El cuerpo, los taninos y la intensidad del sabor son las claves a tener en cuenta para inclinarse por la opción adecuada y sobrevolar la grieta que parece separarlos.
En el vino, como en casi todo en nuestro país, hay una grieta: están los que beben vinos suaves y los que eligen tintos fuertes. Pero como también sucede con muchas otras cosas en este país, lo curioso es que de un lado y del otro no está claro qué es cada cosa.
Los bandos están. Por eso, en plan de llenar de grises la distancia entre los extremos y tender algunos puentes entre dos irreconciliables mundos, propondremos un recorrido por las variedades tintas que van desde las más suaves a las más fuertes. Pero, primero, hay que hacer un pequeño rodeo para darle anclaje a esos dos términos.
Se sabe: los que es suave para unos puede ser fuerte para otros. En materia de vinos, sin embargo, conviene pensar diferente. Si hablamos de intensidad de sabor, la cuenta dará una cosa. Pero si hablamos, como hace una mayoría, de la suma de cuerpo + taninos + intensidad de sabor, un vino suave será el que aporta pocos decibles de esta trilogía, mientras que fuerte será el caso opuesto. La razón es simple: mientras que el cuerpo depende en gran medida del alcohol (a mayor graduación, más cuerpo), los taninos suman a la estructura y apuntalan el cuerpo, al mismo tiempo que se vuelven un poco rústicos si el grado alcohólico es elevado. Todo eso, sumado a intensidad de sabor, hacen que el combo esté pitcheado hacia arriba igual que sucede con un bafle potenciado.
Pinot Noir. Es la más suave de las tintas, oriunda de la Borgoña. Cuando está bien hecho ofrece un cuerpo tan ligero que resulta casi etéreo, como el de un blanco. Apuntalado generalmente en una rica frescura, un buen Pinot tiene textura de nube y perfumes frutales radiantes. La madera puede o no ser un dato extra, pero mejor si no es evidente.
Donde está plantada en nuestro país, en zonas calientes, esta uva mediterránea da vinos de cuerpo de ligero a medio, con textura de algodón y frescura moderada. En otras latitudes no es así. Pero lo que hay en el mercado local, es el paso justo para quienes busquen subir un punto a la suavidad del Pinot y explorar otras variantes.
Hay dos modelos par esta uva: están los que provienen de zonas frías, más apretados y de aromas especiados y de fruta negra; y los de zonas calientes, más golosos y sueltos, con baja frescura.
En ambos casos, sin embargo, hay algo que vincula a estos dos perfiles para ser el eslabón perdido entre las variedades suaves y las que empiezan a ofrecer otro perfil: la austeridad de paladar. Es como si fueran huecos y de escaso sustento, por falta de taninos, aún cuando están llenos de sabor.
Oriunda de Burdeos, esta variedad encontró en Argentina una expresión franca que, responde muy bien a los cambios de terroir. Ahora bien, si hay que caracterizar a una Malbec bien hecho, es la amabilidad y el paso carnoso, de taninos moderados, con buen cuerpo. Ahora bien, si viene de una zona fría como valle de Uco, será un poco más apretado de taninos y con mayor cuerpo y frescura. En todo caso, un buen Malbec nunca pierde el carácter gentil.
En el imaginario general es la más fuerte. Pero aún faltan algunos escalones. Sí es verdad que ofrece estructura y taninos, pero si está bien hecho el balance es lo suyo. Joven, puede resultar áspero. Pero en la medida en que pasa uno o dos años en botella se acomoda y resuelve hacia la textura aterciopelada, sin perder la firmeza de su estructura, como una buena porcelana. En nuestro mercado, es una figurita difícil, que destaca especialmente en el Norte.
De moda entre los consumidores que aman las emociones intensas, el Petit Verdot destaca entre los vinos fuertes por dos razones: sus aromas mentolados lo vuelven intenso, mientras que unos taninos firmes y jugosos le dan una textura correosa, como tensión áspera. Desplegado de esa forma, el cuerpo –que suele ser medio a buen cuerpo– es un dato menor.
Su nombre proviene de los abundantes taninos. Ofrece buen cuerpo siempre y si está cosechada en su punto, cierta frescura que apuntala todo el carenado hacia el volumen y el peso. Sobremaduro, sin embargo, puede resultar algo fofo, aunque nunca ligero. Dos extremos posibles son los Tannat uruguayos, con taninos firmes, y los calchaquíes, con taninos pulidos. Va de las frutas negras a las especias en todos los casos.
Este viaje es muy personal. Pero si se pudiera sugerir un orden ideal, sería salteándose variedades de dos en dos. Para luego volver a repasarlas de una en una. Así las diferencias más dramáticas del comienzo ganaran grados cuando cada escalón quede completado. El dato extra es en rigor el más importante: conviene encarar el viaje con un grupo y cada uno llevar una botella así se las prueban al mismo tiempo.
