ello y es una de la que más elogios está recibiendo actualmente en todo el ámbito regional por parte de sumilleres y restauradores. Carlos Lozano, enólogo de Teneguía, aclara que con el blanco Llanos Negro ha pretendido “recuperar los vinos del sur de La Palma como antes se hacía, convirtiendo defectos en virtudes en elaboraciones con matices complejos que si a los paisanos no les gusta beber, en cambio sí a un nicho de consumidores especializados que quiere disfrutar de algo diferente entre tanta homogeneidad”.
Viajamos ahora a Gran Canaria, donde la gerente de la DOP, Vanessa Santana, explica algunas de las claves del inusitado avance vitícola de la isla redonda a raíz de propiciar “elaboraciones actuales, frescas y honestas que se desmarcaran de aquella fama que teníamos de vinos peleones”. Santana considera que la entrada de profesionales al sector, tanto enólogos como viticultores comprometidos y en formación continua, han afianzado un cambio generacional que aprovecha la riqueza de microclimas y el hecho de una vendimia que es la más larga de Europa. Asimismo, con la línea argumental de variedades autóctonas, confía en “una búsqueda de dignos embajadores de lo nuestro”.
Había que abrirse camino
La pasión se ha contagiado entre un buen grupo de bodegueros y enólogos canarios que no se conforman con cubrir los estándares tal cual y sí remontar las pruebas de fuego que se marcan para satisfacer las exigencias de los consumidores. Desde hace un par de décadas, esos bodegueros de renombre en las Islas han perseverado en la recuperación de variedades autóctonas (baboso negro, marmajuelo, forastera gomera…) y, con máximo respeto al terroir, han practicado una viticultura sostenible y respetuosa con el medio ambiente.
La bodega de Santiago del Teide (Tenerife), por ejemplo, inicia un nuevo y apasionante camino de la mano del equipo de Envínate, conformado por Roberto Santana, Alfonso Torrente, José Martínez y Laura Ramos, enólogos que serán los encargados de posicionar la marca Benjé . Roberto Santana ha sido siempre un convencido de que con una uva propia, como la listán negro, “se puede hacer mucho”. Afirma también “Da vergüenza que no valoremos lo que tenemos” y asegura que no se debe desmerecer esta variedad: “en todo caso sería innoble quien no sabe trabajarla”. En su ideario existen tres principios irrenunciables que acompañan la condición de cualquier vino: “el suelo, que proporciona la calidad; la añada, que le transmite el carácter y la gente que trabaja la viña, que es lo que le confiere el alma”.
Nuria España, una de la sumilleres españolas de nueva generación más reconocidas, del restaurante Monastrell (Alicante), quedó prendada de los vinos tinerfeños Altos de Trevejos en su reciente visita a la Isla para competir en el III Certamen Nacional de Gastronomía, dentro del Congreso Culinaria Tenerife celebrado en Adeje -a la postre se llevó el Oro-. En una recepción a periodistas especializados y chefs organizada por el Cabildo de Tenerife, a la mencionada le impactaron los Mountains Wines que cató de elaboraciones procedentes de viñas situadas a 1.400 metros sobre el nivel del mar, en la zona de Vilaflor. “En el punto más alto de España donde se cultiva viñedo, bajo la mirada del Teide, nacen unos vinos realmente extraordinarios de la mano de la familia Alfonso, los Mountain Wines. La franqueza con la que entienden el vino nos lleva de la mano a San Miguel de Abona, donde la arquitectura tradicional canaria ampara su bodega”, afirma la profesional de sala. “La baboso, la vijariego negro y la malvasía son, en Altos de Trevejos, pura fruta –añade-, cargada ésta de una mineralidad sorprendente”.
