Distraer el estómago con alcohol suave antes de cenar (o de comer) nos relaja, y creemos que llenándonos de líquido devoraremos menos. En realidad es al contrario y engordamos
Que el alcohol nos desinhibe y nos hace tomar malas decisiones no es una novedad. Psicológicamente tiene sentido que hasta alguien que pasa los días preocupado por las calorías y pesando raciones haga la vista gorda cuando lleva unas cañas encima. En ocasiones incluso es el motivo número uno por el que bebemos, poder echarle la culpa al alcohol de todo eso que nos morimos por hacer pero no nos conviene.
Mejor cenar antes. (iStock)
Además, el alcohol engorda, sobre todo la cerveza, entre otras cosas por la malta, que es un hidrato de carbono refinado. El vino tiene bastantes calorías, el doble que la cerveza, aunque es un poco menos perjudicial para perder peso, porque afecta menos a los niveles de glucosa.
Lo que no se conoce tanto es el 'efecto aperitivo', el hecho de que el alcohol da hambre, de la que se hace notar en el estómago y aumenta la cantidad de alimento que necesitamos para sentirnos saciados, aunque se nos pasara de golpe la confusión de la cogorza.
Estas neuronas del hipotálamo se activan normalmente en situaciones de riesgo por falta de comida y evocan hambre intensa
Uno de los motivos lo ha puesto de manifiesto el nuevo estudio científico del instituto británico Francis Crick publicado en 'Nature Communications'. El equipo, formado por Denis Burdakov, Sarah Cains, Craig Blomeley, Mihaly Kollo y Romeo Ràcz, ha hecho pruebas con ratones, probablemente trasladables a seres humanos, proporcionándoles alcohol durante tres días (como un fin de semana de fiesta) en dosis que en humanos serían equivalentes a 18 unidades alcohólicas (unas seis copas grandes de vino).
El alcohol activó señales en el cerebro que les llevaron a consumir más comida (una quinta parte más) poniendo su organismo en 'modo hambruna'. Se registró un aumento de actividad en las neuronas AGRP, protagonistas el año pasado de un estudio del Instituto Médico Howard Hughes publicado por 'Nature'. A estas células cerebrales se las considera claves en el proceso del hambre y son el objetivo de investigaciones actuales relacionadas con dietas y pérdida de peso, porque hacen que la comida sepa mejor cuando estamos en situaciones de necesidad.
En aquel momento fue novedoso saber que no era la falta de nutrientes lo que motivaba a los ratones a comer, sino más bien la activación de esas neuronas. Al encontrar alimento, por ejemplo viéndolo, se desactivaban, incluso antes de empezar a ingerirlo.
Si quieres parecerte más al de la derecha, ya sabes. (iStock)
El nuevo estudio con alcohol podría explicar la experiencia cotidiana de quienes suelen comer más después del vermut, o los testimonios históricos del uso de bebidas alcohólicas como estimulante del apetito, que existen desde el siglo V a.C. Es probable que sea un factor biológico implicado en el uso tradicional de aquellos vinos quinados, dulces, que daban a los niños nuestros abuelos para que comieran mejor (la Kina San Clemente o la Quina Santa Catalina).
Se han hecho ya varios estudios que mostraron una correlación entre ingesta de alcohol y tamaño de las raciones de alimento, y está también comprobado que estadísticamente bebida y obesidad están unidas. Según esta investigación, "estas neuronas del hipotálamo se activan normalmente en situaciones de riesgo por falta de comida y evocan hambre intensa". La exposición al etanol de las bebidas espirituosas provoca una "hiperactividad eléctrica y bioquímica en los surcos cerebrales" que nos lleva a necesitar rellenar el plato.
El alcohol y la obesidad causan el 90% de las muertes relacionadas con el hígado y el alcohol es más tóxico para las personas obesas
Resultaba contraintuitivo ver a un amigo comer alegremente después de tomar muchas copas: ¿no decían que el alcohol tiene calorías? Si es un nutriente, ¿por qué no nos llena? Esta puede ser la explicación.
Cuando los científicos repitieron el experimento con un medicamento que bloqueaba ese proceso cerebral los ratones comieron menos, lo que sugiere que fue el alcohol el responsable directo de sus atracones.
A la luz de estos estudios, es probable que estuviéramos dando demasiada importancia a los motivos 'mentales' de los atracones alcohólicos. Quizá no es tan importante como parecía la influencia del 'hambre hedonista' a la hora de saltarnos las dietas. Si solemos beber una copa antes de la cena -para 'cambiar el chip' tras el trabajo, por ejemplo- y luego cenamos más de lo que debemos probablemente no es que comamos por puro placer de las papilas gustativas, sino que de verdad tenemos más hambre.
Malas decisiones
Según declaraciones de Ian Gilmore, de la Alcohol Health Alliance UK, en 'BBC': "El alcohol es responsable de más de 60 enfermedades y problemas de salud por sí solo, y los que lo beben se ponen aún en mayor riesgo si lo combinan con comer demasiado, sobre todo porque cuando se ha bebido es más probable tomar malas decisiones con la comida". Dice también que "el alcohol y la obesidad causan el 90% de las muertes relacionadas con problemas del hígado y el alcohol es el doble de tóxico para el hígado en los pacientes muy obesos".
Tony Goldstone, de la Facultad de Medicina del Imperial College de Londres, también ha reaccionado a los nuevos datos: "Esto explica que la gente coma más cuando ha bebido alcohol y demuestra que no son solo causas sociales". En efecto, estos estaban ausentes en el experimento, porque se trataba de ratones en compartimentos individuales.
"También se pensaba que beber podía simplemente inhibir nuestra capacidad de decir no a la comida", dice Goldstone. "En cualquier caso este estudio nos enseña que una parte importante del hambre es activada en el cerebro por el alcohol. No sabemos aún qué ventaja evolutiva podría explicarlo".
Lo que está claro es que alejarse del alcohol, o al menos tomarlo con moderación, ayuda a no engordar.
RAQUEL MÁRQUEZ
Fuente: El Confidencial
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