El viñedo de uva blanca ha pasado de 4.000 a 9.000 hectáreas los últimos veinte años.
La denominación de origen más poderosa del país, Rioja, no quiere perder el tren de los vinos blancos, cuyo consumo y proyección, tanto en España como fuera, está creciendo exponencialmente. Quizá se han dado cuenta un poco tarde, y por eso están acelerando ahora, encabezados por el consejo regulador de su denominación, que está invirtiendo en promociones, presentaciones, catas...
Históricamente, en Rioja, siempre ha habido mucha uva blanca que habitualmente se utilizaba para mezclar con tintas y hacer aquellos vinos finos o claretes de principios del siglo XX. La uva blanca de la zona es la viura, acompañada en alguna ocasión por la malvasía, ambas variedades que nunca se han distinguido por ser excesivamente expresivas, más bien un poco neutras. La habilidad de los riojanos, sobre todo con la utilización de las barricas, permitía hacer vinos con mucha personalidad y un buen nivel de calidad.
El triunfo de los tintos de Rioja a lo largo de los años hizo que fueran desapareciendo muchas plantaciones de uva blanca, e incluso que grandes firmas se fueran a hacer blancos a Rías Baixas, en Galicia, como Rioja Alta, Ramón Bilbao, Lan, Marqués de Murrieta, Marqués de Vargas... Otras muchas desembarcaron en Rueda, como Marqués de Cáceres, CVNE, Beronia... Pero en casa se avanzaba poco, de tal manera que si en 1985 había 9.000 hectáreas de viñedo dedicadas a uva blanca, en 2015 se había reducido a 4.000 hectáreas.
Pero el tiempo va pasando y el mercado evolucionando; y tanto en Rioja como en todas partes se pusieron a hacer cuentas y el resultado es el siguiente. En la actualidad el consumo de blanco en España representa el 27,1% del total de lo que se bebe; y en el extranjero, a donde se dirigen un buen porcentaje del esfuerzo de los bodegueros españoles, el porcentaje sube al 35%. Y va a más. Rueda y los blancos gallegos llevan bastante ventaja, así que hay que ponerse las pilas.
En 2008 se autorizó la utilización de variedades como la verdejo, sauvignon blanc y chardonnay; pero su utilización ha sido marginal. A la vez, se aprobó también la utilización de tres variedades autóctonas, como son la tempranillo blanca, una mutación de la tinta descubierta en 1988 y que desde entonces, se está plantando con mucho entusiasmo; la maturana blanca y la casi desconocida turruntés. Viura, tempranillo y maturana en sus versiones blancas, son la punta de lanza del esfuerzo de los blancos riojanos. Si en 2015 había 4.000 hectáreas y se comercializaban 17 millones de litros, en 2017 se había subido ya a 6.000 hectáreas de viñedo blanco y 22 millones de litros vendidos.
Hace unos días un nutrido grupo de periodistas vinícolas de toda España nos reunimos en el Consejo Regulador de Rioja para catar más de 200 muestras de vinos blancos de la zona. Serán los blancos que representen a la DO en ferias y presentaciones. Más allá de los ganadores de la cata, la impresión de los participantes es que el mayor valor lo consiguen aquellas que envejecen con madera, con la viura como protagonista, es decir los grandes vinos de toda vida. A la vez la presencia de las nuevas elaboraciones sobre todo de la variedad maturana y tempranillo blanco van muy bien, pero requieren algo más de tiempo, que los viñedos vayan haciéndose más viejos y dando mejores uvas.
ENRIQUE CALDUCH
Fuente: Expansión
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