¿Fuerte o suave?
Se sabe: los que es suave para unos puede ser fuerte para otros. En materia de vinos, sin embargo, conviene pensar diferente. Si hablamos de intensidad de sabor, la cuenta dará una cosa. Pero si hablamos, como hace una mayoría, de la suma de cuerpo + taninos + intensidad de sabor, un vino suave será el que aporta pocos decibles de esta trilogía, mientras que fuerte será el caso opuesto. La razón es simple: mientras que el cuerpo depende en gran medida del alcohol (a mayor graduación, más cuerpo), los taninos suman a la estructura y apuntalan el cuerpo, al mismo tiempo que se vuelven un poco rústicos si el grado alcohólico es elevado. Todo eso, sumado a intensidad de sabor, hacen que el combo esté pitcheado hacia arriba igual que sucede con un bafle potenciado.
Pinot: es la más suave de las tintas. Bien hecho, ofrece un cuerpo similar al de un blanco.
De tintos suaves a fuertes
Pinot Noir. Es la más suave de las tintas, oriunda de la Borgoña. Cuando está bien hecho ofrece un cuerpo tan ligero que resulta casi etéreo, como el de un blanco. Apuntalado generalmente en una rica frescura, un buen Pinot tiene textura de nube y perfumes frutales radiantes. La madera puede o no ser un dato extra, pero mejor si no es evidente.
Garnacha.
Donde está plantada en nuestro país, en zonas calientes, esta uva mediterránea da vinos de cuerpo de ligero a medio, con textura de algodón y frescura moderada. En otras latitudes no es así. Pero lo que hay en el mercado local, es el paso justo para quienes busquen subir un punto a la suavidad del Pinot y explorar otras variantes.
Syrah.
Hay dos modelos par esta uva: están los que provienen de zonas frías, más apretados y de aromas especiados y de fruta negra; y los de zonas calientes, más golosos y sueltos, con baja frescura.
En ambos casos, sin embargo, hay algo que vincula a estos dos perfiles para ser el eslabón perdido entre las variedades suaves y las que empiezan a ofrecer otro perfil: la austeridad de paladar. Es como si fueran huecos y de escaso sustento, por falta de taninos, aún cuando están llenos de sabor.
Malbec.
Oriunda de Burdeos, esta variedad encontró en Argentina una expresión franca que, responde muy bien a los cambios de terroir. Ahora bien, si hay que caracterizar a una Malbec bien hecho, es la amabilidad y el paso carnoso, de taninos moderados, con buen cuerpo. Ahora bien, si viene de una zona fría como valle de Uco, será un poco más apretado de taninos y con mayor cuerpo y frescura. En todo caso, un buen Malbec nunca pierde el carácter gentil.
Cabernet Sauvignon.
En el imaginario general es la más fuerte. Pero aún faltan algunos escalones. Sí es verdad que ofrece estructura y taninos, pero si está bien hecho el balance es lo suyo. Joven, puede resultar áspero. Pero en la medida en que pasa uno o dos años en botella se acomoda y resuelve hacia la textura aterciopelada, sin perder la firmeza de su estructura, como una buena porcelana. En nuestro mercado, es una figurita difícil, que destaca especialmente en el Norte.
Petit Verdot.
De moda entre los consumidores que aman las emociones intensas, el Petit Verdot destaca entre los vinos fuertes por dos razones: sus aromas mentolados lo vuelven intenso, mientras que unos taninos firmes y jugosos le dan una textura correosa, como tensión áspera. Desplegado de esa forma, el cuerpo –que suele ser medio a buen cuerpo– es un dato menor.
Tannat.
Su nombre proviene de los abundantes taninos. Ofrece buen cuerpo siempre y si está cosechada en su punto, cierta frescura que apuntala todo el carenado hacia el volumen y el peso. Sobremaduro, sin embargo, puede resultar algo fofo, aunque nunca ligero. Dos extremos posibles son los Tannat uruguayos, con taninos firmes, y los calchaquíes, con taninos pulidos. Va de las frutas negras a las especias en todos los casos.
¿Por qué extremo empezar?
Este viaje es muy personal. Pero si se pudiera sugerir un orden ideal, sería salteándose variedades de dos en dos. Para luego volver a repasarlas de una en una. Así las diferencias más dramáticas del comienzo ganaran grados cuando cada escalón quede completado. El dato extra es en rigor el más importante: conviene encarar el viaje con un grupo y cada uno llevar una botella así se las prueban al mismo tiempo.
Joaquín Hidalgo
Fuente: LM Neuquen
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