Su creador es José Ramón Acosta, quien trabajó durante años en el obrador de los “manolitos”. Probadlos, porque crean adicción
Probablemente conoceréis los “manolitos”, de Manolo Bakes, esos pequeños cruasanes que, o te pones un límite o puedes caer en la tentación de comerte una caja entera o pedirlos sin parar en cualquiera de los establecimientos repartidos por Madrid.
Si no puedes acceder a la tienda de Alcobendas, pídeselos a Glovo/Foto: La Razón
Pues bien, si ya conoces estos bollitos, quizá para nosotros más dulces que otros que hemos probado, ahora te toca hincar el diente a los “ramoncitos” (@ramoncitosp). Si no los conoces, estás tardando, porque te gustarán. Se trata de un bocado dulce, pero no en exceso, y esponjoso.
En definitiva, el bollo perfecto para acompañar el café, el té o la leche con chocolate durante el desayuno, la merienda o en un ataque de hambre o gula. Da igual, porque el furor es tal, que vuelan. “Ramoncitos” y “manolitos” se reparten los paladares más golosos.
Os cuento cómo nacen los “ramoncitos”. José Ramón Acosta trabajó desde el año 2000 en el obrador de los “manolitos” en Colmenar Viejo y de ahí el nombre de su “obra”. Después, su hijo Emmanuel entró en 2008 y su hermana también: “Después de 20 años en España, mi padre quiere jubilarse y volver a Santo Domingo, pero antes quería dejarnos un negocio. Por eso, decidió emprender y montar nuestra propia empresa familiar en la que también trabaja mi cuñado”, nos explica Emmanuel. Y menos mal que lo hicieron antes de que apareciera en nuestras vidas el Coronavirus, ahora se lo hubieran pensado dos veces.
Así, tras horas y horas al día con las manos en la masa para hacer los cruasanes que también causan furor y cientos de prueba-error, José Ramón terminó por encontrar su propia receta. El secreto de la fórmula no es otro que un jarabe, cuyos ingredientes no nos detalla Emmanuel, “porque en el sector hay muchisima competencia. También, encontrar el punto exacto de cocción de la masa es importante, algo que sí que es complicado, ya que la exactitud es primordial en la pastelería artesana”, añade.
Además de los cruasanes clásicos, de chocolate y los mixtos, las vitrinas del local atesoran otras delicias. Del horno salen pastas de té, magdalenas, donuts, mini plumcakes, cookies, lazos de chocolate y sin él, mantecados, rosquillas. También, galletas sin azúcar y diferentes tartas cien por cien artesanales.
Para probarlos, sabed que el obrador se encuentra en el número 15 de la calle Santiago Apostol, en Alcobendas. Pero los capitalinos tenemos prohibido traspasar la frontera, así que también los encontraréis en la centenaria Mantequería Andrés. Situada en el Paseo de los Olmos, 3. Aquí, además de salir con los adictivos “ramoncitos”, también podéis comprar los huevos procedentes de El Barranco (Ávila), los mismos que una vez “estrellados” llegan a las mesas de Casa Lucio. Incluso, legumbres buenísimas, fruta, vinos y los chocolates de Villajoyosa. Es sin duda, uno de los comercios de barrio a los que no debemos dejar de ir. Dicho esto, también los venden en las sucursales de Pasta Fresca de las calles Corazón de María número 74 y en el 7 de la Ronda de Quevedo 7.
Nos cuenta Emmanuel que la pandemia está haciendo daño al negocio: “El mes de septiembre fue muy malo y desde octubre nos estamos remontando algo, aunque las ventas han caído empicado si las comparamos con las del año pasado. Desde el mes de marzo facturamos un cincuenta por ciento menos”, explica el propietario y pastelero, quien señala que entre que Alcobendas fue uno de los primeros barrios confinados, el teletrabajo de los clientes y la falta de reuniones en las empresas, ya que ellos proveían de “ramoncitos” a varias empresas de cátering, la cosa aún pinta mal. Si antes del Covid-19 del obrador salían 200 kilos diarios, a día de hoy salen 100: “Justo la mitad. Hasta que la gente no empiece a ir a las oficinas y se le quite el miedo será así”, apunta.
