Y aunque pueda llegar a sorprender, parece que el consumo de cafeína no se limita a niños mayores o adolescentes. Por ejemplo, un estudio llevado a cabo en el año 2015 sobre niños pequeños de 1 a 2 años realizado en Boston (Estados Unidos) y publicado en el ‘Journal of Human Lactation’ encontró tasas sorprendentes de consumo de café por parte de estos pequeños. Así, entre los niños de 1 año de edad, el 2.5 por ciento tomaba café, mientras que esta cifra aumentaba al 15 por ciento cuando ya tenían dos años (el equivalente a media taza de café por día).
Mientras que, respecto al té, se calcula que cada día se consumen cerca de 1.500 millones de tazas de té. Destaca por ejemplo un país con una reconocida tradición tetera como es el caso de Reino unido, estimándose que los británicos son capaces de consumir más de 60.000 millones de tazas de té cada año.
Esto es solo una muestra, y un ejemplo claro, de lo extendido que está el consumo de ambas bebidas en todo el mundo.
Un estudio científico publicado en el año 2014 en la revista especializada ‘Pediatrics’ indicó que alrededor del 73 por ciento de los niños consumen cafeína. Mientras que el café y las bebidas a base de café se están convirtiendo en una fuente cada vez más frecuente de cafeína en la dieta de los más pequeños, la mayor parte del consumo de esta cafeína es en forma de refresco.
¿Cuáles son los efectos de la cafeína en los niños?
Aunque pensemos lo contrario, muchos médicos consideran la cafeína como «una droga socialmente aceptable», y además de fácil obtención. Y aunque existen estudios limitados sobre los efectos de la cafeína en niños en crecimiento, se sabe que es un estimulante que afecta principalmente tanto al cerebro como a otros órganos.
No debemos olvidarnos que la cafeína es un estimulante. Y la pregunta es, ¿permitirías que tus hijos tomaran pastillas estimulantes? Probablemente no. Sin embargo, el café, al tratarse de una bebida ampliamente aceptada por la sociedad, está mejor vista.
No existe un estándar respecto al consumo máximo de cafeína en los niños. En Canadá, por ejemplo, sí existe un límite máximo de 45 mg por día, lo que equivaldría a la cantidad de cafeína que encontramos en una lata de refresco. Por tanto, en niños pequeños y mayores es bastante fácil sobrepasar esta cantidad. Basta con tomar una taza de café con leche por la mañana y un refresco de cola por la tarde para sobrepasarla.
Y, en los niños pequeños, los síntomas asociados al exceso de cafeína aparecen incluso después de una pequeña cantidad: insomnio, nerviosismo e irritabilidad, malestar de estómago, dolor de cabeza, aumento de la frecuencia cardíaca y dificultad para concentrarse.
Además, se sabe que demasiada cafeína puede interferir con la absorción del calcio. Si tenemos en cuenta que tanto la infancia como la adolescencia son los momentos más importantes para el fortalecimiento de los huesos, esta sustancia estimulante afecta negativamente al crecimiento adecuado.
Tampoco podemos olvidarnos de algo fundamental: es evidente que los niños y adolescentes no van a tomar café solo y sin endulzar.Por tanto, debemos añadir las cucharadas de azúcar que habitualmente se toman con la bebida. Y lo mismo ocurre si vamos a un establecimiento y le compramos un «café especial» (con un elevado contenido de calorías). Pasa a convertirse en una bebida llena de calorías vacías en forma de azúcar añadido.
El resultado es evidente: puede provocar un aumento del peso y también de caries dental. Y el problema no es solo el café en sí, sino las «bebidas energéticas» extremadamente dulces que son consumidas diariamente por parte de muchos adolescentes.
Entonces, ¿cuándo está bien que los niños comiencen a tomar café? Posiblemente unos pocos sorbos puntualmente no tendría el mayor inconveniente. Sin embargo, cuando esos sorbos se convierten en tazas diarias, entonces sí es otra historia. No debemos olvidarnos que el café es una bebida estimulante y adictiva, y los síntomas de abstinencia son perfectamente reales.
Por tanto, cuando más tarde comience el niño a tomar café, mejor. ¿Lo más recomendable? Tratar de esperar hasta la edad de 18 años.
Fuente: World Health Design
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