Al fin de cuentas, el mundo del vino muchas veces expulsa a sus consumidores y no dimensiona que buscando tantos argumentos, resta en vez de sumar.
Por decirlo de manera decorosa, estoy bastante cansado de muchos consumidores que se me acercan y me preguntan algo sobre vinos y empiezan con la frase: “Sabés que te quiero hacer un consulta, pero yo no sé nada de vinos”.
Nada me provoca más irritabilidad. Yo sé que la educada persona que se acerca, lo hace con todo el buen tino. Pero esa cola entre los pies provoca un enojo instantáneo.
Porque la primera pregunta que se me cruza en la cabeza es: ¿qué hemos hecho en la industria del vino y su comunicación, para que el consumidor le tenga tanto respeto a una bebida que básicamente tiene que provocar placer?
Es como si un niño que está aprendiendo a caminar y a descubrir el mundo, anduviera tieso y tímido, no sabiendo si lo está haciendo bien. Qué amargo sería todo.
Un camino de ida
En cuanto al vino, su mayor valor es el infinito mundo de sensaciones y emociones que nos puede provocar, sumado al enorme placer que genera a medida que transitamos por la gran diversidad que ofrece la bebida, en cada sitio y en cada estilo.
Y si comenzamos desde la comunicación y el mensaje que transmite la industria es complicar ese camino, es muy probable que el consumidor ignoto se agote y se vaya.
Profundizar e ir más allá en cada parte de ese camino será la tarea personal de cada consumidor y la industria tiene que estar preparada para responder. Pero, sin lugar a dudas, el mundo del vino tiene que ser un lugar atractivo, actualizado, que se identifique con las nuevas generaciones y que pueda responder a las demandas de los consumidores más clásicos.
Lo que sí está claro es que debe simplificar el mensaje. Y eso no es responsabilidad exclusiva de una sola bodega, ni del Estado, ni de las instituciones, ni incluso de los comunicadores.
Hace algunos años, la industria del vino tomó conciencia que había que hacer foco en la calidad y eso no se discutió. Y por suerte, encontramos el Malbec. Es momento de que se tomen cartas en el asunto sobre cómo llegar a los consumidores, que “no caminan, porque no saben caminar”.
La simplificación de lo extraordinario
Lo más lindo que tiene el mundo del vino es que lo mejor está por venir. Y en el mensaje el desafío será hacer simple algo que es totalmente fuera de lo común.
A vos que estás leyendo, te cuento que me encantaría que eligieras el próximo vino para compartir. Y que a partir de allí, reflexiones y comentes qué te hace sentir.
A fin de cuentas, el vino es un momento. Es ese espacio extraordinario, irrepetible y memorable que hará que quede guardado en la memoria más fuerte: la de los sentimientos.
Será tinto, será blanco o rosado. Con burbujas o dulce. En un trago o con soda. Acompañado con comidas, con libros, con música.
Pero siempre estará en un momento memorable, extraordinario. Fuera de lo común. Será tomado como quieras o con quien quieras, pero de algo podés estar seguro. Ese instante no será uno cualquiera.
FEDERICO LANCIA
Fuente: MDZ
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