Atención, por otra parte, a los blancos de Tenerife, especialmente a los “Premium” del proyecto Enomac. Son vinificaciones de alta gama que proceden de más de una decena de bodegas que han seguido protocolos novedosos pautados por el prestigioso enólogo José Hidalgo. Malvasía, listán blanco, albillo criollo, gual, marmajuelo y verdello. El resultado: vinos con personalidad, elegantes y complejos que mejoran en botella con el paso de los años. Remontándonos a su presentación, Hidalgo destaca “la diversidad de climas, suelos y variedades de uvas de Tenerife; creo que hay pocos lugares en el mundo que tengan una riqueza tan grande para elaborar vinos en un territorio tan pequeño. Quizá lo más parecido sea Chile”, añadió. Explicó que su trabajo en la línea marcada por el Enomac se orientó a “extraer el máximo partido de cada variedad para llegar a vinos de alta calidad y óptima capacidad de guarda”.
La Historia otorga carácter
En la obra de Shakespeare Enrique IV uno de los personajes exclama: “Por mi fe que habéis bebido demasiado vino canario (Canary Wine). Es un vino maravillosamente penetrante y que perfuma la sangre antes de que se pueda decir: ¿qué es esto?”.
“Ser o no ser… ésa es la cuestión”. Dilema que se desprende del soliloquio de la obra Hamlet, también del autor inglés, escrita alrededor de 1600 y que quizá venga al pelo para particularizar el devenir de un sector que ha avanzado con fuerza en los últimos años pero que también se debate entre las complicaciones propias de una actividad económica sujeta al sector primario y a los avatares cambiantes de los mercados interior y foráneo.
En el caso del vino canario y, con marcada alusión al tinerfeño, hay que aclarar que los cultivos en enclaves difíciles por la orografía, las vendimias manuales y producciones limitadas elevan los precios de tal forma que obviamente dejan de ser competitivos frente a referencias peninsulares ostensiblemente más baratas. Esto genera la desmoralización de productores que cada año se preguntan si deberían o no dejarlo definitivamente.
El consumidor interno se debate entonces entre apuntar o no a lo autóctono y se pregunta si por calidades merece la pena rascarse el bolsillo. Las comparaciones son odiosas pero… La búsqueda de opciones en mercados de otros países (muchas de ellas en Estados Unidos donde el vino canario es apreciado) es cada vez menos testimonial, pero aún queda mucho por avanzar. Por lo general, propios y extraños se deshacen en alabanzas: la sorpresa ante esa especie de “exotismo” que barniza al producto, en general, de esta tierra insular. Sin embargo, en toda esa euforia y a la hora de adjetivar, se deja entrever el desconocimiento más absoluto y la repetición majadera de tópicos que han terminado por aburrirse a sí mismos: “que si la marcada identidad que imprime el terreno volcánico, que si la inimitable tipicidad o el sello único de varietales prefiloxéricas,…”.
El “ser o no ser” del autor universal Shakespeare viene a colación de algunas cuestiones que se hace el antes mencionado enólogo gomero Alberto González (Rubicón de Lanzarote, cuyos vinos distribuye Bodegas Torres), y que se formula las preguntas: “¿Hasta cuándo puede dar una uva su máxima expresión? ¿lograremos el enclave ideal?¿estamos equivocados en algunos planteamientos?”. Este experto, que persigue la excelencia con una filosofía tremendamente pasional y perseverante, es elocuente a la hora de reivindicar todo lo necesario para que “la viña esté feliz”, con condiciones de sombra, viento y fertilidad del suelo que aporte vigor expresivo a ese portento frutal que es, en el caso de Lanzarote, la malvasía volcánica.
Vinos únicos por donde miremos, efectivamente. Ese camino lo han hollado muchas bodegas (Monje, Tajinaste, Suertes del Marqués, Artífice, Cráter, Marba, El Balcón Canario, Bermejo, El Grifo, Rubicón.. y tantas) que basan su empeño en la recuperación de métodos de elaboración de antaño con tecnología punta y que ratifican el relevo de una tradición vitivinícola de varias generaciones.
