En este artículo te mostramos todas las claves para elegir el vino correcto tanto en un restaurante como a la hora de comprarlo para una comida en casa
El maridaje es un tema que despierta las mayores pasiones entre los profesionales y los amantes del vino. El proceso de juntar un alimento con un tipo de vino determinado lleva a discusiones sobre las mejores combinaciones posibles.
La aparición de nuevas variedades de uvas, bodegas y vinos que hemos vivido en los últimos años, unido al gran momento de forma que vive la cultura gastronómica, han hecho que las cuestiones sobre el maridaje de vinos y comidas sea un tema recurrente.
Es común que no haya unanimidad de criterios en cuento al maridaje porque se trata de una cuestión de gustos. A la hora de elegir unos u otros vinos para acompañar a los platos que compongan un menú dependerá del tipo de alimentos que vayamos a preparar, la forma en la que los prepararemos y del gusto personal de nuestros comensales.
También debemos comprender que el maridaje no deja de ser una vía para la experimentación de sabores. No es recomendable cerrarse en cuanto las posibilidades de combinar una buena copa con un buen plato. Incluso puede agregar para mejorar el ambiente una buena música para completar el maridaje auditivo para que sea una completa fiesta para los sentidos.
El menú debe ser pensado como algo global
Siempre a la hora de preparar una buena comida hay que pensar en los elementos que componen un menú entendiendo que todos ellos formarán parte de una experiencia global. Este es un consejo en que todos los expertos y sumilleres suelen ponerse de acuerdo.
Por ello es importante comprender el papel que cada tipo de vino puede desempeñar en un menú. Una buena regla general es que nunca se debe servir un vino con mayor cuerpo precediendo a un vino más ligero. Se desaconseja porque se corre el riesgo de que el segundo vino resultase insípido a los paladares de nuestros comensales. Es por eso que los menús se ordenan atendiendo a la intensidad de los platos y, análogamente, así ordenamos también los vinos que los acompañan.
Esta es la razón por la cual solemos acompañar a los entrantes y primeros platos con vinos blancos o rosados, seguidos de vinos tintos jóvenes, tintos más maduros y finalmente, rematamos el menú con vinos generosos y dulces de mayor intensidad en boca.
Comprender los conceptos de peso y equilibrio
Para entender el concepto de equilibrio deberemos entender primero el del peso de los alimentos y de los vinos. Lo ideal es que ambos tengan un peso similar.
En el caso de la comida, el peso vendrá definido por las materias primas utilizadas para la elaboración del plato, la cantidad de grasas que lleva, la intensidad de los sabores de los diferentes elementos que lo componen e incluso la mayor o menor dificultad con la que los digerimos. Este proceso es intuitivo y no requiere de un pensamiento elaborado para comprenderlo.
Los vinos también pueden definirse por su peso. La clave es clasificarlos por el cuerpo y la intensidad del sabor del vino. Entran en juego el contenido en alcohol del vino, la concentración de taninos, el tipo de uvas utilizadas en su elaboración, el tiempo de maduración o la región en la que se ha producido el vino.
Como clasificación general, los blancos jóvenes son los más ligeros, seguidos de blancos más estructurados y blancos con fermentación en barrica. En ese mismo grupo podríamos contemplar algunos rosados. Finalmente, los vinos de mayor peso serían, por orden, los tintos jóvenes, los crianza, reserva y gran reserva.
¿Maridaje por asociación o maridaje por contraste?
El maridaje por asociación implica que los platos y el vino se complementen. Hay que prestar atención a las sensaciones que nos producen los vinos y alimentos. Se puede asociar por color, por temperatura, por textura, por sabores… Según esto, podemos casar pescados blancos con vinos blancos, postres con vinos dulces. Se trata de combinar sabores, sensaciones y aromas similares, buscando la armonía para realzar las cualidades comunes de los elementos combinados. De ese modo, en la conjunción de bocado y trago, los sabores ya existentes se verán resaltados.
El maridaje por contraste, el equilibrio entre platos y vino se produce a través de las sensaciones opuestas que nos ofrecen. Este tipo de maridaje permite arriesgar muchísimo más y permite también lograr efectos mucho más sorprendentes. Se puede apostar por enfrentar los sabores para dar lugar a uno completamente nuevo o se puede jugar a resaltar uno al combinarlo con su opuesto.
La forma en que se cocinan los alimentos es importante para maridar con un vino
La forma en que se cocinan los alimentos es un dato clave a la hora de presentarlo con un buen vino. La comida puede exagerar o reducir un rasgo del vino dependiendo de esa combinación. No es lo mismo preparar un pescado o carne a la plancha que hacerlo en un guiso con una salsa muy especiada, ni tampoco genera la misma sensación tomar un alimento frío que uno caliente.
Se recomienda compensar la complejidad o sencillez del plato con la elección del vino. Una carne roja preparada de forma sencilla, con una guarnición poco elaborada, será una buena oportunidad para abrir un vino con más cuerpo y complejo, como una buena crianza o una reserva.
Siga sus propios gustos a la hora de maridar con vinos
A la hora de realizar el maridaje con vinos todo va a depender de nuestra propia experiencia y experimentación combinando sabores, colores, texturas y aromas. Para disfrutar un buen vino se debe elegir uno que le interese beber sin acompañamiento. Si el mismo tiene esa cualidad y personalidad para darte placer por ti mismo, allí es el momento de experimentar cómo puede combinarse con sus platos favoritos.
La memoria emotiva guía al sabor y al gusto de los vinos que vamos probando para saber con qué maridarlos en el futuro. Al fin y al cabo, depende del paladar o el gusto de cada persona, por ello siempre habrá diferentes maridajes para que cada uno tome su propia decisión.
VILMA DELGADO
Fuente: Vinetur
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