Por eso, cuida al máximo la calidad de los productos con el objetivo de que viajen muy bien y lleguen a las casas tiernos y ricos, ya que es posible pedirlos a través de Glovo y Uber Eats: “Ahora, la mayoría de las ventas las hacemos a través de delivery, porque se nota que la gente está temerosa”.
Os cuento cómo nacen los “ramoncitos”. José Ramón Acosta trabajó desde el año 2000 en el obrador de los “manolitos” en Colmenar Viejo y de ahí el nombre de su “obra”. Después, su hijo Emmanuel entró en 2008 y su hermana también: “Después de 20 años en España, mi padre quiere jubilarse y volver a Santo Domingo, pero antes quería dejarnos un negocio. Por eso, decidió emprender y montar nuestra propia empresa familiar en la que también trabaja mi cuñado”, nos explica Emmanuel. Y menos mal que lo hicieron antes de que apareciera en nuestras vidas el Coronavirus, ahora se lo hubieran pensado dos veces.
Así, tras horas y horas al día con las manos en la masa para hacer los cruasanes que también causan furor y cientos de prueba-error, José Ramón terminó por encontrar su propia receta. El secreto de la fórmula no es otro que un jarabe, cuyos ingredientes no nos detalla Emmanuel, “porque en el sector hay muchisima competencia. También, encontrar el punto exacto de cocción de la masa es importante, algo que sí que es complicado, ya que la exactitud es primordial en la pastelería artesana”, añade.
Además de los cruasanes clásicos, de chocolate y los mixtos, las vitrinas del local atesoran otras delicias. Del horno salen pastas de té, magdalenas, donuts, mini plumcakes, cookies, lazos de chocolate y sin él, mantecados, rosquillas. También, galletas sin azúcar y diferentes tartas cien por cien artesanales.
Para probarlos, sabed que el obrador se encuentra en el número 15 de la calle Santiago Apostol, en Alcobendas. Pero los capitalinos tenemos prohibido traspasar la frontera, así que también los encontraréis en la centenaria Mantequería Andrés. Situada en el Paseo de los Olmos, 3. Aquí, además de salir con los adictivos “ramoncitos”, también podéis comprar los huevos procedentes de El Barranco (Ávila), los mismos que una vez “estrellados” llegan a las mesas de Casa Lucio. Incluso, legumbres buenísimas, fruta, vinos y los chocolates de Villajoyosa. Es sin duda, uno de los comercios de barrio a los que no debemos dejar de ir. Dicho esto, también los venden en las sucursales de Pasta Fresca de las calles Corazón de María número 74 y en el 7 de la Ronda de Quevedo 7.
Nos cuenta Emmanuel que la pandemia está haciendo daño al negocio: “El mes de septiembre fue muy malo y desde octubre nos estamos remontando algo, aunque las ventas han caído empicado si las comparamos con las del año pasado. Desde el mes de marzo facturamos un cincuenta por ciento menos”, explica el propietario y pastelero, quien señala que entre que Alcobendas fue uno de los primeros barrios confinados, el teletrabajo de los clientes y la falta de reuniones en las empresas, ya que ellos proveían de “ramoncitos” a varias empresas de cátering, la cosa aún pinta mal. Si antes del Covid-19 del obrador salían 200 kilos diarios, a día de hoy salen 100: “Justo la mitad. Hasta que la gente no empiece a ir a las oficinas y se le quite el miedo será así”, apunta.
Por eso, cuida al máximo la calidad de los productos con el objetivo de que viajen muy bien y lleguen a las casas tiernos y ricos, ya que es posible pedirlos a través de Glovo y Uber Eats: “Ahora, la mayoría de las ventas las hacemos a través de delivery, porque se nota que la gente está temerosa”.
Tatiana Ferrandis
Fuente: La Razón
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