Visualicemos Tenerife en particular: es una muralla en el Atlántico y el Teide un parapeto natural dentro de ella; pensemos en 26.000 hectáreas de bosque, vientos Alisios, climatología en la que también entran en juego las bajas temperaturas… Se dan unas características que inciden necesariamente en elaboraciones vitícolas diferenciadas.
¿Qué diría hoy Mistress Quickly, personaje de Shakespeare, tras la cata de un Canary Wine? Aunque descripción literaria, al fin y al cabo, perdura la validez de su impresión allá por el año ¡1600! acerca de elaboraciones seductoras tanto entonces como ahora.
Algunas sugerencias
A lo largo del reportaje se suceden nombres propios del vino de Canarias y aún así siempre se deja a muchos en el tintero, así que disculpas. Lo mismo pasará con estas opciones que se presentan a continuación.
Estas referencias que se apuntan aquí son personales y acordes con lo constatado en distintas catas a las que he asistido durante 2016, además de por el éxito obtenido por cada una de ellas tanto en forma de premios importantes del propio sector como en medios de comunicación y restauración locales.
-Llanos Negros (Llanovid, DO La Palma). La uva procede de 11 hectáreas de viñedos antiguos, cultivados por el sistema tradicional en rastra en una ladera de ceniza volcánica –Llanos Negros– con una inclinación del 10% y orientados al suroeste. Se han cogido unas parcelas de 54 viticultores que son constantes a través de los años. Excepcional su referencia Los Tabaqueros.
-Amalia Seco (Rubicón, DO Lanzarote). Malvasía volcánica cien por cien. Intensidad aromática alta, varietal, notas de frutas blancas, tropicales y notas minerales intensas. En boca es fresco, equilibrado, muy persistente, con un paso elegante.
-Ainhoa Dulce (El Balcón de La Laguna, DO Tacoronte-Acentejo). Logró la máxima distinción en la segunda edición del Concurso Internacional de Vinos del Atlántico. Además de marcas premiadas durante 2016, Manuel Capote impulsó el proyecto de Blue, primer “vino azul” de Canarias.
-Agala (Bodegas Bentayga, DOP Gran Canaria). Sus viñedos ocupan una ladera de la impresionante Caldera de Tejeda, dentro del Parque Rural del Nublo. Con una amplia gama de blancos, atención a edición limitada de 500 botellas del Agala (nombre guanche) Blanco Semidulce Vendimia Nocturna.
-Viñátigo Ensamblaje Tinto (Viñátigo, Tenerife, DOP Islas Canarias). Varias uvas como baboso, tintilla, vijariego negro y negramoll, aunque la utilización en cada añada varía según las condiciones de la misma. Traducido en copa, y para resumir, sencillamente soberbio.
-Marba Tinto Barrica (Tenerife, DO Tacoronte-Acentejo). Elaborado por Domingo Martín, fue premiado como Mejor Vino de Canarias en la XVI edición del Concurso Oficial Agrocanarias 2016. En boca destaca por su intensidad alta, equilibrado, potente, con sabor y persistencia.
-Ignios/Artífice (Tenerife, DO Ycoden Daute Isora). Borja Pérez, de una familia con experiencia en el sector del vino, encabeza este enorme proyecto basado en viñas viejas. Desde sus inicios en 2011 ha atraído la atención por su concepto de terruño y la autenticidad que reflejan sus vinos blancos y tintos.
-Altos de Trevejos (Tenerife, DO Abona). Los Wines Mountains han saltado a escena. Estos vinos que nacen en las cotas más altas de España (Vilaflor, a 1.400 metros sobre el nivel del mar), de viñedos cercanos al Teide, irrumpieron con brío no sólo en el panorama vitícola canario, sino también en el nacional. Personalizan la energía, el color y la particularidad del “terroir” a gran altura, además de un concepto de elaboración en el que se denota la experiencia del enólogo José María Pujol-Busquets.
Fuente: 7 Caníbales
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